La libreta gris

100 días y 1.360 noches

No sé quién, ni por qué ni cómo, ni dónde, ni cuándo se estableció que había que juzgar a los gobiernos por lo realizado en sus cien primeros días

Gaspar Macià

Domingo, 27 de septiembre 2015, 00:32

«Dijo hola y adiós,/ y el portazo sonó como un signo de interrogación./ Sospecho que así se vengaba, a través del olvido...». Canción '19 días y 500 noches' (1999) de Joaquín Sabina ,

Publicidad

No sé quién, ni por qué ni cómo, ni dónde, ni cuándo se estableció que había que juzgar a los gobiernos por lo realizado en sus cien primeros días. Más allá de lo redondo de la cifra, insisto, no encuentro justificación. ¿Por qué no los 150 primeros días? ¿O los 200, o los 300, que también son redondos? La cuestión es que aquí estamos todos, haciendo balances como desaforados, sopensando qué ponemos en el debe y qué en el haber. Las mejoras en limpieza, ¿cuentan como compromiso realizado o todavía deben figurar en el apartado de promesas inconclusas? ¿Debemos darle ya un aprobado al gobierno plural y de progreso en participación al posibilitar que los ciudadanos hablen en el Pleno? ¿Ha incumplido el tripartito su compromiso de no aumentar la presión fiscal al anunciar que no bajará el recibo del IBI en 2016 cuando tenía que hacerlo un 10%? La respuesta a estas y otras preguntas que se pueda plantear el lector no está ni mucho menos clara. Porque son procesos en marcha, cuyo desenlace no conocemos y, por lo tanto, no contamos con suficientes elementos para determinar si son correctos o no. Y más si, como es el caso que nos ocupa, de esos cien días hay que descontar 30 que han sido prácticamente inhábiles por mor de las fiestas patronales y las vacaciones del alcalde y la mayoría de los concejales (menos Supercristina). En cualquier caso, ahí tenemos a Carlos González haciendo un balance «satisfactorio» del periodo de gracia, enumerando los logros del PSOE en particular y del gobierno multicolor en general, casi como si estuviéramos ya al final del mandato, si no fuera porque el Mercado Central sigue encallado. Advirtió, sin embargo, de que aún quedan 1.360 días, con sus noches, por delante. Así que tranquilidad. Tenemos también a Mireia Mollà y sus compromisarios haciendo balances de sus parcelas en un acto público, estilo mitin. Y ante ellos, la oposición, con Mercedes Alonso al frente, que, en mayor o menor medida, denuncia inoperancia, descoordinación, lentitud e incumplimientos -no necesariamente por este orden- en el tripartito. Son nuevos tiempos pero el ritual se mantiene. Ahora, a por los 200, a ver qué pasa.

Pueden pasar muchas cosas, a tenor de cómo está el patio del gobierno tricótomo. Se apreció en el Pleno extra de esta semana, una sesión que supuestamente el PP pidió para que los responsables de área expusieran sus líneas de trabajo, pero que luego se descubrió que en realidad lo que querían los populares era pregonar a los cuatro vientos lo bien que lo habían hecho en los cuatro años anteriores, pese a que el pueblo no lo supo apreciar -al menos no en su justa medida-. Allí estaba el alcalde, cronómetro en mano, aplicando con severidad los tiempos de exposición, réplica, contrarréplica y alusiones. Todo muy reglado, pero un auténtico tostón. Menos mal que Cristina Martínez siempre se encarga de darle vidilla a las sesiones plenarias, por acción u omisión. En este caso por lo último, ya que tanto ella como su compañero ilicitano, Fernando Durá, llegaron con hora y media de retraso. Ausencias que dieron pie a especulaciones por parte de los malpensados rompegobiernoplurales de siempre. Y es que el día anterior el alcalde le había pedido a la portavoz respeto hacia él y sus compañeros de gobierno, y que en lugar de despotricar de ellos en las redes sociales, se lo dijera en la cara. Así que algunos pensaron: «¡Ya está, gobierno roto!». Pues no, porque los Ilicitanos llegaron. Y lo hicieron al mismo tiempo, aunque cada uno había estado supuestamente en sitios dispares: ella salvando vidas y él en manos del médico, en este caso las de un compañero de candidatura, que le hace precio especial. Para que no hubiese duda (que las hubo) de que no era ningún aviso, escarmiento o reprimenda al alcalde por sus apelaciones al respeto, la portavoz hasta mostró el certificado médico de su compañero, con peineta incluida. En cuanto a ella, en esta ocasión no tuiteó aquello que esgrimió en la pasada legislatura de que era más importante salvar vidas que acudir al pleno, pero se le entendió. Un señor del público -socialista, seguramente- le comentó a su acompañante : «Pues cuando pidió permiso al Samu para irse varias horas a una reunión del Elche CF se ve que no tenía vidas que salvar». Menos mal que la ilicitana no lo oyó. La verdad es que tampoco a ella se le escuchó apenas en toda la sesión, pendiente como estaba del ciberespacio, pese a que tenía derecho a intervenir varias veces como portavoz de su grupo. ¿Seguía enfadada con el alcalde? ¿No se siente comprendida ni querida por sus compañeros de gobierno (menos Mireia)? ¿Cansada tras una intensa guardia? ¿Meditaba una respuesta adecuada a tanto ataque a diestro y siniestro, canallesca incluida? ¿Contaba los días que quedan para comerse el turrón? Nada más acabar, corrió a proseguir con sus múltiples tareas y ocupaciones municipales, que es lo que los ilicitanos le piden a la Concejala del Pueblo. «Ciento diez, ciento once, ciento doce...». Y me llevo dos.

Este contenido es exclusivo para suscriptores

Suscríbete a Las Provincias: 12 meses por 12€

Publicidad