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Dos especialistas controlan la sustitución del combustible. Iván Arlandis

En las tripas de la central nuclear de Cofrentes

La recarga, paso a paso. Los operarios, que vienen desde EE UU, sustituyen un tercio del uranio del reactor para que la infraestructura inicie un nuevo ciclo

Lunes, 23 de octubre 2023, 00:15

Los muros con concertinas, divisados desde la entrada, ya nos avisaban de que estábamos accediendo a una zona de máxima seguridad. Tras pasar un primer control idéntico al de los aeropuertos, me puse en la piel de Valery Legasov cuando puso por primera vez un ... pie en la central nuclear de Chernobyl. Salvando las distancias, que son muchas. Primero porque el enclave ubicado en Cofrentes no experimenta ningún problema de seguridad. Al contrario, cuenta con un sistema potente y minucioso tanto para la entrada y salida de los trabajadores, así como durante su funcionamiento. Y segundo, porque yo no soy ningún científico de la Unión Soviética que trata de resolver una catástrofe nuclear, afortunadamente. Pero permítanme la analogía, ya que la serie sobre aquel trágico suceso es la única referencia que tenía sobre una central nuclear.

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Hasta ahora, porque LAS PROVINCIAS se ha adentrado en las entrañas de la infraestructura radicada en el municipio donde confluyen los ríos Júcar y Cabriel para contar desde dentro cómo funciona la central que abastece a cerca del 40% de los hogares y empresas de la Comunitat Valenciana.

Iván Arlandis

Controles de seguridad

Este es uno de los controles que deben pasar los trabajadores para acceder a las instalaciones de la central nuclear

«La seguridad de la central es máxima», cuenta Carlos Gómez, el jefe de Secretaría Técnica y el encargado de mostrarnos las tripas de la central ahora que permanece parada con motivo de su 24ª recarga de combustible. «Hay mucho miedo por parte de la gente a todo lo que lleva la palabra nuclear», afirma para, después, asegurar que este periódico es el primer medio de comunicación en volver a visitar las instalaciones desde 2015.

«También hay mucho desconocimiento. Sin ir más lejos, aún sigue habiendo gente que piensa que lo que salen de las torres es humo, cuando es vapor de agua», agrega Gómez, quien explica, con un lenguaje muy didáctico, que ese mismo vapor es el que mueve la turbina que da paso a la energía eléctrica.

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Iván Arlandis

Las torres de refrigeración

Las torres que se ven se encargan de enfriar el agua que refrigera el condensador. Las corrientes de aire que pasan por los canales hacen esta función, que permite condensar una parte mientras otra se evapora.

Sin embargo, cualquiera que pase por delante de la central verá que ahora sus torres no emiten ese vapor, que a muchos les recordará a la serie de dibujos 'Los Simpson. Y es que, desde hace dos semanas y en las cuatro siguientes, la nuclear de Cofrentes ha parado su actividad para llevar a cabo su recarga de combustible. Para esta labor ha invertido 24,3 millones de euros y contratado a 1.200 personas, gran parte de ellas procedentes de municipios vecinos.

Esta parada técnica es necesaria para dotar de nuevo alimento al corazón de la central, el reactor. El alimento en cuestión es el uranio. Pero no cualquier uranio. Se trata del U235, que sólo está presente en un 0,75% del mineral de manera natural frente a la otra variedad, el U238. Este último no sirve para el proceso de fisión al que se debe someter para la generación de energía, por lo que ya de por sí es complicado conseguir este mineral. Pero vayamos por partes.

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Iván Arlandis

La recarga

Especialistas trabajan en la sustitución de un tercio del combustible, motivo por el que se colocan plataformas sobre la vasija que contiene el uranio. Una vez realizada la labor, se desmantelan esas plataformas y se cierra la vasija.

El proceso de digestión de ese alimento, el uranio, es el siguiente: se emite un neutrón al núcleo del uranio para provocar la fisión del átomo, que a su vez provoca una reacción en cadena de más fisiones. Estas divisiones liberan grandes cantidades de energía calorífica. El uranio se encuentra sumergido en el agua de la vasija del reactor para que, de este modo, la reacción en cadena provocada por la fisión caliente el líquido elemento y comience a vaporizarlo. Ese vapor pasa por un sistema de tuberías hasta alcanzar la turbina, que se pone en movimiento con el empuje de ese agua vaporizada. Esa fuerza mecánica es la que mueve el generador, donde se convierte en energía eléctrica, que sale de la central por los cables de alta tensión y se vierte en la red que conecta con millones de hogares.

Iván Arlandis

El reactor, abierto

En esta imagen se ven las tres tapas que, a modo de una matrioshka rusa, protegen la vasija que contiene el uranio sumergido en agua. En este momento están separadas para poder realizar la sustitución del combustible. Al fondo, la tapa de la vasija; a su izquierda, la tapa aislante; y a la derecha de la foto, la tapa de 90 toneladas de acero que corona el reactor.

Además de su papel de poner en marcha la turbina mediante su ebullición, el agua tiene otra función en la central: refrigerar el condensador con agua fría procedente de las dos torres. Para dicha labor, el agua circula por otro circuito, por lo que no entra nunca en contacto con el reactor nuclear. El agua de refrigeración se devuelve a continuación algo más caliente a las torres donde se enfría mediante corrientes de aire, dando lugar a una parte que se evapora y que debe ser repuesta. El agua que utiliza la central proviene del río Júcar que pasa por su lado. «Antes de devolver el agua al río, se almacena en dos balsas donde se analiza y se comprueba que cumpla los requisitos marcados por la Confederción Hidrográfica del Júcar», añade Gómez.

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Iván Arlandis

Los rotores de la turbina

La turbina se compone de tres rotores, el de alta presión y dos de baja presión. La turbina se mueve gracias al empuje del vapor de agua generado con la fisión del uranio. Esa fuerza mecánica se transforma en energía eléctrica a través del generador.

¿Y de qué está compuesto el corazón de la central? Ya sabemos que de uranio, pero este mineral se reparte en formato de pequeñas pastillas encapsuladas en miles de varillas que, a su vez, conforman 624 elementos combustibles. Durante la recarga, se sustituye un tercio de esos 624 elementos para que la central inicie su nuevo ciclo de operación hasta dentro de dos años. El combustible extraído se deposita en una piscina donde se mantiene aislado.

Iván Arlandis

Elemento combustible

Iván Arlandis

El uranio se encuentra en estas estructuras metálicas, que se denominan elemento de combustible, que a su vez se compone de múltiples varillas que encapsulan el mineral en formato de pastillas.

Iván Arlandis

Piscina con uranio extraído

Los elementos de combustible extraídos del reactor se almacenan en una piscina de agua puramente química, donde se mantienen aislados durante años.

Los responsables de tan minuciosa tarea son los operarios de General Electric, la empresa estadounidense encargada de la recarga en esta central. El resto de especialistas que trabajan indefinidamente, cerca de 800 personas, desempeñan su labor para que la recarga sea segura y se complete con éxito. A esto hay que añadir el resto de personas contratadas, con puestos tan diversos como operadores en los pórticos de detección de radioactividad y personal de lavandería.

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Del generador a millones de hogares

Tal y como se ve en la imagen, del edificio donde se encuentra el reactor salen los cables de alta tensión que portan la energía eléctrica generada y van a la red para que llegue a millones de hogares.

Además, la central trabaja con 56 empresas valencianas para la prestación de diferentes servicios. Algunas de ellas son S2 Grupo, Grúas Bonet y GD Energy Services (Grupo Dominguis). Por su parte, Cofrentes es un municipio que ha prosperado al calor de la actividad generada por la central. Tan sólo en impuestos locales, paga cerca de 6,5 millones de euros al Ayuntamiento.

Los cables de alta tensión que salen del edificio del generador y se conectan con la red. Al fondo, las torres de refrigeración. Iván Arlandis

Las claves e incógnitas del desmantelamiento a partir de noviembre de 2030

La política energética del Gobierno, que se enmarca a su vez en la agenda 2030 europea, establece que el cierre de la central nuclear de Cofrentes debe realizarse en noviembre de 2030. Sin embargo, diferentes voces expertas en la materia han advertido en varias ocasiones que esta fecha es poco realista debido al lento ritmo que registra la Comunitat Valenciana en el desarrollo de fuentes de energía alternativas que logren sustituir a la nuclear.

Pero, más allá de esta cuestión, hay otras claves e incógnitas que envuelven al cómo se llevara a término el desmantelamiento de esta infraestructura nacida de la mano de Iberdrola en 1985. Lo que sí se sabe es que será la Empresa Nacional de Residuos Radiactivos (ENRESA) la que se encargará de este proceso, que tendrá un periodo de latencia de diez años.

Durante ese periodo, será necesaria la labor de los trabajadores de la central, puesto que son los operarios con las licencias necesarias para trabajar exclusivamente en el enclave de Cofrentes.

Para ello, lo más probable es que Enresa lleve a cabo una subrogación de la plantilla, que a día de hoy está compuesta por 800 personas aproximadamente. En cuanto finalice el desmantelamiento, los trabajadores deben volver a Iberdrola, que previsiblemente los recolocará en algunas de sus otras infraestructuras.

En el caso de que el Gobierno plantease la continuidad de las centrales más allá de la fecha prevista de cierre, la compañía afirma que se tendrían que analizar «caso a caso» los términos y condiciones. «Es necesario que las centrales nucleares tengan una rentabilidad y estén adecuadamente remuneradas para poder garantizar un alargamiento de su vida útil», señala Iberdrola.

En cuanto a si sería seguro mantener las nucleares en funcionamiento, desde la compañía energética aseguran que las centrales nucleares de su propiedad se encuentran en «perfecto estado de operación» y que «contribuyen a la seguridad de suministro de electricidad de España».

No obstante, cualquier iniciativa de alterar el protocolo de cierre debe ser emitida por el Gobierno, por lo que las compañías no tienen ningún tipo de competencia en este ámbito y deben limitarse a seguir los pasos de cierre conforme el calendario.

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