Un afortunado gana el bote de 1.214.432,18 euros en la Bonoloto de este miércoles en un municipio de 10.000 habitantes
Los candidatos a la Generalitat, ayer, poco antes del comienzo del debate.

Todos contra un PP que evita pisar charcos

La relajación de un PSPV que no parece haber iniciado la campaña contrasta con el desesperado intento de EU de seguir en Les Corts

DAVID BURGUERA

Sábado, 9 de mayo 2015, 01:11

Al PP le salen las cuentas para ganar y casi para gobernar. De modo que, como si fuese un boxeador, se siente campeón y se ha falcado en mitad del cuadrilátero con la guardia alta, sin querer noquear pero sabiendo que no le hace falta tumbar a sus rivales, pues gana a los puntos. Sin embargo, la tarjeta de los jueces está muy ajustada. Las encuestas apuntan hacia dos posibles bloques, el del centro derecha (PP-Ciudadanos) y el de los demás (sean lo que sean, que no está del todo claro), y que la diferencia de escaños entre los dos bandos se sitúa en un par o, como mucho, cuatro diputados de distancia. Muy poca cosa. Hay pelea.

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Frente a tan estrecho margen, resulta curioso el talante que exhibe el PSPV, que lleva 20 años en la oposición y se comporta como si no hubiese hecho otra cosa que ganar, ganar y ganar. Quizá Ximo Puig percibe que los sondeos le colocan como el líder del bloque antagónico del Consell actual, y que su supuesto perseguidor y rival, Podemos, se deshincha inexorablemente.

En las antípodas se encuentra Esquerra Unida, al borde de un ataque de nervios y ya convencidos de que sólo Marcos Benavent (el exgerente de Imelsa) y sus grabaciones escogidas pueden librar a EU del extraparlamentarismo. No es descartable que si Ignacio Blanco esquiva la debacle proponga erigir un monumento a Benavent, una estatua que recoja ese reloj con grabadora al que tanto jugo intentan sacarle los comunistas. No está nada claro que logren mantenerse en la Cámara, pero como no hay más salida ni solución, Blanco se consagra a las cintas y enciende una vela cada vez que menta a la Diputación de Valencia, 10.000 veces al día.

Nadie va a descubrir la rueda en los equipos de campaña si tiene claro que los ataques a la desesperada tienen pocos visos de éxito y no se deben ejecutar si hay alternativa, que todo ejército prudente vence al enemigo que no lo es y que un guerrero hábil comienza por preocuparse en ser invencible y luego espera a que su enemigo sea vulnerable. Eso lo escribió Sun Tzu, un general chino, hace más de 2.600 años, por tanto, nada nuevo bajo el sol.

Fabra abrió su campaña con un comunicado a la prensa centrado en poner en valor la creación de empleo. La economía, lo contante y sonante. El presidente de los populares y de la Generalitat no se sale de la sombra del PIB y de la EPA ni para fumarse un cigarro. Doce horas después de esa primera nota en clave electoral, en un debate celebrado ayer, que parecía un concurso donde decidir quién le atiza con más saña al PP, Fabra exhibió sangre horchatera y se abrazó a la macroeconomía con la fe del converso. Desde la calle Quart, sede del PPCV, se señala que es fundamental no meterse en jardines dialécticos, esquivar charcos y posibles motivos de ser protagonista de un vídeo viral diciendo alguna chorrada, apostar por la gestión y rezar para que ni Imelsa (la trama y las grabaciones sobre las tropelías de sus protagonistas) ni Rus (atrincherado en el cargo público) hagan demasiado daño. Desde el Consell se apuesta por no fallar, no improvisar discursos que puedan acabar siendo pasto de Twitter o de tensiones internas en un partido actualmente aquejado de hipersensibilidad.

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Los populares valencianos se sienten cómodos con el 30% que les otorgan las encuestas. Esperan que su táctica de verlas venir y representar la estabilidad institucional les permita obtener más réditos de aquí al 24 de mayo. Los datos de las elecciones celebradas el jueves en Reino Unido refuerzan esa táctica, según Quart.

El resto también se teme lo que para ellos sería lo peor, una victoria popular holgada, algo por lo que pocos apostaban hace un año. El triunfo del PP supondría una derrota de la izquierda tan rotunda que no quedaría títere con cabeza ni en el PSPV, ni en Compromís ni en Podemos ni entre ningún bicho viviente del ala roja. En 20 años la bancada progresista no gozaba de un escenario más favorable, y quizá tampoco lo haga en los próximos dos siglos.

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El miedo al fracaso afila algunos discursos y sirve para que todos identifiquen al enemigo único, los populares, a quienes intentan negar el pan y la sal. Juran y perjuran que no pactarán con ellos. Claman que los valencianos exigen un cambio que, sin embargo, no termina de ratificarse en las previsiones de voto. Tal desconexión obliga a redoblar esfuerzos. Sin embargo, Oltra debe esmerar su perfil institucional justo cuando más le pide el cuerpo disparar a lo que se mueva. Montiel, obsesionado con la centralidad, puede acabar de centro de mesa como no espabile.

A todo esto, Ximo Puig mantiene ese talante de que la cosa no va con él. El PSPV no exhibe tensión competitiva. Algún miembro del equipo del líder socialista admite que a su candidato a veces parece que le falta tomarse un café, pero «no es que le falte hambre, sino que ya se ha comido la tarta». O sea, que la suma de todos los factores opositores al PP da como resultado un presidente de Morella. Sin embargo, entre la militancia socialista más destacada hay preocupación por ese relajo tan puigiano. La victoria o la derrota está entre dos y cuatro escaños, pero la maquinaria socialista no se tensa. Se montó un comité de campaña multitudinario, cerca de 70 personas lo componen, pero no se reúnen ni son convocados todos al alimón más que para las fotos. La principal preocupación organizativa es salir del envite de llenar la plaza de Toros de Valencia, una apuesta complicada para el PSPV y en la que se concentran tantos esfuerzos que apenas se mima el día a día de la campaña. El resultado es que Ximo Puig llegó ayer al debate con la mirada de la vaca que ve pasar el tren. Ni rastro de 'los ojos del tigre', ni atisbo de 'este partido lo vamos a ganar'. Sus defensores señalan que es «su forma de ser, no le nace el tono agresivo», algo que agradecen todos: Fabra, porque a él tampoco le nace, y Oltra, pues para encarnar el papel de leona ya está ella.

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