Somos lo que comemos, pero también lo que compramos. Las pequeñas decisiones nos definen y dibujan nuestro perfil más íntimo, aquel que no aparece ni en el ADN. Cada vez que vamos a la tienda del barrio, al supermercado de las afueras o a la gran superficie comercial y llenamos la cesta no sólo estamos tomando pequeñas decisiones sobre nuestra vida, sino también sobre el futuro de los pequeños productores mimetizados en un David que, esta vez, tiene todas las de perder contra Goliath. Esa lucha por salvar estas empresas familiares y el concienciar sobre un consumo cercano y de calidad siempre ha estado en la mente de Fernando Sáenz y Angelines González, que capitanean juntos la heladería Della Sesa en Logroño, y han cumplido su sueño con el documental La Cesta, donde abordan toda esta problemática.
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La pandemia no sólo paralizó el mundo, sino que reseteó nuestro cerebro. Si hubiera que buscar algo positivo en ella fue que nos permitió detener el ritmo de vida que llevábamos y pararnos a pensar. Angelines y Fernando, mentes inquietas, no desaprovecharon el tiempo y quisieron plasmar en un documental sus inquietudes sobre la forma en que nos alimentamos y esa simbiosis que se crea con nuestro entorno.
El fruto de esa preocupación por el entorno se llama 'La cesta'. Se trata de un documental de casi media hora de duración que pone voz a esos productores que no han tenido la oportunidad de hacerse oír. Fernando y Angelines han querido personalizar el corto en las sierras riojanas en boca de un ganadero, una quesera, un panadero y un agricultor que cultiva alubias del cuco fino. Pero esta historia bien prodría ser la de los productores de miel de las montañas de la Comunitat o la de aquellos que se preocupan por salvar de la extinción la oveja guirra, autóctona valenciana. El relato cinematográfico se acompaña de las relexiones de cinco personas especializados en gastronomía y sociología. Juntos han tejido las vivencias de los microproductores, con sus dificultades para ser conocidos y consumidos por los ciudadanos, y remarcan la importancia que elegir un alimento, ese simple e inocente gesto, tiene en una economía que lucha por sobrevivir.
Poco pensaron Fernando y Angelines en la repercusión que tendría la materialización de un sueño. Porque ellos son heladeros, pero no al uso. Lo suyo es congelar recuerdos y momentos. Nunca llegaron a intuir que ese documental llegaría al Festival de Cine de Málaga, pero mucho menos se les pasó por la cabeza que lograría el primer premio de su categoría. Esa Biznaga de Plata es para ellos el reconocimiento al mundo rural, a esas gentes que luchan cada día por sacar adelante unos productos de altísima calidad.
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Pero estos heladeros no han querido quedarse en la puerta, sino que han querido traspasarla y rebuscar en la conciencia de todos para reflexionar sobre los hábitos de los consumidores. Sáenz y González enarbolan esa bandera que es el producto cercano. Lo reivindican desde el Obrador Grate, su cuartel general, desde donde adquieren los ingredientes para sus helados de productores a los que ponen voz y cara, con los que conversan y a los que ayudan. El corto también incide en la costumbre extendida de rechazar alimentos que casi podrías tocar con la mano directamente del campo en favor de otros que llegan después de recorrer miles de kilómetros, frustrando así cualquier atisbo de temporalidad.
El documental, que se podrá ver hoy en CaixaForum de la manos de LAS PROVINCIAS y dentro de la campaña 'Tendemos puentes', apelará a la conciencia de todos para hacer una compra responsable en la que se prime los productos de temporada y se deje a un lado los caprichos de comer sandía en diciembre o naranjas en julio. También invita a preguntarnos qué nos motiva a llenar la cesta con cierto tipo de productos y, también, nuestros hábitos de comer. Fernando Sáenz es consciente de que el ritmo frenético en el que vive la sociedad es un obstáculo para que la gente entre en la cocina a preparar la comida o la cena. Sin embargo, este heladero sabe que tiempo hay, pero no se emplea en lo verdaderamente importante. «Si dejáramos de mirar tanto el móvil y las series de televisión podríamos conseguir ese tiempo tan preciado para cocinar en lugar de echar mano de procesado», explica.
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Fernando y Angelines lanzan la pelota a la conciencia de todos. Ahelan ese cambio en los hábitos de compra que rompan el muro que separa en estos momentos a los consumidores de los pequeños productores.
La actividad programada hoy por LAS PROVINCIAS en CaixaForum se enmarca dentro de la iniciativa Tendemos Puentes impulsada este año con la intención de dotar a la sociedad valenciana de un canal para vertebrar sus inquietudes y dar voz a los distintos sectores productivos de la Comunitat. Tendemos Puentes se distingue por el espíritu de contribuir a mejorar el debate público y poner el foco sobre ámbitos temáticos que merecen toda la atención: por ejemplo, la llamada economía a escala.
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La economía propia de la pequeña y mediana empresa, la propia del modelo económico valenciano, que encuentra la vía para activarse y rentabilizar su esfuerzo en sectores muy adheridos a la identidad regional como la gastronomía y la agricultura. Con esa misma intención nació el documental 'La cesta'. Rodado en localidades de la sierra riojana (la comarca conocida como Cameros), es un empeño por dignificar el esfuerzo de productores y demás eslabones de la cadena de producción, con un mensaje de fondo sobre el gesto de alimentarnos (y de comprar antes esos alimentos que luego cocinamos) que puede hacer suyo cualquier valenciano.
Rodeados de un competente equipo de profesionales, los directores del documental llaman con su creación a activar nuestras conciencias y observar el proceso productivo con una mirada renovada especialmente pertinente en la Comunitat: las pymes representan el 90% del tejido empresarial, un dato alineado con el paisaje dominante a escala europea y española. La economía valenciana no es por lo tanto una excepción: entre nosotros habitan más 344.400 de ellas que responden a este modelo, sin contar las explotaciones agrarias, y aportan seis de cada diez empleos. Dos cifras muy expresivas de la necesidad de su importancia.
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