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Vuelven los camiones de mudanza y las grandes grúas de la construcción. La recuperación del mercado inmobiliario empieza a percibirse a pie de calle, especialmente en zonas como Ciutat Vella y el Ensanche, donde los carteles de ‘se vende’ ya no envejecen en los balcones. En Valencia, el tiempo medio de venta de una vivienda vuelve a estar por debajo de los nueve meses, una cifra que se considera ya razonable, aunque casi triplique lo que se tarda en vender un inmueble en Madrid o en Barcelona.
Así lo señala José Antonio López, director territorial de la sociedad de tasación Tinsa, líder en valoración y asesoramiento inmobiliario en España y Latinoamérica. Tras el estallido de la burbuja inmobiliaria y las dramáticas consecuencias en términos de destrucción de empleo, quiebras y desahucios, la construcción despierta de su letargo, mientras las instituciones, entidades financieras, empresas y ciudadanos aseguran haber aprendido la lección para no repetir los errores del pasado.
En la Comunitat, los primeros síntomas de recuperación surgieron en Alicante, gracias al tirón del comprador internacional, que sigue acaparando cerca de la mitad de las adquisiciones de viviendas.
Tiempo después fue haciéndose hueco el comprador nacional, que «empieza a resurgir» tanto en Valencia como en Alicante, algo menos en Castellón. «Llevamos más de un año de crecimiento en número de transacciones, sobre todo nacionales», apunta López, que explica cómo la compra de viviendas crece sobre todo en las grandes ciudades y sitúa en Valencia el epicentro de la actividad inmobiliaria actual.
En el cap i casal, en términos generales, se venden ya más viviendas que hace un año y también más caras. Ciutat Vella y el Ensanche son los distritos que concentran el mayor volumen de compraventas de vivienda de segunda mano, junto a otros barrios de rentas medias y medias-altas como la zona de Mestalla.
Los precios vuelven a subir y alcanzan ya los 2.088 euros por metro cuadrado en Ciutat Vella y los 1.960 en el caso del Ensanche, sobre todo por el atractivo de Ruzafa, convertido en el barrio de moda por excelencia, tanto para inversores internacionales como para los compradores de vivienda nacionales.
Por contra, Torrefiel y Orriols se sitúan a la cola en ventas, mientras que los precios más bajos corresponden al distrito que engloba Benimámet y Beniferri, con 825 euros por metro cuadrado, seguido de cerca por Poblats del Nord, que incluye poblaciones como Benifaraig, Carpesa o Borbotó (842 €/m2).
Según Ferran Font, director de Estudios del portal Pisos.com, «se está repitiendo lo que sucedió hace varios años en el centro de Madrid o Barcelona: las zonas más buscadas empiezan a subir el precio y, de ahí, se va extendiendo al resto de la ciudad». Cuando no es asumible, quienes querían comprar optan por el alquiler, que también se encarece.
En cuanto a las viviendas de nueva construcción, desde Tinsa sitúan el mayor empuje en Malilla, Quatre Carreres, Benicalap y el entorno del Camino de Moncada. Son las zonas de expansión, las que aglutinan más compras de suelo para promover, con Malilla y Patraix como «las únicas de la ciudad donde queda suelo urbano finalista para edificar».
En lo que va de año, también se detecta un cambio en el tipo de inmuebles que buscan los compradores. Quieren pisos más grandes.
«Antes buscaban viviendas de una o dos habitaciones, ahora la mayoría quieren al menos tres», apunta López. En 2007, se vendían pisos de 110 metros cuadrados y ahora, la media se sitúa en 135 metros de superficie construida, entre otros motivos porque «el precio ha bajado tanto que la gente tiene capacidad para comprar viviendas más grandes».
Ferran Font, que augura «un porvenir dulce» para el mercado de la vivienda tras registrar el cuarto repunte interanual consecutivo en la firma de hipotecas, aprecia asimismo nuevos perfiles de comprador. Mientras se normalizan las inversiones internacionales, la reactivación nacional abarca al «comprador clásico que tiene estabilidad y cierta capacidad económica, y se muda a una casa más grande», pero también a «un segmento de la población, joven, que ha conseguido un empleo fijo o una mayor remuneración y ahora podría pagar una hipoteca, pero no ha podido ahorrar».
En este último caso, la compra depende de la laxitud de los bancos con las condiciones de acceso a la financiación. «Se están normalizando, aunque sin volver a las épocas en las que era demasiado sencillo», recalca Font, que constata que «empieza a haber entidades que vuelven a dar el 100% de financiación, pero en condiciones muy concretas». Así, descarta una nueva burbuja inmobiliaria, como la ya detectada por la agencia de calificación Fitch en el centro de Madrid y Barcelona, aunque descarta que se generalice en el resto del país a corto plazo.
En un contexto en el que vuelve a abrirse el grifo del crédito y la hipoteca fija sigue ganando terreno a la de tipo variable, en Valencia también resultan llamativas las diferencias en términos de esfuerzo financiero, medido como el porcentaje del salario bruto familiar necesario para el primer año de hipoteca. Los vecinos del Ensanche son los que dedican mayor proporción de ingresos (26%) a la cuota que pagan por vivir en Ruzafa, El Pla del Remei o Gran Vía. En Ciutat Vella, que incluye La Seu, La Xerea, El Carmen, El Pilar, El Mercat y Sant Francesc, baja al 23,5%, en la parte alta de un listado que cierra Jesús, donde la hipoteca exige un 11,7% de los ingresos.
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