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DAMIÁN RODRÍGUEZ
Lunes, 18 de julio 2022, 17:58
Durante la década de los 2000, la ciudad de Valencia se convirtiló en el epicentro del entretenimiento digital europeo con la celebración de la Campus ... Party. Este evento, que se celebraba durante unos días del mes de julio, congregaba a miles de usuarios amantes de la informática, los videojuegos, internet o la edición digital que venían de todas partes de España y Europa. Las imágenes de las colas de usuarios que llegaban con sus ordenadores y provisiones preparados para pasar varios días en la Campus Party abrían muchos telediarios. El objetivo de los campuseros, que así se hacían llamar los asistentes a este evento, era tanto el de aprovechar cada segundo de conexión de alta velocidad, como también el de encontrarse con gente con los que compartían un interés que no era tan popular en aquella época. De hecho, la mayoría de estos usuarios dormían en las instalaciones habilitadas con tiendas de campaña para no alejarse mucho del recinto y exprimir al máximo el momento.
Allí reinaba el espíritu colaborativo. Por eso, compartir contenidos tanto en red como en los formatos físicos con CDs y disquetes era la máxima en la Campus Party. Este espíritu de colaboración se convirtió en una seña de identidad de esta fiesta de la tecnología. El gran atractivo del evento era, sin duda, el amplio ancho de banda que permitía navegar por la red, descargar contenido o jugar en línea a una velocidad sin precedentes para un usuario común. En esa época el internet de uso doméstico todavía estaba por evolucionar, por lo que la Campus Party era la oportunidad perfecta para los campuseros de navegar a una velocidad 3.500 veces mayor de lo que lo podían hacer en sus hogares. Sin embargo, además de esa alta capacidad de conexión que permitía la red montada en torno a esa gran concentración de ordenadores, la Campus Party se convirtió en un punto de encuentro para miles de personas que compartían una pasión y que, en ocasiones, solo se conocían por la red. Ángel Fraile, que durante un periodo de tiempo trabajó en la relación de la Campus Party con los medios de comunicación, recuerda que el atractivo del evento también era «el significado implícito de tecnología e innovación. Los participantes eran muy creativos y podías ver ordenadores «'uneados' sorprendentes, robots…».
Más allá de lo que ocurría dentro de la pantalla, en la Campus Party se articulaban también multitud de actividades complementarias: charlas, concursos, conferencias… Por allí pasaron personalidades de todo tipo: desde Ferran Adrià, Al Gore o Steve Wozniak hasta Neil Armstrong. De este último, Ángel Fraile rememora que «Armstrong no dejó pasar a los periodistas a su conferencia porque estaba harto de desmentir la historia de que el viaje a la Luna había sido un montaje».
La llegada a Valencia
El evento, que nació en Mollina (Málaga) en el año 1997 y en el que participaron 250 asistentes en esa primera edición, no llegó a Valencia hasta el año 2000. Fue precisamente en la ciudad valenciana donde se convirtió en un auténtico boom llegando a congregar a más de 6.000 campuseros en varias ediciones diferentes. La construcción de la Ciudad de las Artes y las Ciencias supuso un punto de inflexión para la organización del evento. Los organizadores se enamoraron del nuevo espacio que se estaba desarrollando en Valencia y trabajaron para conseguir montar la Campus Party ahí. En este momento, la figura clave fue Manuel Toharia, que iba a ser nombrado director del Museo de las Ciencias Príncipe Felipe. Él ayudó a que la Campus Party aterrizara en la Ciudad de las Artes y las Ciencias. De esta forma, la Campus Party se convirtió en el primer evento celebrado en la historia de la Ciudad de las Artes y las Ciencias.
A lo largo del periodo en el que la Campus Party estuvo en Valencia (2000-2011), la localización en la que se celebró fue variando a causa de las necesidades organizativas del evento. Así, pasó por diferentes espacios de la ciudad: desde la Ciudad de las Artes y las Ciencias hasta Feria Valencia. Tras cuatros años en el Museo Príncipe Felipe, en el año 2005 el evento desembarcó en Feria Valencia. Esto se debió al aumento de participantes, lo que hacía que «el recinto de la Ciudad de las Artes y las Ciencias se quedaba pequeño», según explicaba entonces la organización. La nueva localización contaba con más de 20.000 metros cuadrados. No obstante, el cambio de sede principal no implicó que algunas charlas y actividades de la Campus Party se continuaran celebrando en la Ciudad de las Artes y las Ciencias.
En 2009, tras varios años en Feria Valencia, es cuando la Generalitat Valenciana acordó con la Asociación E3 Futura, la entidad organizadora, el regreso al complejo diseñado por Santiago Calatrava, el emplazamiento original en la ciudad. Este cambio no terminó de gustar a algunos campuseros, como explica ahora uno de ellos: «Asistí varios años seguidos y donde más cómodo estuve es en la Feria. Estábamos más espaciados y teníamos mejor climatización». Dentro de la Ciudad de las Artes y las Ciencias, la Campus Party utilizó diferentes espacios: el Museo de las Ciencias, el parking, el Paseo de Arbotantes, el estanque vaciado donde actualmente se celebran eventos y conciertos y donde se montó una carpa de 14.000 metros cuadrados, hasta el Àgora, ahora reconvertido en el espacio cultural CaixaForum Valencia.
Esta última localización, que ha vuelto a convertirse en un espacio útil después de mucho tiempo, dio vida al evento por última vez antes de dejar Valencia. Mientras el evento continuaba siendo un éxito año a año en Valencia, desde 2008 nuevas ediciones de la Campus Party dieron el salto a otros lugares del mundo. De esta forma, comenzó a celebrarse también en Brasil, Colombia, Ecuador o México.En 2011, el conseller de Economía de la Generalitat Valencia por aquel entonces, Gerardo Camps, anunciaba el acuerdo de colaboración con la Asociación E3 Futura para que la Campus Party continuara en Valencia, como mínimo hasta 2015. El convenio incluía la cesión del Àgora y otros espacios del Museo Príncipe Felipe para la celebración del evento y una subvención cifrada en algo más de un millón de euros por edición. Sin embargo, este acuerdo no se cumplió y el siguiente año se anunció que la Campus Party no continuaría en Valencia. El motivo, según uno de los fundadores del evento, Paco Ragageles, fue «la situación económica». Con un coste de cerca de tres millones de euros por edición, en el que la Generalitat sufragaba la mitad, la crisis económica imposibilitó la celebración del evento. «Sin el apoyo institucional, la Campus Party no puede salir adelante», explicaba Belinda Galiano, directora y fundadora del evento.
Con la ruptura del acuerdo, terminaba el idilio de Valencia y la Campus Party. El fin de este convenio no incluía ninguna compensación económica para la entidad organizadora. La desaparición de ese evento de Valencia se sumó a la de otros grandes acontecimientos que durante esos años dejaron de celebrarse en la ciudad, pese a haberse convertido en un emblema de algunos de los grandes eventos del mundo. Posteriormente, y ya lejos de Valencia, la Campus Party comenzó a vivir una debacle debida a la mala gestión por parte de la organización. Esto, sumado a que cada vez tenía menos sentido el gran atractivo del evento que era la alta velocidad de conexión, al ser ya habitual en todos los hogares de España, hizo que el evento tuviera que reinventarse. Así, se convirtió en una especie de congreso de innovación en el que compartir conocimiento, dejando atrás la vocación con la que nació. Esa semilla que germinó con este evento, en los que los usuarios pasaban días jugando en línea acompañados de personas con los que compartían la misma pasión, sigue latiendo en otros eventos que se celebran en la ciudad y que, en cierto modo, son herederos de lo que construyó en su día Campus Party. Es el caso de DreamHack que, si bien no es el mismo tipo de evento, ni pretende serlo, también cuenta con una zona en la que se ve latente esa tradición de Party que convirtió a Valencia, durante unos años, en un destino de referencia a nivel tecnológico.
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