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La economía española vuelve a demostrar una notable resistencia frente a la incertidumbre global desatada por la guerra arancelaria y la tensión geopolítica tras la ... llegada de Donald Trump a la Casa Blanca. Lo que en anteriores crisis como la pandemia era una debilidad –el mayor peso del turismo en el PIB y una débil actividad industrial– se ha convertido ahora en un escudo de defensa ante al empeoramiento generalizado de las perspectivas en la zona euro.
El país ha pasado a liderar la región con un crecimiento del PIB más sostenido que ya fue del 3,2% el pasado año, frente al tímido 0,7% que de media mostraron nuestros socios, según datos de Eurostat. Y, aunque lo imprevisible de las medidas de Trump –sin saber qué pasará con los aranceles a la UE– complican mucho las previsiones de los analistas, las principales instituciones, tanto nacionales como internacionales, apuntan a que el liderazgo se mantendrá. La OCDE ha sido la última en mejorar sus estimaciones de crecimiento para España en tres décimas, hasta el 2,6%, siendo el país desarrollado que más crecerá este año, 1,6 puntos por encima de la media de la zona euro y 2,2 puntos más que Alemania, que aumentará apenas un 0,4%. También el Banco de España mejoró su estimación al 2,7%, similar al 2,8% que ahora prevé BBVA Research, mientras el resto de países siguen ajustando su potencial.
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Pero, ¿qué hay detrás de esta fortaleza frente a una crisis que es global? «A la inversa que muchos otros países europeos, España continúa con un crecimiento muy fuerte del turismo y tiene los fondos europeos. Eso va a tener un impacto sobre la inversión y por eso continuamos siendo optimistas», explicaba esta semana la OCDE. En eso coinciden todos los analistas: mientras el terremoto que pueda llegar no afecte al turismo, el golpe será asumible, con un sector que, pese a los temores de morir de éxito, sigue demostrando su capacidad para batir récords tras cerrar un 2024 histórico en el que casi 94 millones de turistas visitaron el país. Y lo que es más importante: elevaron su gasto un 16% hasta los 126.000 millones de euros, una cifra nunca vista.
«A día de hoy tenemos más margen para aguantar el impacto del escenario actual porque tenemos otros motores que tiran de la economía, como el consumo, el turismo o las exportaciones de servicios, sobre las que no parece que Trump haya puesto el ojo de momento», señala María Jesús Fernández, analista sénior de Funcas. A esto se suma un peso del sector industrial –uno de los más afectados por las trabas arancelarias– que sigue estando por debajo de lo deseado. «El sector servicios está actuando como fuerza impulsora, mientras que el índice PMI del Sector Manufacturero –uno de los más seguidos para pulsar la industria– mostró una contracción en febrero por primera vez en más de un año», apuntan los analistas de S&P Global en su último informe sobre la evolución de la industria.
Este sector supone en España un 11% del PIB, según datos recopilados por el Banco Mundial a cierre de 2023, con excepciones como Navarra o País Vasco, donde la cifra es mayor. Pero la media sigue muy alejada del 20% que marcaba como objetivo la Comisión Europea para 2020 y también del 19% que representa en Alemania. Por esa mayor exposición, el país germano ahora sale perdiendo.
En materia de exportaciones, España también parte con ventaja frente a sus vecinos europeos. «El porcentaje de nuestras exportaciones totales a EE UU ronda el 4,5%, frente al 8% de las del conjunto de la UE», indica María Jesús Fernández. «En el caso de los automóviles, solo el 0,3% de nuestras exportaciones y el 2,8% de componentes van a EE UU, frente al 9,5% y el 6%, respectivamente, de la UE», añade.
Así, el impacto directo de la tensión arancelaria parece controlado, pues aunque algunos sectores, como el vino, pueden sufrir más, tienen poco peso en el conjunto del PIB. No obstante, los expertos advierten de efectos indirectos que pueden hacer girar todas las previsiones, pues si la industria europea se ve afectada, la española también corre peligro por la vía de sus exportaciones a la zona.
«La sensación de caos –por lo imprevisible de los aranceles– en las empresas exportadoras y en aquellas cuyas cadenas productivas están muy globalizadas impide tomar decisiones sobre la organización de la actividad, la orientación geográfica de los flujos comerciales y las inversiones a realizar», añaden los analistas de Funcas. Y van un paso más allá: «Cuando quede definido el mapa definitivo de las medidas de Trump, habrá empresas, tanto europeas como norteamericanas, que trasladen actividades productivas a otros países para evitarlos. Las cadenas de producción globales tendrán que reorganizarse», apuntan.
«La organización geográfica actual de las cadenas productivas es el resultado de muchos años de perfeccionamiento, de prueba y error y, por tanto, la forma más eficiente, la más barata. Cualquier otra hará que los productos que compremos en el futuro serán más caros y perderemos capacidad adquisitiva», advierte Fernández.
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