Base por altura partido por 2

«-El más cercano a nuestra sangre es el más cercano a verterla». Donalbain en 'Macbeth' (1606) de William Shakespeare.

Carolina Bescansa se presenta con su retoño en el Congreso y se arma un debate nacional sobre la relación concatenante entre la conciliación familiar y el oportunismo político. Cristina Martínez acude con su perrita yorkshire a la rueda de prensa a anunciar que habrá un trozo de playa para canes en El Pinet y ni siquiera es 'trending topic'. Por no hablar de los bares y cafeterías, donde se disertó más sobre si Messi debía jugar en Bilbao que de la conveniencia o no de que nuestros mejores amigos perrunos compartieran con sus amas/os las bondades saludables del mar en condiciones legales. Ni siquiera se entró a nivel social en si los congéneres de Snoopy debían acudir a la playa con traje de baño (si los visten en invierno con sus jerséis, ¿por qué no un bañador o un tanga en verano?) o a pelo. Se ha zanjado la cuestión muy rápidamente, y eso que como dijo su promotora, era una noticia que muchos ilicitanos estaban esperando. En cualquier caso, se demuestra, una vez más, que la ilicitana más ilicitana está al quite de las demandas sociales, y que si la gente le pedía a gritos que se deshiciera de DYA, ahora le reclamaba un espacio donde los perros pudieran refrescarse en el mar y retozar en la arena, y ahí está ella, atenta a todo lo que la ciudadanía demanda. Como su coaligada Mireia Mollà, que una buena mañana cayó en la conclusión de que no se había creado ninguna comisión técnico-política-geoestratégica sobre el embrollo del Mercado Central, como es costumbre en la cámara parlamentaria autonómica de la que también forma parte. Y la creó. Y la presidió, que para algo la idea era suya. Si al alcalde y sus más directos allegados la propuesta perruna de Supercristina ya les había hecho fruncir el ceño (con e), la ocurrencia de la compromisaria les provocó una sacudida en todo el sistema nervioso central y parte del periférico (a todos a la vez, que ya es coincidencia), aunque Carlos González siguió poniendo cara de póquer para no dar pistas a sus socias del gobierno plural y de progreso sostenible del cabreo que le embargaba. Una comisión, aseguró la diputada de Torrellano, para aclarar las cosas sobre el proyecto y escudriñar de paso por qué rendija jurídico-administrativa se puede colar para dinamitar el proyecto. Por si acaso, ya advirtió que aunque los informes técnicos fueran favorables, se vería si se haría o se hubiese hecho el nuevo mercado. Cris, como de costumbre, dijo que lo que dijera o dijese Mireia. El alcalde, todavía con algún espasmo en el esternocleidomastoideo, reaccionó -eso sí, sin acritud- y advirtió a quien quisiera escucharle que existe un contrato firmado y que si hay que negociar y dialogar, se negocia y dialoga lo que haga falta, pero saltarse la legalidad, por ahí ya no. Aviso a navegantes, para que no quedase duda de que una cosa es arremeter desde la oposición y otra gobernar con responsabilidad.

Y es que esto del Mercado Central cada vez se enreda más. Ahora, con una comisión técnica transversal y longitudinal que según Mollà tiene por objetivo poner en común todos los temas referentes al peliagudo asunto y que el equipo de gobierno tenga una visión panorámica en Todd-Ao de 70 mm. y tecnicolor. Buenas intenciones que al parecer no captaron los concejales más directamente implicados en el tema, el de Urbanismo, José Manuel Sánchez, y el de Mercados, Carlos Sánchez, que alegaron problemas de agenda para no ir a la primera reunión. Fuentes no consultadas pero que sabemos lo que piensan, apuntan a que este invento es una forma subrepticia -o no tanto- de que las portavoces de Compromís y Ciudadanos, dos formaciones abiertamente opuestas al proyecto, aprieten más la pinza al proyecto, a los técnicos y, de paso, al PSOE; además de dilatar el proceso aún más, claro. La oposición no ha desaprovechado la ocasión para denunciar que si no están ellos esto suena a paripé y a maniobra dilatoria, además de acusarles de oscurantismo, como los que aprobaron el proyecto (bueno, esto Vicente Granero no lo ha dicho, pero Caballero y Pareja, sí).

Llegados a este estado de cosas y circunstancias, no hay más remedio que desplegar la pizarra y coger los rotuladores veleda para tratar de confeccionar un esquema que nos sitúe mejor en la cuestión que nos ocupa. Anoten. El PP aprobó y adjudicó en solitario, y con notables disenciones en su propio grupo, el proyecto del nuevo Mercado Central. Frente al mismo se creó una plataforma en contra del proyecto, en la que se integraron PSOE, Compromís e Ilicitanos, que estaban en la oposición aunque ahora son socios en el gobierno local, y que en cumplimiento del mandato popular, se oponen a llevar adelante el tema. El PSOE, que cuando gobernó impulsó una iniciativa similar para construir un nuevo y moderno mercado, a costa de derribar el histórico y monumental edificio actual, después se opuso con el mismo ímpetu, o más, a dicha actuación cuando pasó a la oposición en 2011. Lo mismo que antes argumentaba que se podía prescindir sin problema del inmueble racionalista, defendió después su mantenimiento a toda costa. El PP, por contra, se opuso radicalmente al proyecto cuando estaba en la oposición, para pasar a asumirlo, aprobarlo y adjudicarlo unos años después, ya en el gobierno, con algunos cambios y plazas de parking más. La Dirección General de Patrimonio en manos populares puso reparos a los socialistas para demoler el edificio, luego con el PP en el gobierno dijo que abajo con él sin remilgos y ahora, dirigido por el bitripartito del Botànic, dice, en consonancia con el gobierno triangular local, que ni tocar un ladrillo. ¿Se va aclarando la cosa? Me lo temía. Bien, pues no dejen los rotuladores lejos, que otro día haremos otro cuadro sinóptico, con líneas rojas y azules, de lo que hará el gobierno escaleno para cargarse el proyecto sin que parezca que lo hace. Y no olviden que siempre nos quedarán las catas arqueológicas...