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Mar Montañés estudia segundo de Ciencias Políticas en el CEU y coincide a su llegada a LAS PROVINCIAS con Mamen Peris, la candidata de Ciudadanos: una vez en LA ROTATIVA, ambas bifurcan sus caminos. Peris se reúne con los demás participantes en el debate para ... tomar un café (allí le espera ya Héctor Illueca, número uno por Podemos, y luego aparece Carlos Flores, el aspirante de Vox), mientras Mar ocupa su sitio en las sillas reservadas para el público. Como sus compañeros, curiosea entre la escenografía preparada para el debate y desvela que el 28M es su primera cita con las urnas. Se confiesa indecisa. ¿Dependerá su voto del desenlace del debate? Sonríe: «Puede ser». A su lado, su condiscípula Nerea Maldonado también sonríe, pero ella no tiene dudas: viene con la intención de voto decidida, «aunque quiero cerciorarme de que el gobierno que tenemos no es el que merecemos». «Y cerciorarme de que la persona a quien voy a votar se lo merece», añade.
¿Quién será? No sabe, no contesta. No hace falta, tal vez. Por aquí viene Carlos Mazón, con su traje en color azul previsible, adornado con la senyera en la solapa, que se cruza con Peris (saludo más bien frío) y departe luego en animada tertulia con Illueca, embutido en su propio uniforme: botines, vaqueros y camisa blanca, con americana azul marino. La política hace extraños compañeros de indumentaria: también Flores luce una americana gemela, aunque con coderas. Del sopor cromático nos rescata Peris, de azul celeste y zapato naranja, también previsible. Bromas para templar nervios, coloquios improvisados y subida al estrado: de momento, gana Mazón. Por goleada: su séquito es de lejos el más nutrido. Broseta, Merino, Barrachina… Los que también algo se juegan el 28M.
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Para añadir suspense, el moderador informa a la audiencia de qué están haciendo en ese preciso momento los ausentes, Ximo Puig y Joan Baldoví, cuyas sillas vacantes dicen más de ellos mismos que sus propias palabras. Sillas por cierto de color rojo, testigos mudos de un debate que avanzaba mediante la implacable dictadura de un invitado también silencioso: el reloj. El cronómetro que intimidaba a los intervinientes incluso más que sus rivales, porque exige un esfuerzo de síntesis a menudo tan vacante del discurso dominante como ausentes están los dos candidatos en fuga, merecedores de reproches en un primer turno de intervención que ya insinuó por donde transcurriría luego el debate. Educación extrema, cortesía vaticana y… Y la pinza.
La pinza que esgrime Peris desde el primer minuto para engarzar la clase de mensaje provocador de todo outsider, con la seguridad propia de quien (oh, sorpresa) trae escrita su intervención en un papel, envuelta en una palabrería muy efectista: dardos para todos sus compañeros de estrado… con especial predilección por Mazón, con quien pareció obsesionada y a quien dedicó esta pulla: «No desearás a los candidatos del prójimo».
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Era el segundo mandamiento del catecismo del buen polemista que se pronunciaba. El primero, un clásico: no mentirás, le había advertido Illueca a Mazón, que ya tenía el debate donde quería. Todos contra él. ¿Se enredaría en el cuerpo a cuerpo o aprovecharía para surfear sobre la ola que con tanta amabilidad construían para él sus rivales? El candidato del PP se decantó por la segunda opción, como exige otra ley, la del judo: aprovechar la fuerza de tu contrario para hacerle caer. Un escenario donde Mazón parecía feliz, impasible ante las alusiones de Illueca a las llamadas «derechas unificadas» que le dejaron frío pero hicieron sonreír a Flores, quien tuvo que tranquilizar al líder de Podemos a cuenta de la política de vivienda con un mensaje contradictorio: no, él no quiere vivir en ningún palacete, sino en EL palacete. El del Consell. Nada menos.
Flores, muy dotado para la oratoria (apuntalada mediante la lectura de sus propios papeles, ojo) había cobrado ritmo mediado el debate pero desaprovechó su momento porque se equivocó de rival. Se cebó con Illueca y acabó como ciertos boxeadores, persiguiendo sombras, la huidiza sombra de Mazón, tan diestro en el arte de la esquiva como Peris en otra disciplina: la de regalar titulares con aire de tuit en cada intervención, un estilo pirotécnico que desprende el aire de tedeum que auguran las encuestas. Entre los tres (y las dos sillas vacías) tejieron una alfombra al protagonista del debate, que en ausencia del auténtico presidente del Consell aprovechó para ensayar lo que parecía su discurso de investidura hacia el final de la hora y media de discusiones.
Para entonces había llegado la hora de apabullantes revelaciones. Según Peris, el agua que necesita el campo valenciano no vendrá de Galicia como sospechábamos: otra sorpresa mayúscula. La hora también de mencionar a otros ausentes: Boluda, Oltra y por supuesto Baldoví, citado más que Puig, curiosamente. Y la hora de recordar alguna escena 'El Padrino', cuando Illueca (aliado con Peris, antes de que ella rompiera la simbólica pinza) volvió a meter el dedo en el ojo a Mazón. Objetivo cumplido. El líder del PP se fue haciendo más grande por gentileza de sus en teoría rivales, tan cómodo en su papel protagonista que sólo a última hora se acordó de mentar a otro ausente, Sánchez. Su principal aliado, tal vez. Guillermo Tarazona, estudiante de Derecho de la Católica que acudió al debate con otros compañeros y se mostraba satisfecho con el desenlace, está seguro de que al 28M también concurre Sánchez, presente aunque ausente. Como Puig. Presente y ausente, el mejor socio de Mazón.
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