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VICENTE LLADRÓ
VALENCIA.
Lunes, 2 de julio 2018, 00:02
La inmensa mayoría de los naranjos que adornan calles en muchas poblaciones y ciudades, incluida Valencia capital, son amargos (también llamados bordes), y sus naranjas no son apetecibles, porque resultan extremadamente ácidas, muy desagradables; tan sólo se suelen aprovechar, ocasionalmente, para elaborar mermeladas o confituras. Sin embargo, este uso queda muy limitado, porque a la hora de intentar aprovechar los frutos, el coste de recogerlos puede superar fácilmente el valor del producto final. Como consecuencia de ello, las naranjas bordes o amargas acaban cayéndose al suelo cuando las pican la moscas de la fruta (Ceratitis capitata), cuya función es precisamente ésa, rematar la fruta que sigue colgando de los árboles, naranjas, melocotones, ciruelas, albaricoques, higos... Las moscas adultas realizan sus puestas en el interior de la corteza de los frutos, para que las larvas que salgan al eclosionar los huevos se alimenten de sus jugos. Entre la acción de las 'picaduras' de los oviscaptos, para poner los huevos, y la de las larvas, se inicia un proceso de pudrición que hace que los frutos se desprendan. La naturaleza es sabia, como es sabido, y de esta forma se propicia que las larvas pasen en tierra a la siguiente fase metamórfica, metiéndose en el suelo, donde se forma la crisálida, de la que saldrá el adulto de la siguiente generación, dispuesto a proseguir la siembra de letales picaduras.
Es natural que en el medio urbano las únicas larvas que progresen en su ciclo serán las de los frutos que caigan en los pequeños retazos de tierra de los alcorques de los árboles; las demás naranjas amargas caen sobre los coches, las motos, las bicis, los bancos de sentarse, el hormigón de las aceras, alguna vez también sobre algún sorprendido viandante... Y es lógico que no resulten experiencias agradables, porque se trata de naranjas que empiezan a verse podridas, en fase de soltar jugos por orificios sospechosos, a veces con presencia notoria de gusanos (las larvas de la Ceratitis), y todo ello compone un paisaje poco agradable para el respetable vecindario, que en ocasiones protesta, reclama acciones, quizás operaciones de limpieza, que se recojan antes las naranjas (¿quién y para qué?)... y hasta se presentan ideas vedosas.
Por ejemplo: Si éstas son naranjas que no sirven, y por eso se quedan en los árboles hasta pudrirse, caer y ensuciarlo todo, ¿por qué no plantar naranjos que den naranjas (o mandarinas) perfectamente comestibles, que se aprovechen? De este modo se conseguirían dos cosas a la vez: Se evitaría el problema actual de la suciedad de las inservibles naranjas amargas que se pudren y se obtendría la agradable oferta de ricas frutas cítricas que podría coger y comerse cualquiera que pasara (turistas incluidos).
Suena bien, la verdad. Tan bien, que en algunos sitios han ideado lo siguiente: no hace falta plantar naranjos nuevos, se injertan éstos con yemas de naranjos y mandarinos de variedades que dan buenos y apetecibles frutos. Y así todo resuelto.
Pero se olvidan de algo fundamental. Los naranjos amargos o bordes son muy sensibles al virus de la 'tristeza', una enfermedad que no es ninguna broma: arrasó la citricultura de toda la Comunitat Valenciana entre los años 60 y 90 del pasado siglo. Hoy, nuestra citricultura se basa en pies o patrones que son tolerantes a dicha enfermedad, como estos: Troyer, Carrizo, Cleopatra, Volkameriana, FA-5, C-35...
La particularidad especial que tiene este asunto contribuye sin duda a extender cierto grado de despiste generalizado, lo que a su vez ayuda a olvidar cómo funciona. El naranjo amargo es muy sensible al virus de la 'tristeza', pero éste no lo daña mientras no se injerte de naranjo dulce, mandarino o cualquier otra variedad híbrida de interés comercial entre nosotros, salvo si es de limonero. Un amargo puede ser casi eterno él solito o si se injerta de limonero, a no ser que sea de una clase de limonero que le provoque miriñaque en el tronco y acabe ahogándolo. Pero esto es al margen del virus, que hace decaer, hasta morir, al amargo injertado de naranjo o mandarino.
Se ha perdido la memoria al respecto porque ya casi no quedan por aquí naranjos comerciales sobre pie amargo, que agronómicamente era el mejor, pero se muere. Los que había, murieron; más de 150.000 hectáreas, no se lo pierdan, más de 60 millones de árboles. Y no es cierto, como argumentan algunos ilusionados concejales, que esta terrible enfermedad esté «erradicada». No se manifiestan sus efectos porque los naranjos de las plantaciones actuales son sobre pies tolerantes al virus, pero éste está presente en la gran mayoría de ellos, lo que a su vez tiene la ventaja de que nos protege frente a otras razas más severas que podrían llegar. Pero entre tanto, no lo duden, esos naranjos que injertan están infectados. Si quieren háganles el test 'Elisa' y lo comprobarán. Y si no lo están, lo pueden estar en un periquete, porque el virtus está alrededor y llegará, y lo que están injertando o proyectan injertar, morirá, no alcanzará a ramos de bendecir.
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