Fernando Traver Sanchis tiene 43 años y es de los pocos agricultores profesionales que quedan en la Huerta de Valencia con una explotación dimensionada y regida con criterios empresariales; por tanto, con garantías de viabilidad y continuidad. Aunque no por eso exenta de problemas, ... sobre todo estructurales, los que no están en manos de uno resolver.
Publicidad
Para lo que rige en el sector (más de 60 años de media), Fernando es muy joven todavía, aunque la edad tope para ser considerado como tal a efectos de legislación se fijó en 40 años. Es de Bonrepós i Mirambell, donde fue alcalde por el PP durante cuatro años (entre 2011 y 2015), cuando tenía sólo 30. Antes, desde los 24, cuando acabó en la universidad, ya se dedicaba de pleno a la explotación agraria familiar, dando continuidad a su padre, también Fernando, de quien dice que «es mi brazo derecho, y yo el suyo; formamos un buen equipo; él, pura experiencia y práctica directa; yo aporté la teoría de mi formación universitaria, pero enseguida vi que lo mío solo no funcionaba sin lo otro».
Cultiva unas 500 hanegadas de huerta repartidas en 70 parcelas que a su vez se extienden por varios términos municipales: Bonrepós i Mirambell, Valencia (pedanías de Carpesa, Cases de Bárcena, Racó de l'Anell...) Vinalesa y Náquera.
Esa dispersión de parcelas es precisamente uno de los hándicaps más relevantes, porque estamos hablando de una agrupación de minifundios, pero cada campo sigue siendo un minifundio en sí, apenas ha podido agrupar algunos campos por su proximidad. La finca más grande que cultiva junta unas 60 hanegadas en Les Cases de Bárcena, muy cerca de Bonrepós; pero es una suerte, porque de ésas, de casa, en propiedad, sólo son 8 hanegadas, el resto son campos arrendados que ha podido ir sumando conforme sus titulares se han hecho mayores y no han podido seguir ni tienen relevo.
Publicidad
Aquí tiene plantadas cebollas y será una de las extensiones con un solo cultivo más grandes de toda la Huerta. Sin embargo, 60 hanegadas (5 hectáreas) sigue sieno una nimiedad en comparación con las grandes extensiones de otras regiones (en La Mancha o Adalucía son decenas de hectáreras de cebollas o patatas, y en Senegal, Brasil, Chile, Países Bajos, etc. cientos de hectáreas).
Tener los campos dispersos es un problema que se acrecienta con la diversidad de 'fuentes' de agua para regarlos. Fernando depende, según cada ubicación, de las acequias de Rascanya, Mestalla y Moncada, a su vez subdivididas en diversos brazos, y también de dos pozos comunitarios. El agua más cara es la de los pozos, claro, por la maquinaria y el consumo eléctrico de las bombas, pero su gestión es la más rápida y eficiente, ya ue se riega prácticamente a la demanda y no se pierde caudal. Con las acequias se depende a menudo de estrictos turnos, lo que obliga a invertir mucho tiempo para poder regar campos pequeños. El tiempo es oro y sale caro.
Publicidad
De ahí que una política que lleva nuestro protagonista, al igual que otros agricultores/empresarios de la huerta, es seleccionar los campos que arreindan o adquieren en función de sus estructuras. Porque no es lo mismo disponer de camino amplio de acceso, que permita que llegue un gran camión a cargar la cosecha, que estar en un rincón para carros. Ni cuesta lo mismo ir detrás del agua todo el día para poder regar parcelas pequeñas que tenerlas más o menos juntas y hacerlo de forma sistemática. Fernando confiesa que muchas veces le toca regar a la vez varios campos separados. Un lío.
De las 500 hanegadas, sólo 150 (el 30%) son propias, el resto son de campos arrendados, y entre ellos se impone más la selección para ser competitivo: «Tendemos a coger campos mejor ubicados o con el riego más fácil y dejamos otros más complicados».
Publicidad
Cada año pone unas 300 hanegadas de patatas, 100 de cebollas y 100 de chufas, y con estas tres producciones va rotando en cada parcela, sin repetir de un año para otro. De vez en cuando deja algunas parcelas en barbecho «para que descanse la tierra o desinfectarla con toldo y solarización».
Siguiendo con el buen criterio empresarial de gestión, cuenta con una buena mecanización: tiene 11 tractores de potencias y tamaños diversos, según la máquina o el implemento que se debe aplicar para cada tipo de tarea precisa.
Publicidad
Por lo que respecta al número de trabajadores, fluctúa según temporada. Tiene seis fijos y para recolectar puede sumar otros diez.
Fernando considera que su explotación tiene unos ratios de modernización adecuados a lo que se puede alcanzar en una estructura tan minifundista y limitada como es la Huerta de Valencia. Sin embargo, cuando le hablan de aplicaciones digitales para 'mejorar la gestión', todo le suena tan raro, pese a ser ingeniero agrónomo, como al viejo horticultor más recalcitrante. Pero lo razona: «La mayoría de esas cosas son diseños de despacho, cuando nosotros somos más rápidos y eficaces para procesar información y decidir, ya que estamos encima; y, desde luego, mucha teoría que estudié en la carrera de agrónomo no serviría sin la práctica directa del campo, junto a mi padre y en el día a día. La realidad no es tan bucólica y facilona como algunos pretenden».
Empieza febrero de la mejor forma y suscríbete por menos de 5€
¿Ya eres suscriptor? Inicia sesión
Te puede interesar
Las zarceras tras las que se esconde un polígono industrial del vino en Valladolid
El Norte de Castilla
Publicidad
Utilizamos “cookies” propias y de terceros para elaborar información estadística y mostrarle publicidad, contenidos y servicios personalizados a través del análisis de su navegación.
Si continúa navegando acepta su uso. ¿Permites el uso de tus datos privados de navegación en este sitio web?. Más información y cambio de configuración.