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Parecía algo de película o, como poco, una ocurrencia asiática con dudoso recorrido y rentabilidad. Pero no. Dormir en un cubículo de dos metros ... de largo es algo que ya se puede hacer en Valencia, que en los últimos meses ha visto cómo se han abierto dos locales que ofrecen la experiencia de pasar la noche en una cápsula de dos metros de largo.
Ambas iniciativas no han pasado inadvertidas porque entre el boca a boca y las redes sociales han comenzado a captar el interés tanto de extranjeros que visitan la ciudad como de locales que quieren vivir la experiencia, pero en ningún momento han sido promocionadas por sus impulsores. Es evidente que esta evolución de lo que podrían ser los clásicos albergues llama la atención y tiene sus ventajas. Las principales, el precio razonable y la pseudoprivacidad.
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El primer local en abrir fue Limin Hostel, que se inauguró sin mucho ruido el pasado marzo en un establecimiento del barrio Cabanyal-Canyameral. Por fuera no parece gran cosa y sólo un cartel escrito en inglés (Hostel Limin Capsules) en una fachada descuidada da alguna pista. Una vez dentro puede parecer un hostal más, aunque en sus habitaciones es donde está la novedad.
Tal y como explican sus empleados, un emprendedor asiático compró 65 de las cápsulas que se utilizan allí y las trajo a Valencia. Consiguió las licencias y subió su propuesta al portal Booking con unas fotos hechas rápidas con el móvil y el resto llegó solo. Tanto que una mañana de un miércoles de octubre se puede observar bastante actividad y trasiego.
La propuesta es simple. Al llegar se asigna una tarjeta y una de las cápsulas, que puede ser individual o doble, con un número concreto. El proceso es tan fácil como acercarte a esta especie de cabina, pasar la tarjeta y abrir la puerta. En el interior hay una cama y un pequeño panel con enchufes y desde donde se puede modular una luz que dota al cubículo de plástico, con un sistema de ventilación, de un aire futurista.
Isabel Cayetana Zapater Zapater es una vecina de Burjassot que esta semana ha disfrutado de la experiencia. Y no lo ha hecho sola. En declaraciones a este periódico relata que convenció a su novio para pasar dos noches después de que se lo recomendara una amiga. «La verdad es que nos ha gustado mucho, es toda una experiencia», indica mientras recoge sus cosas de la taquilla. «Y lo mejor de todo es que no es caro, nos ha costado 40 euros y va con desayuno y todo», añade su pareja.
Porque una de las mayores virtudes de esta propuesta es el precio. Si se comparte una cápsula doble por unos 20 euros se pasa la noche y en el caso individual es por unos 28. ¿El otro motivo por el que gusta? Pues por la mezcla entre el anonimato y la posibilidad de socializar con las personas que duermen a pocos metros en las salas comunes que tienen estos establecimientos.
Así lo explica Emilio Montesinos, un valenciano que decidió exportar este modelo dándole una pequeña vuelta. Después de largos viajes en países como Singapur en los que se alojó en hoteles cápsula decidió 'occidentalizar' la idea. Volvió a la ciudad, convenció a varios conocidos para lograr financiación y se puso manos a la obra.
El resultado se materializó hace pocas semanas, cuando se inauguró The Pod Suite Hostel en un local del pasaje Doctor Bartual Moret de Blasco Ibáñez. Desde entonces «lo tenemos lleno siempre», afirma. Algo que admite que le ha sorprendido ya que no han hecho ninguna campaña y se han limitado a abrir una cuenta en redes sociales y registrarse en Booking.
Como se observa en sus instalaciones, la propuesta de este hotel cápsula es algo distinta. Montesinos quería evolucionar el concepto y hacerlo algo más acogedor, por lo que decidió sustituir las cabinas de plástico por otras de madera insonorizadas para crear 24 cubículos más confortables que en lugar de puerta tiene un estor.
La novedad de este hotel cápsula es que cuenta con nada menos que 120 sensores y otros mecanismos que digitalizan toda la experiencia hasta el punto de que el 'check in' se puede hacer desde el panel de control del cubículo. En este caso, para entrar al mismo no hace falta una tarjeta sino un código que se facilita al usuario al hacer la reserva o una pulsera que espera en la cama.
En este caso la mayor parte de los clientes son extranjeros y el idioma predominante es el inglés. En el local se ven tanto viajeros esporádicos como una holandesa que se encontró la oferta en internet como otros que practican el denominado 'slow tourism', que consiste en viajar solo y tener largas estancias. Algo que ocurre ya que hay un cliente que lleva en el hostal desde que lo abrieron.
Montesinos relata que para desarrollar esta idea decidió apostar por el sector del mueble valenciano, que tenía claro que podría materializar su propuesta. Y ha salido muy satisfecho con el trabajo que se ha hecho y piensa contar con las mismas empresas locales en el futuro.
Porque el éxito logrado en menos de dos meses le ha convencido para expandirse. Este empresario que durante años estuvo vinculado al mundo de las startups tiene claro que los datos de reserva avalan su plan de negocio, pero al mismo tiempo es consciente de que es imposible de rentabilizar solo con 24 camas.
Por ello, prepara la apertura de un segundo hotel cápsula en el entorno de la Ciudad Administrativa 9 de Octubre. Pero no se queda ahí ya que más a largo plazo tiene intención de abrir un tercero por la zona más costera de la ciudad. Además, tiene la sospecha de que este tipo de iniciativas se expandirán por toda la ciudad.
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