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Jueves, 25 de mayo 2023, 02:21
Los temas ecónomicos suelen ser materia de unos pocos expertos. Aquellos que están especializados en el sector y que lo dominan en profundidad. Una de esas personas que entran dentro de ese abanico de elegidos es el catedrático Santiago 'Niño' Becerra. Quien cada semana suele hablar sobre diferentes aspectos de la actualidad relativos a la economía.
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Su manera de enfocar las distintas decisiones políticas y la situación económicas actual, con la inflación y las subidas de los tipos de intereses, lo convierten en una eminencia en la dialéctica enfocada a las predicciones y análisis.
En esta ocasión, sus pronósticos han ido enfocados a la semana laboral de cuatro días, un experimento que recientemente Valencia experimentó como consecuencia de una iniciativa llevada a cabo por su alcalde, Joan Ribó, en la que a lo largo del mes de abril todos los lunes fue festivo.
El economista catalán ha abordado el tema a través de sus redes sociales con un ejemplo sobre una empresa japonesa que trató de amoldar a la plantilla a la experiencia de trabajar únicamente esos cuatro días acordados. Esa misma compañía afirmó que «su plantilla era un 40% más productiva».
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Becerra duda de la credibilidad de esa empresa y rechaza la versión de que trabajar «un 20% menos de tiempo» provoque que la productividad suba. En este sentido, se muestra tajante: «o se han realizado inversiones y cambios organizativos profundos, o antes se perdía el tiempo miserablemente: los milagros no existen».
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Por otro lado, el economista explica que eso interpretándolo a la inversa podría entenderse como que mantener la jornada de trabajo e incluso aumentar salarios, podría permitir reducir la plantilla. Algo que según Becerra es falso. «Y otra cosa más: el tiempo de trabajo podrá reducirse en según que subsectores y actividades, pero no en otros ni otras, y eso puede crear trabajadores de clase A y B», ha sentenciado.
Ademas, el experto en finanzas afirma que el mantenimiento de un sistema así, con dos tipos de trabajadores, unos de clase A y otros de clase B, sería «complejo de gestionar». Todo ello acabaría repercutiendo en la economía de la empresa.
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