«Cuando empezamos solo había un avión e iban a venir dos más, todos turbohélices, y no teníamos el acuerdo con Iberia», recuerda el comandante Federico Lavernia, uno de los pilotos más veteranos de Air Nostrum, sobre los comienzos de una aerolínea que cerró 2018 con 42 aviones y 62 rutas operadas en 45 aeropuertos.
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Hoy se cumplen veinticinco años desde que el primer Fokker 50 de la compañía que preside Carlos Bertomeu inició la operación regular de Air Nostrum, con el vuelo YW 251, que transportó a dieciséis pasajeros de Valencia a Bilbao.
Eran tiempos muy diferentes, como relata Lavernia a LAS PROVINCIAS y reflejan las fotografías del vuelo inaugural, en las que Bertomeu posa con Emilio Serratosa, fundador de la compañía que el entonces directivo compraría, veinte años después, para evitar que pasase a manos de un fondo buitre.
Desde 1994, Air Nostrum ha transportado noventa millones de pasajeros y se ha convertido en líder de la aviación regional en España y una de las mayores europeas. Franquiciada de Iberia para vuelos regionales, factura más de 501 millones de euros y supera los 1.400 empleados.
«La compañía ha cambiado muchísimo y las personas también, con 25 años e incluso 25 kilos más», bromea Lavernia, testigo de la evolución de una empresa que, tras sobrevivir a la crisis, se lanzó a la conquista de otros negocios como el mantenimiento de aviones, la extinción de incendios o los trenes de alta velocidad, como primer operador privado de la mano de Trenitalia.
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La aerolínea celebra su primer cuarto de siglo decidida a convertirse en un conjunto de empresas diversificado funcional y geográficamente. Es por eso que ILAI, la sociedad inversora de Bertomeu y los fundadores del IVI Antonio Pellicer y José Remohí, reorganizó su estructura para liderar la fusión con la irlandesa CityJet.
«Son planes de crecimiento muy ambiciosos, necesarios y muy ilusionantes para la plantilla», constata uno de sus miembros más veteranos y apreciados.
Federico Lavernia relata, además, cómo ha cambiado su labor dentro de la cabina: «Antes éramos más pilotos de aeropuerto, de saber despegar y aterrizar, y ahora somos más gestores de cabina, tenemos que saber controlar todos los elementos para navegar mejor».
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«Ha aumentado muchísimo la precisión, con sistemas vía satélite, y somos mucho más seguros, eficientes y puntuales, ahora se exige pericia en los últimos 30 o 45 segundos, para poner el avión en el suelo», explica.
Entre las anécdotas más entrañables en sus 25 años a los mandos de aviones de Air Nostrum, destaca un vuelo de Madrid a Valencia, a última hora, en el que tras desembarcar el pasaje, vio a una mujer de avanzada edad que permanecía en su asiento, rodeada de bolsas. Recuerda que le contó que «no bajaba del avión porque aún no había llegado a su casa», en Santiago, de donde había partido en dirección a Madrid para pasar un día de compras navideñas y le aguardaban, de vuelta, sus hijos. Se confundió de avión y tuvo que pasar la noche en Valencia, antes de regresar a Santiago con una aventura que contar a su familia, que hoy, admite Lavernia, «es impensable que pudiera repetirse con los controles actuales».
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