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El nuevo 'cotonet' nos pone en jaque

Vicente Lladró. Periodista de LAS PROVINCIAS

Miércoles, 8 de julio 2020, 00:35

Cada nueve meses se expande una nueva plaga o enfermedad agrícola en España. Es la media contrastada. Tantos problemas nuevos a lo largo de tantos años, se divide y sale la secuencia de nueve meses. Como un embarazo. Y como cuando llega el parto, las incertidumbres. Ahora estamos inmersos en plena crisis del 'cotonet de Sudáfrica', aunque hay otras dos muy amenazantes en cítricos: el 'trip de la orquídea' y la 'pulvinaria', tres cochinillas importadas.El nuevo 'cotonet' se ha convertido en el principal problema fitosanitario de la citricultura valenciana y hasta con su nombre hay controversia. Llegó con naranjas traídas de Sudáfrica que, a la vista de los hechos, no fueron convenientemente inspeccionadas para evitar lo que viene ocurriendo con excesiva frecuencia, que se cuelen nuevos patógenos, uno cada nueve meses. Sin embargo, pese a su procedencia, fue denominado desde el principio de su llegada como el 'cotonet de Les Valls'.La razón de bautizarlo así se deberá a que por aquí somos más papistas que el Papa y acostumbramos a ejercer el quijotismo. El motivo inmediato fue que se detectó por primera vez en un campo de Faura, en Les Valls, subcomarca del Camp de Morvedre, precisamente junto al vertedero de fruta podrida de un almacén citrícola que en verano trae naranjas de Sudáfrica y de otras países del hemisferio sur.El problema añadido de la cuestión del nombre es que, si no cambiamos enseguida y se extiende de verdad la denominación que liga la plaga a su auténtico origen, acabará ocurriendo como pasó hace un siglo con la gripe española, que en realidad vino de Estados Unidos. Ocurrió que en los años de la I Guerra Mundial, en los frentes y trincheras había tantas víctimas causadas por dicho virus como por las balas y la metralla. Pero los países contendientes de ambos bandos impusieron la censura para que no cundiera mayor desmoralización entre sus tropas y la ciudadanía. Que no se supiera que corría por allí una grave epidemia, no fuera que cundiera el pánico entre los soldados y que la opinión pública se movilizara; lo primero era la guerra.Pero en España, que era neutral en la confrontación bélica, los periódicos informaron sobre el avance de la enfermedad y daban cuenta del número de víctimas, de las estrategias sanitarias para tratar de minimizar los efectos, de los confinamientos que ya hubo entonces, como los hemos sufrido ahora, de las explicaciones de médicos y autoridades para difundir medidas higiénicas y de protección, etc.Total, que una vez acabada la guerra, cuando trascendió en todas partes la existencia de aquella pandemia, que se calcula que causó más de cincuenta millones de muertos en todo el mundo, como el único sitio donde se había informado puntualmente de su existencia y expansión era en España, se acuñó aquello como la gripe española y así sigue, pese a que hoy se conoce científicamente que llegó a Europa con soldados de la base norteamericana de Fort Riley, estado de Arkansas. Y como se sospecha ahora con la Covid-19, también se cree que aquel virus 'saltó' al hombre por consumir carne de animales de caza poco habituales y no controlados.Por tanto, apellidemos definitivamente al nuevo 'cotonet' como de Sudáfrica, porque aún podría ocurrir que, en vez de ser víctimas directas del descontrol importador, si se propaga a más sitios acabemos citados como causantes de lo que sufrimos.¿Y qué tenemos ante nosotros? Pues un desastre que puede ir en aumento, porque no disponemos de insecticidas eficaces, los que había ya no se pueden utilizar, las autoridades se han negado a permitir un aplazamiento de su retirada, los que existen valen de poco frente a este insecto, y la prometida lucha biológica, a base de trampas con feromonas de confusión sexual y, sobre todo, las sueltas masivas del parasitoide 'Anagyrus aberiae', tardarán años en poder extenderse de forma sistemática para mantener a raya la plaga.¿Qué se puede hacer entre tanto? Desde luego, pelear para que haya soluciones. Pero para ello hay que obrar con inteligencia, no limitarse a las quejas habituales y a reclamar que vuelvan insecticidas que ya no volverán, así como espolear a muchas mentes dormidas para que salgan de su ostracismo, aparquen sus silencios cómplices y se pongan las pilas de una vez, porque hay mucho en juego.

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