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ALBA M. GARCÍA
Lunes, 28 de marzo 2016, 00:32
El Domingo de Resurrección amaneció como un magnífico día primaveral y gracias a la favorable meteorología, miles de ilicitanos y visitantes pudieron vivir en todo su esplendor la procesión de las Aleluyas, con el Cristo Resucitado y la Virgen de la Asunción, Patrona de Elche, que puso ayer por la mañana el broche de oro a las procesiones que se han sucedido en la Semana Santa local desde el Domingo de Ramos.
Unas celebraciones pasionales que han estado marcadas por la masiva afluencia de gente a presenciar las procesiones, que se han visto acompañadas por el buen tiempo, con la excepción de la jornada del Lunes Santo, cuando la lluvia obligó a suspender los cinco desfiles programados. Sin embargo, a partir del martes los temores se disiparon y las buenas temperaturas acompañaron las restantes procesiones, que se pudieron celebrar sin contratiempos, hasta la culminación con la jubilosa jornada de ayer.
La procesión del Domingo de Resurrección comenzó dividida en dos, para formar una sola tras el Encuentro. Se inició desde la Basílica de Santa María, donde en primer lugar, un Cristo Resucitado arrancó su recorrido minutos después de las diez, enfilando por las calles Fira, Major de la Vila, Plaça Menéndez Pelayo, Alfonso XII, puente de Santa Teresa, Major del Pla, Mariano Benlliure, José María Pemán a Reina Victoria. Una lluvia de aleluyas desde balcones y terrazas lo acompañó durante todo el recorrido.
Un cuarto de hora después salía del mayor templo de Elche su Patrona, entre el disparo de cohetes y el lanzamiento de aleluyas desde lo alto del campanario de Santa María. En la presidencia eclesiástica se encontraba el obispo de la Diócesis, Jesús Murgi, además del vicario episcopal, el arcipreste de Santa María, actual y anterior, mientras que la civil iba presidida por el alcalde, Carlos González, miembros de la corporación y otras autoridades.
La procesión enfiló hacia el puente Altamira y al entrar en Vicente Blasco Ibáñez comenzó la lluvia incesante de aleluyas, que se mantendría a lo largo de todo el recorrido. Este año, entre las aleluyas destacó una con la imagen de la Virgen de la Asunción que se destruyó en el incendio de Santa María y otros templos locales en febrero de 1936, además de la ganadora del concurso de dibujo que organizó la Junta Mayor de Cofradías y Hermandades.
A la altura de Marqués de Asprillas, la procesión torció hacia el templo del Sagrado Corazón de Jesús. Frente a la puerta mayor se realizó una parada se cantó una salve, para continuar el recorrido por la calle Ruperto Chapí, hasta el cruce de Jorge Juan con Reina Victoria, donde igualmente llegaba en ese momento la cabeza de la procesión con el Cristo Resucitado.
El lugar, adecuadamente vallado y con una ingente masa humana, se dispuso para celebrar el emocionante encuentro, con vivas, disparo de cohetería, el himno nacional, sin faltar 'Aromas ilicitanos', cantado por el público. Una vez finalizado el emotivo acto, la doble procesión se convirtió en una, marchando delante el Cristo y a continuación la Mare de Déu, entre la copiosa lluvia de aleluyas que iban formando una auténtica alfombra multicolor en las calles.
Tanto niños como mayores competían para atrapar en el aire las estampitas, que describían caprichosos giros y vaivenes, mecidas por la leve brisa que sopló, dándole mayor vistosidad a la celebración. Muchos pequeños se afanaban por recoger del suelo las aleluyas, para meterlas en las bolsas que portaban a tal efecto, entre el jolgorio general.
Una vez que la Virgen y el Cristo entraron a la Plaça de Baix, fueron recibidos con una intensa lluvia de aleluyas desde la terraza del Ayuntamiento y con un estruendoso disparo de cohetes. Ya desde allí, marcharon por Corredora, Puente Ortices, Capitán Lagier, Uberna, Plaza del Congreso Eucarístico, hasta la Basílica, manteniéndose e incluso incrementándose la copiosa lluvia de aleluyas. La misa puso fin a la procesión y a las brillantes celebraciones de la Semana Santa ilicitana.
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