Dos ancianos pasean por el desangelado acceso de la fábrica con más de cien años de historia. Irene Marsilla

Vilafranca del Cid, entre el éxodo o la reinvención

El cierre de la centenaria fábrica de Marie Claire agudiza la falta de oportunidades en un pueblo envejecido, en el que el emprendimiento o la energía eólica pueden ser la solución

Javier Gascó

Valencia

Lunes, 24 de febrero 2025, 00:53

En Vilafranca del Cid, uno de los municipios limítrofes de la Comunitat por la comarca de Els Ports, la vida ha cambiado por completo en ... los últimos años. Hace un par de décadas, concretamente en el recordado y frío febrero de 2005, con -10 Cº y metro y medio de nieve en el exterior, casi nadie podía imaginar que veinte años más tarde el termómetro marcaría en esa misma fecha una temperatura más propia de una tarde primaveral que de una mañana de pleno invierno. Tampoco que Marie Claire, un icono de la industria textil con más de cien años de historia que llegó a dar empleo a tantas personas como hoy habitan en la localidad (según el INE, Vilafranca cuenta con 2.139 habitantes), acabaría bajando la persiana de forma definitiva tras un cúmulo de fracasos en su gestión.

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La tristeza que genera el cierre de la emblemática planta de producción de medias y ropa deportiva es generalizada. No obstante, cada cual lo entiende de distinto modo. Lo que suceda a partir de ahora todavía resulta demasiado incierto.

Los más mayores del lugar, como Santiago Alcona, que a sus 82 años aún recuerda haber trabajado «más de 40 años en la fábrica», lo tienen claro: «Yo ya poco puedo hacer, pero los jóvenes...Todo el que pueda y encuentre trabajo se irá, ¿qué ha de hacer si no?».

Los trabajadores afectados por el cierre, como Cándido Andrés, presidente del comité de empresa de la compañía, cree que el cierre va a provocar «una rueda trituradora» que tendrá un efecto demográfico notable en los próximos dos años: «La gente más joven que trabajaba aquí tiene hijos. Ahora se van a tener que ir y se van a llevar a sus hijos, por lo que van a sobrar maestros en el colegio. Si hay menos gente, los comercios reciben menos ingresos...Y así por toda la comarca», comenta el extrabajador, que también es teniente de alcalde de la localidad.

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«Yo ya poco puedo hacer, pero, todo el que pueda y encuentre trabajo se irá. ¿Qué ha de hacer si no?»

Santiago Alcona

Vecino de Vilafranca del Cid

«Esto va a ser una rueda trituradora para el pueblo. Hemos pasado de la euforia a la depresión máxima»

Cándido Andrés

Presidente del comité de empresa de Marie Claire

Cierto es que la edad media de la plantilla se sitúa más cerca de los 50 años que de los 30, por lo que la mayoría de los 68 trabajadores que se han quedado sin empleo están más cerca de la jubilación que de poder comenzar una nueva vida lejos del pueblo. Lo que no quita que haya que buscar soluciones a corto y medio plazo para ellos, después de que, como explica Cándido, se haya pasado «de la euforia a la depresión máxima» en cuestión de meses.

La adquisición de los bienes productivos de Marie Claire por parte de For Men generó esperanzas. Algunos incluso llegaron a pensar que, bajo la nueva propiedad, la factoría produciría al nivel que lo hacía en sus mejores años. «Los ingleses vinieron para ver cómo éramos capaces de fabricar un millón de medias diarias en un pueblo de montaña de pocos habitantes», recuerda Aureli Tena, que durante 36 años ha sido tejedor en la emblemática textil.

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De aquello no queda nada. Bueno, sí: los últimos pedidos de medias que llegaron a producirse en octubre y que han quedado encarcelados entre las frías paredes –tras las vacaciones de Navidad la plantilla no pudo volver al trabajo porque no funcionaba la caldera debido a los impagos del propietario y las temperaturas en el interior eran inferiores a las del exterior– de la nave.

«Los ingleses vinieron para ver cómo éramos capaces de fabricar un millón de medias diarias»

Aureli Tena

Extrabajador de Marie Claire

¿Cuál es la solución, por tanto? El presidente del comité de empresa cree que sería oportuno diseñar un plan de empleo para tratar de recolocar a los empleados menores de 50 años en otras compañías, como la residencia de ancianos o algunas de las empresas industriales que todavía sobreviven en el pueblo, y un programa de prejubilaciones para los más veteranos.

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Entre las generaciones que únicamente tuvieron el infortunio de vivir los años complicados de la que un día fue una factoría de referencia para toda Europa hay distintas visiones. Quienes han sufrido el cierre de la planta en sus propias carnes, como Raquel Guardiola, una de las tejedoras más jóvenes que todavía permanecían en plantilla cuando el pasado lunes For Men envió el burofax definitivo, no ven opción alternativa: «La gente que ha ido saliendo en los procesos anteriores ya se ha recolocado en los puestos que iban surgiendo. Si no encuentro nada, con dos hijos y sin faena, nos tocará marcharnos a Castellón».

La capital de provincia ha sido el destino preferente de aquellos que en los últimos años han decidido abandonar el municipio. A 85 kilómetros de Vilafranca hay más oportunidades laborales, entre otras muchas cosas. Lo triste para Javier Artola, vecino del pueblo y extrabajador de la fábrica de Marie Claire, es tener la obligación de bajar el vertiginoso Puerto de Ares para encontrar faena. «Tengo miedo de irme fuera a trabajar. Trabajé en la Vall d'Alba, pero me parecía muy lejos», explica con cierto enfado Javier, quien considera que el baile de propietarios en Marie Claire «ha arruinado al pueblo».

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«Tengo miedo de irme fuera a trabajar. Ya estuve trabajando en la Vall d'Alba, pero me parecía muy lejos»

Javier Alcona

Extrabajador de Marie Claire

Aunque Vilafranca es el segundo pueblo de la comarca de Els Ports con mayor población, solo por detrás de Morella (2.492 habitantes), también ha sufrido los efectos de la despoblación. Además de haber perdido cerca del 7% de su población, Vilafranca también ha sufrido un envejecimiento considerable de su censo. «Aguantaremos hasta que desaparezcamos, porque los jóvenes se van y los viejos se van muriendo. Nos quedamos una generación de 50 para arriba», comenta Juan, vecino de 65 años, que critica las inefectivas políticas contra la despoblación: «Si pusieran infraestructuras suficientes aquí, igual la gente se quedaría y no se irían todos a las ciudades».

Voces de optimismo

Sin embargo, también hay quienes defienden que «en el pueblo hay futuro» más allá de Marie Claire. Zaira Fabregat está a punto de ser mamá a sus 33 años y desea que su hija crezca en Vilafranca del Cid. Defiende que hay oportunidades para hacerlo: «Las nuevas generaciones se forman para trabajar en sitios distintos a Marie Claire. Buscan otras salidas profesionales, que también hay en el pueblo, o deciden emprender».

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Es cierto que en los últimos años se han abierto negocios, como la carnicería Carns Noel, cuyo propietario, Noel Martí, aboga por «fomentar este tipo de negocios», ya que desconfía que pueda llegar «otra industria que dé trabajo a cientos de personas», de la manera en la que lo hacía Marie Claire cuando «todo lo que pasaba en Vilafranca estaba ligado a la fábrica».

«Las nuevas generaciones se forman para trabajar en sitios distintos a Marie Claire. Buscan otras salidas»

Zaira Fabregat

Profesora en Vilafranca del Cid

«Hay que fomentar los negocios, porque no va a llegar otra industria que dé trabajo a cien personas»

Noel Martí

Carnicero emprendedor en Vilafranca del Cid

Incluso se han recuperado servicios, como la educación posobligatoria (Bachillerato) en el instituto municipal, lo que lleva aparejado un incremento del profesorado trasladado hasta la localidad.

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La comarca también se ha convertido en una zona atractiva para la puesta en marcha de proyectos eólicos, que en su fase de montaje generan un buen número de puestos de trabajo, pero una vez instalados sólo necesitan a una veintena de empleados para su mantenimiento. Es esperanzador, sí. Pero poco más.

Al mismo tiempo que llegaban los inmensos molinos a las montañas del altiplano, cerraban otros negocios locales. En el último año un restaurante y una pescadería bajaban la persiana. Los dos hoteles que en su día sirvieron incluso para dar alojamiento a trabajadores de la fábrica de Marie Claire hoy siguen a la espera de que alguien pueda interesarse en ellos para reabrir. El turismo no parece la solución para la localidad. «Aquí la gente está acostumbrada a trabajar de lunes a viernes en la fábrica y descansar el fin de semana. No podemos intentar cambiar eso de la noche a la mañana», comenta Isabel Edo, trabajadora de la oficina de Turismo del municipio.

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«La gente está acostumbrada a trabajar de lunes a viernes en la fábrica y descansar el fin de semana»

Isabel Edo

Trabajadora de la Oficina de Turismo de Vilafranca del cidd

La falta de formación es otra cuestión que dificulta la reinvención de Vilafranca. Cuando toda una comarca tiene la posibilidad de encontrar empleo bien remunerado a pocos kilómetros de casa, ¿para qué formarse más de la cuenta?

«El cierre de la fábrica no es el primer golpe que recibimos en Vilafranca. Hemos vivido diferentes shocks sin darnos cuenta del todo de lo que estaba pasando. El de ahora sobre todo es doloroso, porque Marie Claire era una salida profesional muy fácil que desaparece», comenta Jairo Sans, miembro de la corporación municipal y portavoz del PP en Vilafranca del Cid.

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Vivir sin complicaciones

El complicado escenario que se presenta, sobre todo por la falta de una sólida oferta laboral, es menos oscuro si se tienen en cuenta las virtudes de un municipio en el que la tranquilidad es palpable y los problemas que acechan a las grandes ciudades, como la dificultad para acceder a la vivienda o el precio de la gasolina, parecen sacados de un universo paralelo.

«Se van a Castellón y dicen que hay problemas de vivienda. Si aquí te digo que hay cien casas para vender y otras tantas que están a punto de caerse porque no vive nadie, ¿te lo crees?», comenta Juan. Sólo es necesario pasear por una de las calles del centro histórico de la localidad, donde se pueden contar hasta cinco carteles de 'Se Vende'.

En Vilafranca del Cid las cosas han empezado a cambiar, pero «esa calidad de vida» a la que se refiere Isabel Edo cuando habla de su pueblo todavía sigue presente.

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