«Cada golden visa trae a Valencia mucho más que medio millón»

El norteamericano había logrado ahorrar con su periplo profesional en Estados Unidos y otros lugares del mundo. Tras unos meses de búsqueda, se lanzó decidido a por un piso de Valencia muy céntrico, de 260 metros cuadrados, por el que pagó algo más de medio millón de euros en junio del año pasado. Y con esa inversión él y su pareja obtuvieron el permiso de residencia de inversores por un periodo de dos años.

El flechazo valenciano les llegó «por el clima increíble, por su gran cultura, el carácter de esta región y de sus gentes y la excelente comida». También por la proximidad a Italia, donde reside la familia de su mujer. «Pensamos también solicitar allí la residencia para inversores, pero optamos por Valencia por conocer algo nuevo y porque en Italia la vida es algo más cara», reflexiona.

Actualmente Rob está reformando la casa adquirida (más dinero para la economía valenciana) y vive alquilado en un piso próximo. Todo para iniciar una nueva vida aquí con los negocios. «En Estados Unidos ejercí como inversor inmobiliario y conozco bien este mundo. Aquí, en Valencia, estamos pensando en otros proyectos, como el interiorismo, o la cocina… Ya veremos. Hay muchas opciones y estamos muy ilusionados», resume.

Ante el mazazo del Gobierno español a la golden visa, Rob consultó a su abogado. «Según me explica, voy a poder quedarme e incluso renovar la residencia hasta los cinco años. Y si salgo de este programa para extranjeros, buscaré algún otro modo para seguir en Valencia, como la residencia temporal no lucrativa, ya se verá…», reflexiona confiado.

Según lamenta el inversor estadounidense, la decisión de España de eliminar el visado para personas pudientes no comunitarias ha conmocionado a muchos como él: residentes en Estados Unidos que ya miraban con buenos ojos la región valenciana como el lugar ideal para residir por vía del visado dorado.

«Conozco hasta una docena de compatriotas que estaban interesados en Valencia», destaca. «Y hay gente ya involucrada en el programa que había presentado los primeros papeles y ahora se encuentran con la duda y la incertidumbre», lamenta.

Rob, con amplia formación económica y buen conocimiento del mundo inmobiliario, cree que la decisión del Gobierno de Pedro Sánchez «responde a razones políticas». Desde su perspectiva, «no es un paso acertado ni creo que vaya a solucionar el problema del encarecimiento de la vivienda en España».

Y lanza varias propuestas: «Lo primero para abaratar sería que el Gobierno construya más vivienda asequible, fomentar que lo hagan inversores o propiciar el uso de los muchos pisos que están vacíos». Hendricks cree que la Comunidad Valenciana «va a perder inversión extranjera y muchos beneficios para la economía valenciana, pues cada golden visa trae mucho más que el medio millón» de la casa adquirida.

Pone varios ejemplos: «Los emigrantes inversores pagamos clases de idiomas, como mi mujer, que estudia español. Hacemos reformas, compramos mobiliario, comemos...». Y añade «el importante efecto llamada» que tanto han destacado las inmobiliarias en los últimos meses, el de muchos extranjeros con alto poder adquisitivo que se enamoran de la ciudad y aconsejan a otros venirse.

El experto en negocios coincide con lo que ya ha expresado el sector inmobiliario: «El porcentaje de compradores por la golden visa es bajo en comparación con todos los que compran viviendas caras». No comprende, por tanto, que se vincule esta manera de residir en España con esa «tensión» de precios a la que alude la ministra de Vivienda.

En opinión de Rob, «podrían haber estudiado otras medidas menos drásticas en lugar de eliminar la golden visa, por ejemplo limitarlo a sólo un piso en lugar de varios que superen ese medio millón de euros». Al americano le queda, al menos, el consuelo de haber llegado a tiempo a Valencia antes del cerrojo.