GÓMEZ ORTS
Lunes, 18 de enero 2016, 01:03
Cumpliendo con la tradición, con un frío impresionante a primeras horas de la mañana que fue decreciendo conforme el sol fue adueñándose del día, se desarrollaron ayer los actos culminantes de las tradicionales fiestas de San Antón, la romería, el 'almorsaret' en los alrededores del barrio y la ermita, y la bendición de los animales, con una nutridísima afluencia de gente.
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El programa de la jornada se inició a las ocho de la mañana, con el volteo de campanas y consiguiente pasacalles, con salida hacia los recintos festeros para recoger el santo y llevarlo a la iglesia. Tras la misa, se preparó la salida de la romería hacia la ermita. Mientras tanto, se había ido congregando muchísima gente en los alrededores del templo, comenzando por las autoridades, con el alcalde, Carlos González, al frente, además de Gestora de Festejos Populares y representaciones de otros entes festeros.
El traslado del santo a la ermita duró una hora, cuando normalmente podría haber durado diez o quince minutos, pero las paradas cada dos o tres metros y los excesivos balanceos se reiteraron durante el recorrido, acompañados de los consabidos gritos de «¡San Antón, San Antón!». Como curiosidad, al paso por los chalés de la zona, se escuchó una voz de mujer con el grito «¡Viva Sant Antoni!», que nos recordó los tiempos en que siendo el patrón de los alpargateros, salía la romería desde el centro de la población, desde la fábrica de Casaqueta, donde se instalaba, y se le realizaba la consiguiente serenata... Pero aquellos eran otros tiempos.
A la llegada del santo a la ermita, fue introducido a los acordes de la Marcha Real, tras un lapsus en la entrada al recinto de la ermita de los músicos, a los que no dejaba pasar una persona que ejercía de portero en el recinto, por ser mucha la gente que había penetrado. Incluso se les negó la entrada a las reinas de las fiestas de Elche.
Ni que decir tiene que los alrededores de la ermita constituían un auténtico hervidero de gente, que poco a poco se fue situando en los espacios libres en huertos y solares libres en un amplio radio, además de los diferentes recintos festeros instalados al efecto, con un impresionante porrate que se extendía hacia las calles de entrada a la zona.
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Cabe añadir, además, el consiguiente paseo al frente de la romería del voluminoso cerdo, en realidad cerda, por cuanto era hembra.
Tras el habitual almuerzo, regreso del santo a la parroquia, en una nueva romería, procediéndose posteriormente a la tradicional bendición de animales, como siempre muy concurrida, seguida de la rifa de la hucha del cerdo. Mientras, el humo de las hogueras preparadas para asar las carnes y embutidos o las paellas, invadía toda la zona en las horas de la comida. La feria ofreció diversión para niños y jovencitos. A las nueve de la noche, una traca puso el punto final a las tradicionales fiestas en honor a San Antonio Abad.
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