Este domingo están llamadas a las urnas 1.853.533 mujeres en la Comunitat Valenciana. Son 100.752 más que los hombres que tienen derecho a voto ese día. Una imagen bastante gráfica de lo que va a suponer el voto femenino en las próximas ... elecciones autonómicas: más de la mayoría de la tarta. De ahí que las políticas orientadas a las mujeres se hayan convertido en algo a tener en cuenta por los partidos, de cara a los próximos comicios. Lo que ahora nos parece una cotidianidad, no siempre ha sido así.
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En realidad, las mujeres llevamos menos de un siglo acudiendo a votar en la Comunitat. Aunque algunas valencianas fueron las primeras de España en depositar su papeleta, el 23 de abril de 1933, en unas elecciones municipales parciales durante la Segunda República. El derecho a voto femenino se había aprobado un par de años antes, en 1931, pero no hubo oportunidad de ejercerlo hasta la primavera del 33 y sólo algunas féminas. Las que vivían en los municipios donde se celebraron esos comicios, incluidas algunas localidades de Valencia, Alicante y Castellón.
Pero no fue hasta el 19 de noviembre cuando todas las mujeres de España tuvieron derecho a estrenar el voto. La prensa de la época lo reflejó con entusiasmo. Para encontrar referencias de ese día hay que acudir a la hemeroteca, pero un par de días después, porque las crónicas no tenían tanta inmediatez como hoy en día. En el ejemplar de LAS PROVINCIAS del 21 de noviembre de 1933 se describe el proceso en los siguientes términos: «La mujer ha dado en estas elecciones una nota de color, porque siendo las primeras en las que podían ejercitar su derecho han respondido sin reservas.Es digno de señalar, repetimos, el hecho de cómo ha respondido la mujer. Ha sido enorme el porcentaje de las que han acudido a votar. En casi todos los colegios del centro, en las primeras horas de la mañana, se ha dado la proporción de cinco votos de mujer por uno de hombre. Es digno de resaltarse el respeto que se ha tenido con la mujer. Los presidentes, adjuntos e interventores dieron toda clase de facilidades para que votaran las mujeres, pero también hay que resaltar el hecho de que éstas han acudido a votar con la documentación identificadora en perfectas condiciones, con lo que se facilitó mucho la labora de las mesas. En algunas colas se han visto monjas de hábito y han sido tratadas con todo respeto». Esto, en varias mesas de Madrid, donde se destaca que «únicamente en el colegio de Príncipe Vergara una monja que estaba un poco aturdida estuvo a punto de atropellarla un automóvil, lo cual produjo la risa de los voceadores socialistas».
En colegios de Valencia, por ejemplo, la crónica de «Incidentes de la jornada» habla en los siguientes términos. «Se recurre a distintos métodos para atemorizar al elector y especialmente a la electora. Entre ellos, el de la explosión de petardos y petarditos. Pero la gente ayer estaba dispuesta a no asustarse por nada ni por nadie. Los estampidos de las explosiones no producían el más mínimo efecto en las colas y esto que en algunas de ellas la mujer estaba nutridamente representada. En un colegio, unos mozalbetes comenzaron a disparar petarditos arrojándolos a los mismos pies de las electoras de una de esas largas colas, y al ver que no conseguían atemorizarlas, acabaron por marcharse, diciendo uno de ellos:
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-¡Che, anemsem, estes dones pareix que tinguen arrails y no es mouen per res del mon!».
Pero a las mujeres, el derecho a votar les duró poco. Porque en 1939 se instauró una dictadura que mantuvo al país sin elecciones hasta 1977. Un logro muy complicado de conseguir que acabó paralizado durante casi cuarenta años. Pero, con la llegada de la democracia, pudimos ejercer plenamente nuestro derecho a votar y a ser elegidas. De hecho, con el paso de los años, se llegó por ley a instaurar la paridad en las listas electorales que hoy ya se refleja en las papeletas. Pero no en los puestos más altos de la política.
En la actualidad, según datos de ONU Mujeres, en un análisis de 136 estados, hay 31 países donde 34 mujeres son jefas de Estado (17) o de Gobierno (19). Al ritmo que va la incorporación de las féminas a los cargos de decisión, harán falta otros 130 años más para lograr la ansiada igualdad. Dirigiendo ministerios, la cifra no es muy diferente. Ellas representan sólo el 22,8% de los datos mundiales, y en apenas 13 paises las mujeres ocupan el 50% o más de los puestos de ministras. España, por ejemplo, es uno de ellos. Y el Gobierno valenciano, igual.
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A nivel mundial, las carteras más ocupadas por las políticas siempre están relacionadas con temas de Igualdad, Infancia, Bienestar Social o Minorías. Para los hombres se reservan las de mayor peso: economía, obras públicas o Justicia.En los ayuntamientos valencianos, las urnas de las municipales de 2019 dejaron una foto con 152 alcaldesas elegidas, frente a los 389 alcaldes. Una proporción que apenas ha variado a pesar del puñado de cambios en estos últimos cuatro años.
Eso en lo que a cargos se refiere. Si echamos un vistazo a los parlamentos mundiales, sólo el 26,5% de los escaños están ocupados por diputadas y hay una preocupante cifra de que en 22 estados hay menos de un 10% de mujeres electas. Advierte la ONU de que para llegar a la igualdad entre hombres y mujeres en las Cámaras internacionales habrá que esperar a 2063. En el caso de la Comunitat, nuestras cifras son más esperanzadoras. En Les Corts, con los resultados de 2019, las últimas autonómicas celebradas, consiguieron acta de diputadas 46 mujeres, por los 53 hombres que son parlamentarios.
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Además, según el reciente estudio «Iguadad y Poder. Un reto tras 40 años de autonomía» elaborado por la jurista Julia Sevilla y la periodista Julia Ruiz, aunque las mujeres son la mitad de la población, apenas han ostentado un 25% del poder en la Comunitat. La representación en espacios claves como Les Corts o los Gobiernos de la Generalitat se ha situado en torno a una media del 30% mientras que en las diputaciones, baja al 18%. En el caso del Consell, por ejemplo, harían falta Ejecutivos integrados exclusivamente por mujeres durante tres legislaturas seguidas, para saldar esta deuda.
Pero, una vez consolidado ese derecho a votar y a ser elegidas, vamos un paso más allá. ¿Son distintos hombres y mujeres a la hora de elegir partido político al que dar su confianza? La demoscopia no se atreve a hacer un vaticinio tajante, porque el sexo es, según las numerosas fuentes consultadas, un factor demasiado amplio para poder categorizarlo, pero los resultados de estudios, encuestas y trabajos con datos nos dan ligeras pistas para poder concluir que hombres y mujeres votan diferente. Brecha de género electoral, lo han llamado los sociólogos, para referirse a esa distinta forma de enfrentarse a las urnas. A las mujeres, históricamente, se les ha atribuido un mayor progresismo. A ellos, una postura más conservadora. Pero también una menor implicación o interés político, fruto de ese retraso a la hora de incorporarse como parte activa de la democracia. A ellas, les cuesta más abrazar a nuevas formaciones políticas y se concluye que aplican más el sentido común a la hora de introducir la papeleta en la urna. Esta brecha de género electoral no parece haber decantado elecciones hasta la fecha.
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Según el último barómetro del CIS, de marzo de 2023, las mujeres son más fieles a las siglas que abraza y les influye menos la campaña. De hecho a un 60,7% tiene decidido su voto mucho antes de que los partidos arranquen sus quince días de promesas. El partido es más importante para ellas (50,3%) que el candidato (32,3%) y a la hora de situarse ideológicamente, la mayoría están posicionadas en el centro-izquierda. Un 24,7% dice sentirse en el centro del tablero, frente al 12,7% que se identifica con los valores más a la izquierda y el 6,3% que dice estar en la posición más a la derecha. También en el último CIS preelectoral se atisba esta tedencia para este domingo. Las mujeres votarán mayoritariamte a la izquierda (46,9%), frente al 28,5% que se decantará por las formciones de derechas. El partido que prefieren es el PSPV (25,4%), seguido del PPCV (18,4%).
Pero, para poner base teórica a estos datos, distintos sociólogos y politólogos nos han ayudado a analizar este sesgo. Para Rosa Roig, profesora de la Universitat de València y politóloga, en una investigación en la que participó ella misma, junto a la profesora Cristina Aybar y el catedrático José M.Pavía, quedó comprobado que la brecha de género en autoposicionamiento ideológico en España se ha desplazado de posiciones más conservadoras que los hombres a posiciones más de izquierda que los hombres. «Tradicionalmente la brecha de género en comportamiento electoral entre hombres y mujeres respondía a un patrón ideológico más conservador para las mujeres y un patrón más de izquierdas para los hombres. Pero, a medida que nuestra sociedad se moderniza y se produce el cambio cultural de la sociedad materialista, donde regía la escasez, a la sociedad postmaterialista, donde rige la abundancia y se sitúan como valores prioritarios la libertad, el medio ambiente, entre otros, se produce una transformación en las pautas de comportamiento», explica. Las mujeres se autoposicionan más a la izquierda, priorizando su libertad como seres humanos, mientras que los hombres se vuelven más conservadores, cuenta.
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Así, lo pudo comprobar en un artículo científico en el que participó y publicó en Sustainability, en 2020, bajo el título «Gender inequalities and social sustainability. Can modernization diminish the gender gap in political knowledge?, que explica el cambio de la brecha de género en conocimiento político que ha supuesto el proceso de modernización de España del franquismo a la democracia actual. Este trabajo fue premiado como el mejor artículo científico en cuestiones de género de la Facultad de Economía en 2020. Ello explica, asegura Roig, »que el voto de la extrema derecha sea más masculino que otras opciones políticas más de izquierdas, como PSOE, Unidas Podemos, Sumar, entre otras. El discurso de Vox va en contra de la libertad de las mujeres, y circunscribe sus vidas al espacio privado de la familia, asignándoles el rôle tradicional de mujeres-madres-esposas«, sostiene.
Para Santiago Pardilla, sociólogo, nuestro género nos afecta en nuestro proceso de socialización en el momento en el que nacemos, por tanto, nuestra identidad, costumbres, creencias o en este caso el voto también está relacionado. Los datos del CIS determinan que las mujeres suelen ser más progresistas, son más flexibles a los cambios. «Esto está determinado por el rol que tienen las mujeres en la sociedad, y hasta los años 80 era totalmente al revés. Así como determinó el estudio de Ronald Inglehart and Pippa Norris sobre el comportamiento electoral por sexo, donde las mujeres eran más conservadores al estar asociado con roles del cuidado de la familia, tareas del hogar y eran más religiosas. Con la escolarización y acceso al mercado laboral, las mujeres han cambiado su rol y por tanto sus preferencias en una sociedad postmoderna. Así dirigen su voto a partidos que son más sensibles a temas con la igualdad de género y las políticas del Estado del Bienestar, creando esta brecha de género», explica Pardilla.
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Sin embargo, explica que el género es un factor más y existen otros como el nivel de estudios, los ingresos, edad, barrio en el que vivimos, sector en el que trabajamos… que determinan nuestro voto o incluso el no votar en unas elecciones. «Por tanto, estamos hablando de patrón generalista», dice.
Pero, los partidos políticos, conscientes de que si no es por ideología sí lo es por tamaño de la muestra, se han volcado de agitar el avispero de un determinado número de temas que afectan directamente a las mujeres, que son mayoría en número de votos. De ahí que la polémica con la ley del sólo sí es sí se haya dilatado en el tiempo e incluso que PSOE y PP hayan consensuado una solución para reformarla. O debates tan enquistados como la ley trans, la resurrección de las posiciones de todos los partidos sobre la ley del aborto, la irrupción de la gestación subrogada (tras la polémica con Ana Obregón) o la entrada en la actualidad reciente de la abolición o regulación de la prostitución. Pero también medidas para favorecer la igualdad entre hombres y mujeres como la equiparación de los días de permisos de maternidad y paternidad, la aplicación de nuevas desgravaciones familiares o el aumento de la edad para optar a tratamientos de fertilidad en el sistema público de salud. Todo va dirigido a captar el voto femenino y feminista este domingo.
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