El precio de la vivienda, la calidad de vida, valores vinculados al sector primario, como la resistencia y el arraigo, mayor seguridad energética y alimentaria... ... No son pocos los puntos fuertes del medio rural frente a la ciudad, pero parece que todavía hay poca gente capaz de apreciarlos, especialmente los jóvenes.
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Hace poco el periodista Nacho Ortega comentaba en LAS PROVINCIAS que «el precio de la vivienda de segunda mano ha subido un 12,8% en abril en la Comunitat con respecto a 2023, hasta situarse en 1.835 euros el metro cuadrado de media».
En la Serranía de Valencia (Los Serranos), por ejemplo, no cuesta encontrar muy buenas oportunidades de compra de vivienda por una cuarta parte de ese precio. Es mi caso, gracias a estos precios formo parte de ese 31% de menores de 35 años en España que tiene al menos una vivienda en propiedad. Y eso, en gran parte del rural valenciano, se traduce en vivir a menos de una hora de la capital, con unos servicios básicos más que decentes y cerca; pero sin los semáforos, atascos, ruidos, polución... y sobrecostes causados por la presión demográfica.
«Yo en un pueblo me deprimiría, en la ciudad hay más ambiente y lo tienes todo a mano», me dijo una amiga. Pero eso son gustos y estilos de vida... para mí el bullicio no es un punto a favor y considero que se pierde más tiempo en desplazamientos; siendo el tiempo nuestro bien más preciado, en realidad. Además, las tecnologías nos permiten disfrutar de la mayoría de servicios sin tener que ir a la ciudad, o, al menos, reduciendo el número de viajes.
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«Ya, pero en los pueblos hay menos trabajo...», me dijo un amigo. «¿Pero tú te has puesto a buscarlo, melón?», le dije. Porque el que busca, acaba encontrando y más si el resto de la gente no lo está haciendo; hay menos competencia en los pueblos que en la ciudad. Pero claro, no son trabajos que puedas ponerte a buscar navegando por plataformas de ofertas de empleo; hay que ir a preguntar a los bares y a visitar los agentes de desarrollo local de la zona.
En los pueblos dispones de decenas de empleadores a punto de jubilarse que requieren de aprendices: tenderos, taberneros, albañiles, carpinteros, cerrajeros, electricistas, agricultores, fontaneros, carniceros, herreros, mecánicos... podrías acabar teniendo tu propio negocio en poco tiempo y, si no, aprender un oficio. Debido a la gran necesidad de cubrir esos puestos, me consta que las condiciones económicas pueden ser similares a las de aquellos que han estudiado carreras universitarias y han conseguido trabajar de «lo suyo». Es triste, pero cierto. El modelo educativo se ha roto y un mayor nivel formativo no garantiza un mejor salario, especialmente para los que se están incorporando ahora al mercado laboral.
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Y si solo concibes ser trabajador de «cuello blanco», podrías hacerte comercial representante de diferentes empresas de la comarca; o quizá tengas suerte y la empresa en la que trabajas te permita teletrabajar, por lo menos la mitad de la semana. ¿Eres emprendedor/a?... Entonces, amigo/a, estás de suerte, porque vas a encontrar locales (en venta y alquiler) tirados de precio, espacios naturales donde inspirarte, gente con grandes necesidades no cubiertas y, como comentaba antes, negocios ya en funcionamiento que requieren de relevo generacional.
Ah! Que quieres ser youtuber o tiktoker... ¿Por qué no aprendes uno de los oficios perdidos de los documentales de Eugenio Monesma, te conviertes en el mayor experto en eso y construyes una comunidad de interesados en recuperar ese oficio?
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De nuevo acudo a mi experiencia personal, para poner otro ejemplo encima de la mesa, ya que hace un año me incorporé a La Alcublana como director-gerente. ¿En cuántas empresas del área metropolitana de Valencia se puede aspirar a un puesto directivo con mi edad, sin experiencia previa en el sector y sin ningún tipo de vínculo previo con nadie de la empresa?, ¿Y en cuantas empresas del área metropolitana puedes tener la satisfacción de estar generando un impacto social relevante? Seguro que son pocas.
En La Alcublana elaboramos aceite de oliva virgen extra, comercializamos almendras, tenemos un charter de Consum, una ferretería de Coinfer, organizamos talleres experienciales agroturísticos y prestamos diferentes servicios. Con mi trabajo dirigiendo la única empresa del pueblo (más allá de pequeños autoempleos) contribuyo a fijar un 35% de los aproximadamente 600 habitantes de Alcublas, entre trabajadores directos y socios agricultores.
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