Los debates deberían de ser una balacera entre pistoleros farrucos, un combate de boxeo que asperja sangre hacia las primeras filas. Pero desde hace lustros nuestros aspirantes se limitan a soltar su rollo y a vender su mercancía como si morasen en Marte. ¿Y a quién van a convencer de ese modo? Pues sospecha uno que a nadie. Si por lo menos disfrutásemos de ráfagas malvadas, de arrebatos brillantes, de un golosón intercambio de golpes… En cualquier caso, pareció por momentos que Peris, Illueca y, en menor medida, Flores, siempre con su dicción como de docente vitaminado, atacaban unidos a Mazón, con lo cual le concedían, acaso sin pretenderlo, cierta superioridad, o sea como si le considerasen probable ganador. Mazón fue el más astuto al hablar justo donde la clase media entiende: los impuestos, la extorsión que sufrimos con este devastador sistema impositivo. Ay, si cumpliese su palabra en caso de vencer… Illueca, con una camisa blanca muy a lo Nick Cave, provocó el momento dadaísta al mencionar una posible red de supermercados públicos. Mamá, qué miedo. Mamen Peris se defendió con soltura, pero claro, como su partido yace bajo tierra, como que nos daba igual. Faltó, en fin, un poco más de sangre, pero la cosa estuvo vivaracha e incluso entretenida, que ya es.
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