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VICENTE LLADRÓ
Lunes, 4 de febrero 2019, 00:20
La mandarina Safor, que parecía condenada al ostracismo, por los extendidos fiascos que han sufrido con ella muchos agricultores valencianos que la plantaron o injertaron, cobra de repente nuevas posibilidades en las comarcas del norte de la Comunitat Valenciana y las zonas citrícolas de Tarragona, porque allí no se manchan como viene ocurriendo en el sur.
Cientos de citricultores que confiaron desde el principio con lo que les anunciaron oficialmente como muy prometedor, desde el IVIA y la Conselleria de Agricultura, y por ello apostaron decididamente por las nuevas mandarinas tardías Safor y Garbí, se vieron pronto defraudados, porque cuando comenzaron a tener cosecha para vender se encontraron con multitud de frutos manchados y el comercio les dio la espalda.
La primera condición de calidad es la presencia del fruto, la 'vista'; es decir, un buen calibre, color atractivo y piel limpia, sin huellas o defectos. Si esto no predomina, casi que da igual que el sabor sea óptimo; nadie aguardará a probarlo, porque hay demasiado donde elegir.
En la mayor parte de los casos, las mandarinas de las variedades Safor y Garbí comenzaron a presentar desde el principio manchas que se achacaron al hongo Alternaria. En el caso de la Garbí se acusó además la fuerte presencia de espinas en las ramas, que también contribuyen a dañar la piel de los frutos, así como la permanencia de elevados índices de acidez. Lo de la Alternaria presentaba, por otra parte, el estigma de lo que podría considerarse como algo previsible o anunciado, ya que ambas variedades son 'hijas' de la Fortune, una gran variedad que tuvo que desaparecer porque es sumamente sensible al hongo de la Alternaria.
Este hongo deja plagada la piel de huellas anticomerciales, lo que sacó del mercado a la Fortune cuando ya era la gran mandarina que reinaba en la segunda parte de la campaña, porque su sabor es buenísimo. Pero las manchas la condenaron.
Otras muchas variedades que luego han salido del IVIA son igualmente derivadas de la Fortune y presentan diversos grados de sensibilidad a dicha dolencia, lo que en cierto modo puede verse como un error estratégico de partida. Podría haberse elegido otro 'parental' para hibridar, como ahora se hace en busca de nuevas variedades.
Entre tanto, multitud de productores que se decidieron por Safor y Garbí y quedaron decepcionados por los adversos resultados, decidieron reclamar a la Generalitat que les indemnizara, al entender que se les debería haber informado bien y que, en todo caso, se tendría que haber experimentado más en el IVIA hasta tener certeza de que las nuevas variedades eran viables o no, antes de someterlos al riesgo de invertir para acabar sufriendo importantes pérdidas en lo que les presentaron con una seguridad que no se cumplió. Muchos de los productores afectados han agrupado sus demandas a través de AVA-Asaja, que gestiona con la conselleria una posible solución, sin descartarse la vía judicial.
Investigadores y técnicos sostienen en todo caso que dichas manchas no se deben a la Alternaria y son fisiopatías propiciadas por las condiciones ambientales (humedad, sequedad, vientos, alternancias de calor y frío...) Sea como fuera, las manchas les han aparecido a productores que no estaban avisados.
Pero entre tanto, se ha ido confirmando una realidad bien distinta que, sin desdecir la problemática antes descrita, presenta un panorama muy diferente y exitoso. La Safor está triunfando en comarcas del norte de Castellón y en Tarragona. También en casos aislados de Camp de Turia. La fruta no presenta allí las manchas que proliferan en el sur, cada día hay más agricultores que apuestan por esta variedad -lo de la Garbí ya es otra cosa-, los que la tienen están encantados porque los precios que les pagan o liquidan son buenos -el año pasado alrededor de 50 céntimos el kilo-, si tienen donde plantar más o injertar amplían su producción, y los responsables de la SAT Campal, de Alcalá de Xivert, y de la Cooperativa d'Agris de Alcanar (Tarragona) sostienen que les falta fruta de Safor y que convendría aumentar para disponer de la suficiente 'masa crítica' y así poder atender programas de suministro más duraderos a los clientes, lo que redundaría en beneficio general.
El presidente de la cooperativa de Alcanar, José Antonio Garriga, es uno de los productores de Safor más satisfechos, y a la vista está la calidad de su fruta, como en otras fincas de la zona. Carles Roig, responsable citrícola de la Unió de Pagesos y vecino de campo de Garriga, suele indicar que la gran prueba de que la Safor le va bien a su compañero «es que ha tenido infinidad de variedades y ésta es al final la que mantiene desde hace años, por algo será».
Pablo Aleza, investigador de citricultura en el IVIA, Paco Llátser, director de la agrupación de viveristas AVASA, y Enrique Montoliu, ingeniero agrónomo de Campal, tienen claro que tan radical diferencia de comportamiento de la Safor se debe a las distintas condiciones meteorológicas de unas comarcas a otras, así como al manejo más experimentado de su cultivo.
Quizás debido a su nombre, la Safor se plantó más al principio en la comarca de la Safor y zonas próximas, donde imperan mayores índices de lluvias y humedad en general, mientras que en el norte cunde más el tiempo seco. También en el sur abundan más las zonas cálidas y en el norte son más frescas. Hoy parece claro que esta variedad vegeta de forma especial en zonas donde no llegue a helar pero predominen las noches frescas. Y sin duda influyen también el tipo de suelo y el régimen de vientos imperantes.
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