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Haría bien Joan Ribó (Manresa, 1947) en sentarse hoy con sus afines y mirarlos a los ojos para preguntarles qué ha fallado. Porque es evidente que algo ha fallado: si eres alcalde durante ocho años y no sólo no consigues afianzar tu base de votantes sino que pierdes 10.000, algo no ha salido bien. No es que Madrid haya cambiado por completo la campaña, sino que Compromís, con el primer edil a la cabeza, ha pasado ocho años sacando a la calle una visión de 'su' Valencia que se ha olvidado de lo más importante: los que no piensan como él.
Es fácil dar un mitin ante tus asesores y concejales, pero Ribó ha adolecido de una preocupante falta de autocrítica. Se vio ayer en su discurso de aceptación de la derrota y se ha visto en estos ocho años, cuando el alcalde ha hecho suya la frase esa de 'hacia atrás, ni para coger impulso'. La falta de diálogo con vecinos, comerciantes, oposición y casi cualquier colectivo que se les ocurra, por muchas mesas de diálogo que haya planteado el equipo de Gobierno, ha sido una constante desde 2015.
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Más allá del Parla amb Joan Ribó y de abrir el balcón (gestos, gestos), el alcalde no se ha sentado con quienes más tenían que echarle en cara. ¿Se acuerdan del emperador al que nadie le decía que iba desnudo? Pues algo así le ha pasado a un alcalde que lo ha fiado todo a su imagen de 'iaio' de todos (pese a que a Manuela Carmena ya le salió mal) y que ha puesto en marcha medidas polémicas en las que no se ha dejado aconsejar con quienes le decían que les diera una vuelta.
Ahí está la calle Colón, o la APR de Ciutat Vella. Pareciera que Ribó, del que algunas fuentes dicen que no estaba convencido de repetir este año, estaba más interesado en poner el marcha el cambio en la ciudad que en plantear una ciudad para el futuro, una Valencia que pudiera ir hacia los años venideros sin necesidad de que quien viniera detrás tuviera que efectuar auditorías de seguridad a los cambios de movilidad, como ya ha anunciado que hará. Su dimisión queda en el aire, aunque él está cansado: hasta su vicealcaldesa, Sandra Gómez, basó su campaña en decir que ella sí tenía ganas de trabajar.
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Jon Garay y Gonzalo de las Heras
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