Corredora para el que la patea
Gaspar Macià
Domingo, 24 de abril 2016, 10:44
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Gaspar Macià
Domingo, 24 de abril 2016, 10:44
«3,1415926535897932384626433832795028841971 6939937510 58209749445923078164 06286208998628034825 3421170679...». Número Pi (&pi) con sus cien primeros decimales.
Volvemos a tener la Corredora cerrada al tráfico rodado los sábados, al menos doce horitas de momento, para que no sea de sopetón. Es un recurrente recurso al que han recurrido (valga el pleonasmo recursivo) prácticamente todos gobiernos que ha habido al frente del consistorio ilicitano desde la restauración democrática. Ahora, la responsable de las cosas de la Movilidad, Esther Díez, está dispuesta a que la haya de verdad, pero que se muevan los ciudadanos y no los coches. La tendencia en las ciudades que se precien de sostenibles, además de inteligentes y guais -'smart and cool' para los más en la onda- es que los centros urbanos -y más si tienen carácter histórico y monumental- sean peatonales y el uso de vehículos a motor está absolutamente restringido a casos muy puntuales. Elche apostó hace tiempo por una fórmula mixta, por ir peatonalizando el centro de manera gradual, sin erradicar de golpe el tráfico. Costó lo suyo y los gobernantes de entonces saben la de cosas bonitas que tuvieron que escuchar de bastantes comerciantes y no pocos vecinos. Cabe recordar a las generaciones más jóvenes que no hace muchos años los vehículos a motor eran los dueños de plazas como Santa Isabel -con los coches dando con sus morros contra la torre de la Calahorra-, de la Fregassa y del Espart; y campaban por sus anchas en calles como Obispo Tormo, Hospital, Troneta, Desamparados, Carmen, Ample, Pedro Ibarra o Empedrat... lugares todos ellos hoy convertidos en peatonales para disfrute ciudadano. Pero costó lo suyo, insisto. Porque hubo una época en que la palabra 'peatonalización' era como mentar al demonio (el auténtico, el de cuernos, rabo y olor a azufre). Los comerciantes del centro no querían ni oír hablar de quitar coches de las calles porque, supuestamente, ahuyentaría a los clientes. El propio alcalde, Carlos González, recordaba recientemente cómo siendo concejal con Diego Maciá de alcalde, para hacer frente a una rebelión en toda regla (casi un motín) de los titulares de comercios de la calle Hospital, se comprometió a volver a abrir al tráfico la vía si no funcionaba la operación. Evidentemente, funcionó, para alivio del edil, que ya se veía picando el pavimento para volver a echar asfalto.
La peatonalización del centro fue avanzando hasta casi completarse en su zona histórica. Pero falta la principal arteria, la Corredora. Hasta Diego Maciá, principal impulsor del plan, mantuvo sus dudas hasta el último momento y no se atrevió a ir más allá de la ampliación de aceras (nota para los más jóvenes: hubo un tiempo en que la Corredora tenía dos carriles, dos, para los coches y autobuses, y unas minúsculas aceras en las que los peatones se jugaban la vida a poco que sacasen un pie fuera de ellas), igualmente con no pocas protestas. La fórmula alternativa a su peatonalización definitiva fue cerrarla al tráfico rodado los fines de semana en varias épocas. Que es en lo que volvemos a estar ahora. En esta ocasión existe un compromiso en firme de peatonalizarla completamente, actuación ligada al proyecto del nuevo Mercado Central, sobre el que en unos días habrá resolución municipal definitiva, que según los exégetas más conspicuos y algunos concejales cariacontecidos, será favorable a proseguir con las catas y demás, y que sea lo que el destino quiera. Bien, pero mientras ese momento llega, lo de cortar el paso de vehículos particulares por la Corredora este y los próximos sábados está relacionado con la campaña de dinamización comercial que el concejal Héctor Díez ha puesto en marcha para ver si levanta el ánimo y las ventas al alicaído comercio tradicional del centro de toda la vida. Ya advirtió el popular Luis Ángel Mateo que la cosa iba de mal en peor cuando, paseando junto a Mercedes Alonso por el centro, se percató de que habían cerrado el Viena y el Praga (que ya han abierto de nuevo, dicho sea de paso). «Esto con nosotros no pasaba, Mercedes». «Y que lo digas, Luis Ángel. El tripartito va a acabar con el comercio, el empleo y la riqueza, después de bajar al Elche a Segunda». La realidad es que pasaba con ellos y antes del PP y pasa ahora. Mientras en los barrios han surgido nuevas asociaciones -un ejemplo claro es la avenida de Novelda- que están tratando de revitalizar la actividad comercial en sus respectivas zonas, los negocios del corazón urbano siguen queriendo vivir de las rentas. Del famoso centro comercial abierto que se presentó a bombo y platillo nada más se supo; la asociación que llegó a agrupar a buena parte de los establecimientos murió de inanición (ahora se ha creado otra nueva, a ver si con más suerte), y todas las iniciativas para atraer a los compradores se esfumaron... Mientras tanto, las franquicias se han ido marchando y los comercios tradicionales han ido dejando paso a actividades que poco tienen que ver con el comercio que hace mover personas de un local a otro cargadas de bolsas. Los alquileres prohibitivos en muchos casos impiden la llegada de nuevos negocios que no sean de compañías de telefonía o clínicas dentales, a la vez que dificultan la continuidad de los existentes. ¿Se puede reactivar la actividad comercial del centro cerrando al tráfico la Corredora durante doce horas y programando actividades, ya sean payasos en las calles o un cuarteto de cuerda en la Glorieta? ¿Será suficiente para persuadir a los ciudadanos de que no se vayan a los centros comerciales? ¿Será el nuevo mercado el revulsivo que necesita el centro para renacer? ¿Será su muerte definitiva si el proyecto encalla y se eterniza en los tribunales? ¿O todo lo contrario? Demasiadas incógnitas y muy pocas certezas, pensó el alcalde mientras degustaba un rebujito sin alcohol en la inauguración de la Feria Andaluza, contemplando a Mireia Mollà marcarse unas sevillanas con salero y desparpajo. González, por el momento, aunque es andaluz del año, no pasa del primer giro. Aunque está en ello.
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