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Rafa Honrubia
Valencia
Miércoles, 24 de julio 2019, 00:05
La mayor parte de los animales viven menos que los seres humanos, mamíferos pequeños como los ratones lo hacen unos dos años, un elefante en torno a los 60 años, nosotros sobre 85 y determinadas especies de tortugas y ballenas pueden pasar del centenar de años. ¿Cuál es el patrón biológico que determina la longevidad de cada especie? Investigadores del Centro Nacional de Investigaciones Oncológicas (CNIO) se hicieron esta pregunta hace años, sabían que existía una relación estrecha entre los telómeros -las estructuras que protegen los genes en los cromosomas y que se acortan cada vez que una célula se divide- y la longevidad, pero era complejo entender el funcionamiento y encontrar un patrón porque hay especies con telómeros muy largos que viven poco, y viceversa. Finalmente han encontrado la clave: la velocidad de acortamiento de estas regiones del ADN.
«El ritmo de acortamiento de los telómeros es un potente predictor de la duración de la vida de las especies», aseguran los autores del estudio en 'Proceedings of the National Academy of Sciences (PNAS)', la prestigiosa revista que recientemente ha publicado los resultados. El estudio, que se ha llevado a cabo con la colaboración del Zoo Aquarium de Madrid y la Universidad de Barcelona, ha analizado nueve especies de mamíferos y aves -ratones, cabras, delfines, gaviotas, renos, buitres, flamencos, elefantes y humanos-, y sus resultados son reveladores: las especies cuyos telómeros se acortan más rápido viven menos.
La alicantina María Blasco es la jefa del Grupo de Telómeros y Telomerasa del CNIO, directora del trabajo y una de las mayores expertas españolas en envejecimiento gracias a sus investigaciones con telómeros. Es coautora, junto a la periodista científica Mónica G. Salomone, del libro 'Morir joven, a los 140', donde ponen sobre el tapete un cambio de paradigma: la cura del envejecimiento, y entran de lleno en las investigaciones y descubrimientos que se están llevando a cabo en todo el mundo para conseguir que vivamos más y mejor, y en los dilemas éticos que esto supone.
El estudio liderado por María Blasco ha encontrado un filón: la ecuación matemática capaz de predecir con exactitud la longevidad de una especie. Es lo que se conoce como una curva potencial y que también se da en otros procesos, como el crecimiento poblacional, el tamaño de las ciudades, la extinción de especies, la masa corporal o los ingresos individuales. En el caso de la relación entre acortamiento telomérico y longevidad de especies, la curva hallada por los investigadores del CNIO encaja a la perfección con los datos. El ajuste es mejor cuando se usa la longevidad media de la especie -79 años, en el caso de los humanos-, en vez de la máxima -los 122 años documentados que vivió la francesa Jeanne Calment.
«Hemos hallado un patrón universal, un fenómeno de la biología que explica la duración de la vida de las especies, y que merece más investigación», destaca María Blasco. Porque ahora se abren varias puertas a las que hay que llamar. Por ejemplo, hay que comprobar si especies que tienen una longevidad extrema también encajan en este patrón. Alguna de estas especies son la rata topo, que puede llegar a vivir 30 años, o los murciélagos, que alcanzan los 40 años. Sin embargo, ambas especies son del tamaño de un ratón, que vive de media dos años. Otro aspecto interesante, añade la científica, es investigar si la velocidad de acortamiento dentro de individuos de la misma especie puede verse afectada por factores medioambientales, como el cambio climático, la falta de alimento, la presencia de compuestos tóxicos, etcétera.
Hace tiempo que se sabe, gracias en parte al trabajo de María Blasco, que los telómeros están en el origen del envejecimiento del organismo. Los telómeros son los extremos de los cromosomas. Una analogía recurrente es imaginarlos como si fueran los herretes de los cordones, que impiden que estos se deshilachen. Cada vez que las células se multiplican para reparar algún daño sus telómeros se hacen un poco más cortos. El envejecimiento es el resultado paulatino del acortamiento de los mismos, hasta que ya no se pueden regenerar más. Cuando esto sucede la célula deja de funcionar con normalidad y aparecen las enfermedades asociadas con la edad: cardiovasculares, neurodegenerativas, algunos tipos de cáncer, etcétera.
Sin embargo, el organismo de las distintas especies tiene una carta bajo la manga: la telomerasa, una enzima que frena la erosión, permite la regeneración de los telómeros y mantiene la capacidad replicativa de las células. Blasco lleva años estudiando esta enzima y las posibilidades de activarla para que se pueda usar en la prevención o tratamiento de enfermedades asociadas al envejecimiento.
Con todos estos resultados acumulados en años de investigaciones parecía viable «sospechar» que la clave de la longevidad estaba en la velocidad de acortamiento de los telómeros. «Los ratones nacen con unos telómeros mucho más largos que los humanos, sin embargo, viven mucho menos», afirma Blasco. «En mi grupo averiguamos que esto podría ser explicado porque los telómeros de ratón se acortan 1000 veces más rápido que los telómeros de humanos, por eso los ratones, a pesar de nacer con telómeros más largos, viven mucho menos que nosotros. La siguiente pregunta fue comprobar si esto era universal, y si podríamos explicar la longevidad de las especies por su velocidad de acortamiento telomérico», explica. Kurt Whittemore, primer firmante del estudio, asegura que este parámetro «predice la longevidad de especie con un alto grado de precisión».
En términos generales, este trabajo de investigación es un suma y sigue que busca desentrañar las claves del envejecimiento. El acortamiento de los telómeros es una de las causas moleculares de la senectud. En estos momentos el objetivo es aplicar este conocimiento a la prevención y tratamiento de enfermedades relacionadas con la edad. «Estamos usando la activación de la telomerasa, que es una máquina molecular capaz de re-alargar los telómeros para frenar la progresión de enfermedades degenerativas humanas, como la fibrosis pulmonar. Para ello hemos desarrollado una estrategia de terapia génica que tiene efectos terapéuticos en modelos de ratón de fibrosis pulmonar, anemia aplásica e infarto de miocardio», destaca la especialista en Biología Molecular.
La cuestión de todo este esfuerzo investigador no es que todos podamos vivir 120 años, sino en llegar a los 80 con la salud y la vitalidad de los 40. «Imagínense a ustedes mismos con 95 años planificando el viaje al Amazonas que no pudieron hacer a los cuarenta , con los niños pequeños y los días de vacaciones dolorosamente contados», cuentan Salomone y Blasco en 'Morir joven, a los 140'. No parece ciencia ficción. La esperanza de vida sigue alargándose y cada década aumenta uno o dos años. Esto está ocurriendo gracias a la investigación y los avances médicos. Y debería de seguir dando resultados: «El precio de no lograrlo es alto: sobrecargados sistemas de salud, de pensiones, sociales… Desde este punto de vista, curar el envejecimiento es una absoluta necesidad».
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