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La bisoñez se paga. Y bien lo sabe Compromís, que hace ya ocho años lo pudo comprobar en sus propias carnes durante la negociación de ... la letra pequeña del primer pacto del Botánico. Ante un PSPV con bagaje y escuela en el funcionamiento de la administración autonómica, y con Ciprià Ciscar, la coalición nacionalista se reservó algunas de las áreas de más sensibilidad social. Pero no cayó en la cuenta de que en el funcionamiento de un Gobierno, que este 2023 ya gestiona casi 30.000 millones de euros, los subsecretarios, subdirectores generales y jefes de servicio son los que realmente aceleran o frenan la gestión de los departamentos.
La novatada la ha pagado en esta ocasión Vox. El partido que lidera Santiago Abascal ha llegado a un acuerdo de Gobierno con el PP que garantiza la investidura de Carlos Mazón como president de la Generalitat. Vox se reserva una vicepresidencia con la conselleria de Cultura, además de los departamentos de Agricultura y Justicia. Si se añade la presidencia de Les Corts, que también será para esta formación, el bagaje no es ni mucho menos malo. Todo un éxito si se tiene en cuenta que el resultado del 28-M, con 40 diputados para el PPCV y 13 para la formación encabezada por Carlos Flores, arrojaría una proporción de poder inferior para la formación de Abascal.
Dirigir tres consellerias, sobre un Gobierno de diez, es un botín más que notable para Vox. Cualquiera de las tres, además, posee el suficiente peso político –en ocasiones más significativo que el presupuestario– como para que la formación de derecha populista pueda exhibirlo como un logro. El partido de Abascal, en los acuerdos alcanzados en otras regiones y ciudades, viene coincidiendo a la hora de reservarse las competencias en materia de Cultura y de Seguridad, de manera que el caso valenciano sigue el guión marcado por la dirección nacional.
Vox también puede considerar que se ha anotado un tanto con la redacción de los 50 puntos del programa de gobierno firmado con los populares. Porque muchas de las propuestas y principios defendidos se corresponden con la terminología utilizada por este partido. Aunque se trata de un documento que recoge una declaración de intenciones, las referencias a la inmigración ilegal o a la violencia intrafamiliar se corresponden con el programa identificable con ese partido. El PP ya ha recibido algunas críticas por asumir algunos de esos puntos.
El titular es favorable. Pero conviene no dejar de leer el resto de la noticia. Porque es ahí donde Vox puede haber pagado la novatada. Vamos, a juicio de las fuentes consultadas por este diario, eso es exactamente lo que ha ocurrido. Porque de todas y cada una de esas consellerias que dirigirá el partido de Abascal se han descolgado una serie de competencias clave que, sin llegar a convertir esos departamentos en consellerías 'maría', sí que ven reducido la influencia política y presupuestaria que podrían llegar a alcanzar.
El PP valenciano se ha reservado en cada una de las consellerias de Vox algunas de las competencias clave, en ocasiones las de más sensibilidad. Vox, es verdad, puede hacer bandera del simbolismo de ocupar una de las vicepresidencias del Consell, con el matador de toros Vicente Barrera, o de dirigir departamentos como Agricultura y Justicia. Pero es el PP valenciano el que se garantiza el control de algunas políticas que, por su trascendencia política o incluso por el margen para obtener réditos, resultan de mayor trascendencia.
Vox, desde la vicepresidencia que ocupará Vicente Barrera, dirigirá también la conselleria de Cultura que, de esta manera, recupera, la condición de conselleria al margen de Educación, que es como está en el actual Consell del Botánico. En el actual organigrama, y a falta de un reparto de competencias más concreto, la dirección general de Cultura y Patrimonio se subdivide en una subdirección general de Libros, Archivos y Bibliotecas, y en otra de Promoción Cultural y Museos. El PP valenciano se queda con la parte de Patrimonio y, por tanto, con todo el margen de actuación para su conservación. Para Vox es la competencia sobre el Institut Valencià de Cultura (artes escénicas, audiovisual y música popular), el Palau de les Arts y el IVAM, entre otras competencias. Para los populares, el Museo de Bellas Artes de Valencia, el IVACOR (restauración y conservación de edificios y bienes culturales), la Biblioteca Valenciana y la política cultural en torno al libro. El Palau de les Arts y el IVAM son algunos de los principales contenedores culturales de la Comunitat. Pero las posibilidades de cometer errores también son elevadas. Y en cambio, el rédito de la gestión ordinaria es muy discutible.
Los populares, en cambio, asumen la parte del área de Cultura que permite mayor lucimiento. «Les hemos vendido una cabra espectacular. Eso no son una vicepresidencia y dos Consellerias, son tres direcciones generales de medio pelo», asegura una fuente popular.
Pasa con Cultura, pero también con Justicia. El departamento que aún dirige Gabriela Bravo estará en manos de Vox. Pero con algún cambio respecto al actual reparto de competencias. A Interior, que ya está en este departamento, se le suma Gobernación. Pero se le cae función pública, es decir, el área que tiene que ver con la gestión de las políticas dirigidas a los empleados públicos –sólo en la administración general, unos 18.000 funcionarios–. Un área de máxima sensibilidad, susceptible de un elevado nivel de contestación, que los populares se reservan. Vox gestionará, es verdad, la policía autonómica y el área de Emergencias. Pero ni las competencias del cuerpo adscrito de la policía nacional son ilimitadas, ni la gestión de las Emergencias suele contentar a ninguna de las poblaciones afectadas. Áreas de difícil gestión y ningún lucimiento.
A la conselleria de Agricultura se le quita el agua. Y eso no significa que deje de ser necesario regar, sino que las competencias en materia de Agua en este departamento, como todo lo que se conoce como transición ecológica, será para el PP y no para Vox. Pese a disponer de un diputado tan reconocido en este ámbito como José Luis Aguirre, Agricultura se queda condicionada por la falta de esa competencia. Y también por las decisiones que se adoptan en Bruselas y que condicionan la actividad de los agricultores valencianos. Con todo, es probablemente el área en el que Vox puede obtener mayor lucimiento.
«Los de Vox no saben negociar. Creo que apretando un poco habrían sacado más. No un mayor número de Consellerías, pero sí de más contenido», sostiene otro veterano del PP valenciano. Entre los dirigentes populares consultados por este diario existe el convencimiento de que la celeridad en el acuerdo alcanzado entre los populares y la formación de Santiago Abascal para que Carlos Mazón sea investido presidente había mucho también de necesidad de la formación de derecha populista que, tras el resultado de las elecciones municipales del pasado 28 de mayo, necesitaba demostrar que votar a Vox tiene rédito y evitar el voto útil de sus simpatizantes a Feijóo en las generales.
Un acuerdo, se considera, impulsado por tanto por la dirección nacional de Vox, pensando en el escenario del 23-J y en el avance de los populares.
Las prisas, dicen, no suelen ser buenas consejeras. Las negociaciones sin conocer con exactitud los entresijos de la administración, sin disponer de las piezas clave en el funcionamiento de la Generalitat –subdirectores generales, jefes de servicio y resto de altos funcionarios de la Administración– y, además, dejando escapar competencias de peso, pueden permitir un buen titular –una vicepresidencia y tres consellerias–, pero menos peso del aparente.
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