Femtech es tecnología al servicio de la salud femenina. Este tipo de empresas se consideran la última revolución sanitaria y el sur de Europa ha ... registrado un potente crecimiento de ellas. El término lo acuñó en 2015 en Alemania una de las fundadoras de Clue, una aplicación sobre la salud menstrual.
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Este es un mercado que incluye soluciones ante situaciones que viven las mujeres a lo largo de su ciclo vital: menstruación, fertilidad, embarazo, maternidad, salud sexual o menopausia. Algunas de estas startups ya se han consolidado en el ecosistema, Woom Fertility, una aplicación para ayudar a las mujeres a quedarse embarazadas o Domma, la plataforma de asesoramiento y acompañamiento de la mujer en la edad madura también con productos, han confirmado el paso adelante que se ha dado en este sector, de hecho ésta última logró una ampliación de capital de 450.000 euros a principios de año.
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Un informe de McKinsey & Company señalaba que en 2021, y a nivel global, estas empresas consiguieron financiación por valor de alrededor de 2.300 millones de euros. Las previsiones apuntan que en 2030, este tipo de industria llegue a generar más de 95 mil millones de euros a nivel mundial. Unos números que avalan una apuesta por terminar por los sesgos de géneros que existen en la medicina.
«Se ha tendido siempre a una ciencia con mirada masculina porque ellos, científicos y empresarios eran hombres, pero ahora las mujeres están en altos cargos y tienen ese acceso para innovar, necesitamos encontrar soluciones», explicaba a LAS PROVINCIAS, Cristina Martínez, cofundadora de Domma.
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La masculinización en el sector de la investigación, lo reflejan informes como el publicado en el New York Times. En él se referencia a Michell Tempest, socia de la consultoría de asistencia sanitaria Candesic, en la que recuerda algunos estudios que directamente dejaron fuera a mujeres lo que ha terminado siendo un factor muy peligroso para la salud de la mujer. En 1977 la Administración de Alimentos y Medicamentos de los Estados Unidos excluyó a las mujeres en edad fértil de los ensayos clínicos. Desde ese momento, insiste la doctora Tempest, las mujeres han estado infrarrepresentadas en dichos ensayos debido a la creencia de que las fluctuaciones provocadas por los ciclos menstruales podrían afectar a los resultados, y también porque si una mujer se queda embarazada después de haber tomado un medicamento de ensayo, este podría afectar al feto. «Nos hemos quedado atrás con respecto a los hombres», indicaba la experta.
No fue hasta 1986 cuando los National Institutes of Health empezaron a alentar a los investigadores a incluir mujeres en sus estudios. Un año más tarde se publicó en la guía de este organismo para subvenciones y contratos. Sin embargo no fue suficiente. Quizás les suene el síndrome de Yentl. Este término lo introdujo en 1993 la primera directora de los institutos de la salud de Estados Unidos, Bernadine Patricia Healy y hace referencia a la «invisibilidad de la mujer» en términos médicos, sobre todo relacionado con los problemas cardiovasculares.
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Pese a los avances, en la actualidad no existe ninguna regulación que establezca un mínimo de participantes en los ensayos clínicos por sexo. Sí que recomiendan su inclusión en mujeres la FDA, la Administración de Alimentos y Medicamentos de los Estados Unidos o la Agencia Europea del Medicamento (EMA), pero no hay normativa al respecto.
Uno de los últimos ejemplos, y que ocuparon más titulares en los últimos años fue, por ejemplo, el de los efectos secundarios en la menstruación por las distintas vacunas del Covid-19. Fueron las féminas las que informaron las alteraciones en su ciclo y, posteriormente, los organismos oficiales, incluso las propias empresas fabricantes de las vacunas, reconocieron estos efectos.
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Junto a la demora en los medicamentos sobre dolencias que afectan a hombres y mujeres derivada de este tipo de ensayos sesgados, hay que incidir en el tabú que durante muchos años ha habido respecto a la salud femenina. Aunque poco a poco, las mujeres adolescentes hablan sin rubor sobre la regla, todavía existe estigma. Así lo destaca Martínez: «Toda la salud femenina muy estigmatizada, por suerte cada vez se rompe más, las niñas ya no esconden cuando se pasan el tampón aunque también sigue habiendo, pero la menopausia es más por tema generacional porque hay tantas presiones y estigma social alrededor de esta etapa que se tiene a negativizar».
Además de acabar con la llamada pobreza menstrual, presente en todo el mundo; es terminar con las barreras, muchas de ellas relacionadas con las costumbres, además de idiomáticas, que impiden a todas las niñas y mujeres que quieran, acceder a la información que necesitan sobre los ciclos vitales que afectan a más de la mitad de la población mundial.
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