Miradas oblicuas
Gaspar Macià
Domingo, 21 de febrero 2016, 10:54
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Gaspar Macià
Domingo, 21 de febrero 2016, 10:54
«-Nunca olvido una cara pero en su caso haré una excepción». Groucho Marx (1890-1977), cómico y actor estadounidense.
Estar en el gobierno tiene eso: que gobiernas. Apruebas cosas, las llevas a la práctica y si salen bien mejoras la vida de tus conciudadanos y puedes optar a seguir gobernando; y si no, te arriesgas a que te corran a gorrazos en las próximas elecciones. Eso sería el grupo A, algo así como la Liga BBVA (la Primera División en otro tiempo anterior al patrocinio corporativo). Por el contrario, estar en la oposición tiene lo otro: te puedes oponer cómodamente y sin riesgos a todo o a parte de lo que proponga el gobierno, pero en cambio no tendrás la oportunidad de llevar a la práctica tus promesas electorales (o algo que se le parezca) ni de demostrar a los votantes que eres capaz de gestionar para que en los próximos comicios piensen en ti. Es el grupo B o Liga Adelante (la Segunda de toda la vida). Hay casos en que durante un mandato se produce una transmutación de niveles y alguna formación inicialmente en el nivel A baja al B, y viceversa. El primer caso ya lo hemos vivido con los dos munícipes de Ilicitanos, expulsados por Carlos González, espada flamígera en mano, del gobierno plural y de progreso. Y el segundo, parece que estamos a punto de vivirlo también. Sin embargo, antes de ofrecer la cohabitación a forasteros, los coaligados PSOE y Compromís tienen que superar el efecto traumático de la ruptura de la tríada original. Hecho que, como es sabido, ha creado tensiones y miradas oblicuas entre los dos socios de izquierda. Una decisión del alcalde y del grupo socialista perpetrada con nocturnidad y alevosía que cogió por sorpresa a Mireia Mollà y sus compromisarios. «Perdonar, puede; olvidar, jamás», dijo la portavoz Tamara Martínez, en un tono un tanto resentido y no exento de melodrama (tipo Douglas Sirk), rememorando el 'forgive but not forget' de Nelson Mandela, entre otros. Pero recientes estudios conductuales realizados sobre la cuestión en la Universidad de St. Andrews, en el Reino Unido (y publicado, además, en una prestigiosa revista científica, que no es broma), evidencian con pruebas empíricas que si el perdón verdadero viene acompañado del olvido, ayuda a ser más felices. A una y otra parte. Sea como sea, la situación esta semana ha sido tensa. Compromís, tras el desplante socialista, ha activado inmediatamente su fuerza de choque, la comisión negociadora, que se ha puesto a reunirse con los partidos de la corporación (y Podemos, por si acaso), cogiendo la delantera a los socialistas, quienes movilizaron a la suya días después, tras saborear como se merecía la victoria sobre el lado oscuro del tripartito. Total, que unos por aquí y otros por allá, al final coincidieron en la escalera y decidieron que, pese al cabreo, no tenían más remedio que volverse a encontrar y tratar de buscar nuevos compañeros de viaje para los tres años largos que aún quedan de mandato.
Descartado el PP -cuyos concejales, pese a sus nulas posibilidades, han agradecido que alguien se acuerde de ellos para negociar- por razones obvias e Ilicitanos por razones más obvias todavía, solo quedaban dos opciones para buscar compañeros de piso. Así que Ciudadanos y Partido de Elche se han visto esta semana ante las tentadoras ofertas del por ahora bipartito para incorporarse al gobierno, dentro de ese replanteo que llevan a cabo del quién y el cómo, aunque sin perder de vista el qué consustancial al asunto intrínsecamente per se 'ad hoc'. David Caballero, que tiene las cosas claras y si no, lo aparenta, volvió a rechazar coaligarse con independentistas, veganos, amantes de la cerceta pardilla y amigos (o incluso conocidos) de Mònica Oltra. Por ahora. «Ya veremos qué pasa en Madrid», dijo el portavoz por lo bajini mientras se agachaba a recoger un lápiz debajo de la mesa. Así que aunque de entrada no entren, tampoco es que salgan. Están abiertos a apoyar propuestas de interés general (ayudar a cruzar la calle a personas con problemas de movilidad, llevar el carro de la compra a señoras/es mayores e iniciativas por el estilo) y aseguran que no van a apoyar ninguna moción de censura. Por el momento, también. Y siguen a lo suyo.
Descartado, pues, que el gobierno plural pueda conservar la mayoría absoluta, el bipartito confía en quedarse, al menos, a un concejal de esa meta, sumando a JR Pareja del Partido de Elche. Una formación que ya estuvo en el qué de las negociaciones de mayo-junio pero que no llegó al quién ni al cómo porque fueron arrojados de la mesa como apestados ¿por quién? Por esa misma. Ahora, aunque estén dispuestos, no se lo van a poner fácil, no solo porque a nadie le gusta ser segundo plato (excepto en un menú de Susi Díaz), sino porque es una decisión que comporta sus riesgos políticos, como queda explicado en el preámbulo. Así se evidenció ayer tarde en la reunión de su ejecutiva, en la que no imperó ni mucho menos la unanimidad, sino todo lo contrario (eso dice la nota). De momento van a hablar a ver qué les ofrecen. A dejarse querer pero sin sucumbir a la primera promesa de amor eterno de PSOE y Compromís. Los integrantes de la formación se debaten entre la posibilidad de integrase en el ejecutivo y demostrar a la ciudadanía que son gente de fiar y responsable, para intentar sacarse la espina que significó verse sobrepasados por Ilicitanos por Elche; y el peligro de que su gestión no llegue de forma nítida y diferenciada al personal. Y que eso se traduzca en un castigo en las urnas. Son los riesgos de estas cosas de la coalición en minoría. Compromís ya vivió esa dicotomía en sus carnes en mandatos anteriores. De una u otra forma, a ver si se arregla ya el asunto esta semana y se empieza a gobernar, que hay mucho por hacer y el pueblo espera expectante. Ánimo.
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