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José Vicente Pérez Pardo
Lunes, 21 de diciembre 2015, 02:47
Mònica Oltra tenía razón. Su empeño personal en forzar una alianza estratégica de Compromís con Podemos, a la que se negaban sus socios del Bloc, se transformó no en una victoria en la Comunitat Valenciana, donde el PP sigue siendo la fuerza más votada, pero sí en un triunfo personal y colectivo. Personal, porque su figura se proyecta aun más fuera de la Comunitat Valenciana como una de las nuevas 'baronesas' de la izquierda y, quizás lo más importante, porque Compromís-Podemos-És el Moment se convierte en la alternativa a los populares en la autonomía.
Los socialistas, que han tenido seis meses para transformar sus posiciones de poder en Generalitat y ayuntamientos en votos para las generales, se hunden irremisiblemente. Pierden y pierden escaños sin encontrar suelo electoral, unos sufragios que recoge fundamentalmente la unión de izquierdas Compromís y Podemos. La sangría de votantes, no obstante, parece que se ha detenido para los socialistas pero no se traduce en escaños. A día de hoy, la coalición de izquierda es la gran amenaza para disputar el poder a los populares. A nivel global, obtienen nueve (uno en las anteriores generales), se queda a dos del PP y desbordan por la izquierda al PSPV, que se queda con solo siete diputados (tres menos que hace cuatro años).
Por provincias, en Valencia igualan en escaños a la primera fuerza (5) y se acerca peligrosamente en votos para los populares, mientras que los socialistas se quedan en tres; triple empate en Castellón a uno, con dos el PP. En la provincia de Alicante, Compromís empata con el PSPV a tres diputados, el mejor y el peor resultado de ambas formaciones en toda su historia con más de 200.000 sufragios para la lista encabezada por Rita Bosaho. La tendencia de una es ascendente y la otra, al contrario.
Los socialistas valencianos pierden 180.000 votos desde las elecciones 'post-Zapatero', que ya se preveía una debacle. Ganan a nivel de sufragios respecto a la dulce herida de los comicios autonómicos donde, con los peores resultados de su historia, reconquistaron la Generalitat.
Argumentan en Blanquerías que, efectivamente, han subido votos y que Compromís y Podemos en conjunto han perdido cuatro puntos porcentuales respecto a los comicios autonómicos. Retorcer las estadísticas ayudará poco a los socialistas para reconducir su situación en la organización y las instituciones que gobiernan, la más importante la Generalitat. La vicepresidenta, Mònica Oltra, ya dijo que no descartaba cambios en el Consell a consecuencia de los resultados electorales. Ayer las especulaciones se dispararon. Veremos qué pasa los próximos días.
Respiración asistida
Los populares, sin embargo, pueden salir respirando de estas elecciones. Sabían que iban a perder mucho en esta convocatoria, puesto que venían de un resultado histórico que difícilmente se repetirá en otras elecciones. De los veinte que le dieron a Mariano Rajoy se quedan en once, pierden casi un 40% de los votos de los estratosféricos 1,3 millones de votos (53%) pasan los 800.000 sufragios (31%), veinte puntos menos.
En Valencia empatan a cinco escaños con Compromís, en Alicante se dejan la mitad (cuatro frente a los ocho de 2011), seguidos por Compromís y PSPV (tres cada uno) y C's.
Mal resultado, no obstante, que los líderes regionales apuntan a la caída general del partido. Ya pasaron su propio 'via crucis' en mayo y ahora dicen que sean otros los que se miren el ombligo. Porque a nivel regional, que es donde ellos miran, incluso aumentan unos 150.000 sufragios respecto a los comicios de mayo, todo un logro para la organización que preside Isabel Bonig.
Los populares suben en las tres circunscripciones (provincias) de la Comunitat, lo que supone un «impulso» como organización para los congresos que, si lo permiten los pactos de gobierno, están a la vuelta de la esquina en las ejecutivas nacional, regional y provincial.
Esquerra Unida, por su parte, desaparece del mapa autonómico. Ni siquiera por Valencia Ricardo Sixto ha conseguido retener su escaño. Dificil futuro para la formación.
Ciudadanos, la gran esperanza blanca, se ha desinflado en un tramo final que se le ha hecho tan largo como el Everest. Es buen resultado para un partido nuevo en la circunscripción, pero la desilusión llega no por los resultados, sino por las expectativas. Los cinco en la autonomía se hacen escasos y los dos en la provincia, más todavía. Aspiraban a ser, incluso, primera fuerza y se han encontrado que son cuartos.
Ni el tirón de Toni Cantó en Valencia ha podido consolidar unas aspiraciones que se han desinflado en una campaña muy unipersonal del candidato nacional. Les salió bien la jugada en las autonómicas y esperaban repetir. Mimbres tenían para ello, puesto que Alicante era la capital de provincia con mayor porcentaje (18,4%) de toda España. Poco avance ha habido, sobre todo a nivel de representación institucional.
La esperanza que mantienen en la formación naranja es que puedan entrar en los gobiernos de las localidades e instituciones en la que son llave de gobierno, como en la Diputación. En ayuntamientos y otros organismos esperaban a que los electores hablaran para terminar de conformar una legislatura que ayer empezó su segunda fase.
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