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Burguera
Viernes, 2 de junio 2023, 00:07
Las conclusiones de los perdedores de las elecciones autonómicas en la Comunitat es que la culpa es de los demás. De los votantes, que ... no han entendido «el treball ben fet», de la «ola azul« proveniente del enfrentamiento bipartidista en términos de política nacional, de los socios a la izquierda del PSPV, de las exigencias de Compromís, de la deriva de Podem, de la soberbia de los socialistas. La capacidad para el 'interreproche' se ha demostrado muy bien engrasada en el seno de lo que era el tripartito que sostenía al Consell hasta el pasado domingo. Sus rivales, especialmente el PP, según admiten fuentes populares, se frotan las manos al comprobar que la izquierda valenciana es la primera sorprendida por el anuncio de Pedro Sánchez de adelanto electoral. Aturdida y descolocada en los tacos de salida para una carrera electoral que ha empezado ya. Todavía en shock, los que aún son socios de un Gobierno autonómico en funciones, dan sus primeros pasos hacia el 23 de julio explicitando profundos recelos. Nos han resuelto el dilema del erizo que sufre el ser humano cuando socializa, según Schopenhauer.
Schopenhauer encaja aceptablemente bien en los tópicos de izquierda. Sesudo, pionero en el reconocimiento público de su ateísmo y abanderado del pesimismo filosófico. El filósofo alemán aportó varias teorías sobre lo complicado que es vivir en sociedad. Como lo es vivir en política. Advertía Schopenhauer que las personas, animales sociales, necesitan de otros, pero sufren con esa proximidad y vinculación. Porque somos un poco erizos, tenemos púas, y el dilema de la convivencia es la importancia de estar unos con otros, lo más próximos posibles, pero sin pincharnos y herirnos con las púas ajenas. Si eso se traslada a la situación de la izquierda valenciana, es evidente que el tripartito no ha logrado medir la distancia óptima para convivir unos con los otros sin lastimarse.
El bloque de la izquierda es acreedor, históricamente de entre 1,2 y 1,3 millones de votos en cada cita con las urnas. El bloque de la derecha, otro tanto. La transferencia de voto entre uno y otro bloque es más bien escasa. La cuestión es cómo se reparten entre cada uno de esos bloques los apoyos de la ciudadanía. Los análisis realizados por cada una de las tres patas son concluyentes. Respectivamente, cada uno de los miembros del tripartito, no tiene culpa de nada. Ergo, la responsabilidad de la derrota cae en las espaldas de otros. Del votante, de la derecha, de los medios de comunicación y, por supuesto, también de los socios. O exsocios, pero potenciales futuros socios.
El modo en que Diana Morant analiza la situación es revelador. La ministra ya se postula para encabezar la lista del PSOE en Valencia a las generales del 23-J. Respecto a lo que ocurrió el pasado domingo, ha considerado que el PSPV ha logrado mejores resultados que en 2019 y en 2015, de modo que lo que ha «fallado» es el voto a su izquierda porque «no hemos sido capaces de aglutinar el voto, de sumarlo, en definitiva de sumar con nosotros. A nosotros no nos han dejado de votar, a los que han dejado de votar es a las posiciones que tenemos en nuestra izquierda que no han sido capaces de sumar y creo que deben hacer una reflexión de cara a estas nuevas elecciones. Espero que espabilen y que lleguen a lo que les reclama la ciudadanía y se comprometieron a hacer: ir unidos y sumar porque esta vez no lo han hecho».
Que espabilen. El análisis no parece que sirva para cerrar las heridas que llevan meses, incluso años, sangrando. Los socialistas y sus socios en el Consell han transitado durante la última legislatura lanzándose reproches cruzados de falta de lealtad. El PSPV ha recabado en las elecciones autonómicas cerca de 700.000 votos (50.000 más que en los anteriores comicios), cuatro diputados más que en 2019. Sin embargo, el bloque de la derecha (PP, Vox y Cs) ha acumulado 1,2 millones de votos. Así pues, la mejoría de los socialistas no puede atribuirse a la captación de votantes de otro sitio que no sea los votantes de sus propios socios.
El número tres del PSPV y secretario de Organización, José Muñoz, también ha sido muy clafiricador de cómo ven los socialistas el asunto. «Mucha gente hubiera votado a Puig, pero no lo ha hecho por sus socios», ha afirmado Muñoz en una entrevista este jueves en Valencia Plaza. Erizos y púas.
A la izquierda del PSPV, las púas de los erizos aún son más hirientes. Les queda apenas una semana a Compromís y Podemos para intentar apañarse y convivir en la lista de la plataforma Sumar. El acercamiento es más que difícil.
De cara a las elecciones autonómicas, Podemos planteó su intención de confluir. Héctor Illueca lo pidió por activa y por pasiva. Compromís no quería. La coalición nacionalista prefería acudir a los comicios en la Comunitat en solitario. El deseo de mostrar su singularidad, su identidad como fuerza sólo y puramente valenciana, impedía a la formación liderada por Baldoví coaligarse. Durante meses manejaron encuestas que señalaban que los morados lograrían rebasar el 5% que les permitiría entrar en Les Corts. Separados sumaban más que juntos, según aquellas cábalas.
Conforme se fue aproximando la cita electoral, los trackings internos de Compromís ya señalaron que los podemistas lo tendrían complicado. Muy complicado. Eso ponía en riesgo la aritmética para reeditar un nuevo tripartito. Y más teniendo en cuenta que el propio Baldoví consideraba «magnífico» lograr el mismo resultado que Oltra en 2019; es decir, 17 diputados. Si sabían que ese era un buen resultado y que Podemos tenía muy cuesta arriba entrar en el parlamento, en Compromís solo podían tener la esperanza de que el PSPV alcanzase los 33 diputados, y así entre los dos lograr los 50 escaños de la mayoría. Ese incremento socialista no se ha dado. El batacazo de Podemos, sí. Compromís se quedó en 15 escaños tras perder casi 100.000 votos. En la ciudad de Valencia, Ribó no quiso saber nada de confluir con Podemos, cuya candidata, Pilar Lima, se despachó a gusto durante toda la campaña contra el ya inminente ex alcalde.
Compromis anunció este miércoles que, en Sumar y con el fin de presentarse a las elecciones del 23 de julio, entre sus condiciones para confluir está la de liderar las listas en la Comunitat.Compromís no quiere saber nada de Podemos, que también se ha pasado meses atizando a Baldoví, por considerarlo un tibio y beneficiado por los «grandes consorcios mediáticos» que controla la derecha.
La ministra Irene Montero ha calificado a la coalición como un partido de «centro». Los morados equipararon a los nacionalistas con el PSPV y les acusaron de arrugarse frente a «los poderosos». Tras las elecciones del domingo, Pablo Iglesias, fundador de Podemos y gurú de los morados, ya ha advertido públicamente a Yolanda Díaz de «lo que se le viene encima» si pacta con Compromís con el fin de configurar las listas de Sumar ante la próxima cita electoral. Entre los altos cargos de la coalición nacionalista en el Consell la sorpresa es enorme por la beligerancia de Podemos, su intención de ser protagonistas en las listas valencianas de Sumar y su alergia a las dimisiones tras la debacle del domingo.
En Esquerra Unida, partido que se coaligó con Podemos para participar en las elecciones, piden la cabeza de Rosa Pérez Garijo, consellera de Transparencia.
«Exigimos dignidad política y asunción de responsabilidades de todos los miembros de la Comisión Ejecutiva y de la Coordinadora General de EU, máxima responsable, qué han quedado invalidados para seguir pilotando los procesos de la organización ante el descalabro que ha sufrido UP-EUPV y en consecuencia, la pérdida del gobierno del Botánico», señala el sector crítico del partido, para el que «ninguna dirección política puede evadir la responsabilidad que supone pasar de un 8% a un 3,5% de los votos en las elecciones autonómicas». En este sentido, los críticos de EU consideran «urgente y necesario convocar de inmediato un Consejo Político Nacional de modo extraordinario para que el máximo órgano de dirección entre asambleas dictamine el camino a seguir, prepare la participación de EUPV en Sumar y fije fecha de una Asamblea extraordinaria en otoño de 2023».
La izquierda valenciana es íntimamente consciente de que, por separado, no recuperarán el poder, pero su modo de aproximarse públicamente unos a otros es con las púas encendidas, erizos que se desangran entre sí.
Schopenhauer teorizó sobre lo que duele vivir. También duele perder. Y lo que más cuesta tras una derrota es volver a levantarse. El filósofo alemán consideró que el mejor modo de luchar frente a las vicisitudes de la vida es renegar del deseo, de la intención y voluntad de autoconservación y dejarse llevar, negar la «tendencia innata de conservar lo material».
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