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Un grupo de 78 citricultores reclaman al Instituto Valenciano de Investigaciones Agrarias (IVIA), dependiente de la Conselleria de Agricultura, que se les indemnice por las pérdidas que les ha ocasionado aventurarse en la producción de las mandarinas Garbí y Safor, obtenidas por dicho centro.
Los 78 citricultores están asociados a Asovav, entidad dependiente de AVA-Asaja y especializada en asuntos relacionados con la gestión y el control de variedades vegetales patentadas (protegidas), así como los derechos de obtentores y productores. De manera que Asovav canaliza ahora estas reclamaciones.
Esta historia comenzó en 2008, cuando el IVIA y la conselleria sacaron al mercado dichas variedades, que fueron presentadas a bombo y platillo y con toda clase de pronunciamientos favorables por sus presuntas virtudes de productividad, calidad y ausencia de problemas previsibles.
Los viveros autorizados comenzaron a producir y a vender plantones de Garbí y Safor, puesto que diversos agricultores, convencidos de que hay que diversificar e innovar, decidieron apostar por ellas, fiándose de las recomendaciones oficiales. El hecho de que detrás estuvieran el IVIA y la Conselleria de Agricultura parecía ofrecer garantías.
Sin embargo pronto se vio que los frutos de estas variedades se manchaban. La piel de elevados porcentajes de mandarinas quedaba -y queda- marcada por unas manchas/huellas, lo que las deja sin valor comercial.
Con las primeras reclamaciones al IVIA comenzó a señalarse que tales manchas se deberían al hongo de la Alternaria, algo lógico puesto que ambas variedades fueron obtenidas por cruces con la mandarina Fortune, de gran calidad pero muy sensible a dicha dolencia, lo que provocó en pocos años su práctica desaparición del mercado.
Investigadores y técnicos del IVIA rechazaron que tales defectos se debieran a la Alternaria y aseguraron que en el proceso de obtención no ocurrió nada anormal. No obstante, las manchas siguieron apareciendo año tras año, sean por dicho hongo o se deban a fisiopatías debidas a otras causas, y las variedades que en su día se presentaron como grandes estrellas del IVIA, han quedado devaluadas. Los productores que las plantaron (se vendieron cerca de 600.000 plantones), al ver que eran un fiasco sin solución, han ido optando por arrancar o reinjertar los árboles.
No es la primera vez que los afectados reclaman que se les indemnice, apelando a la responsabilidad del centro investigador y de la conselleria de la que depende, sin que hasta ahora hayan obtenido nada. Recuerdan la obligación de los obtentores de asegurarse bien de las cualidades de una variedad antes de venderla y argumentan que si no se cumple lo anunciado es lógico que se pidan indemnizaciones. De no lograr una solución negociada, advierten que recurrirán a la vía judicial
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