Rafa Honrubia.
Jueves, 21 de junio 2018, 21:22
La tecnología 'wearable' está entre nosotros. Ya se puede tachar de la lista de cosas que la narrativa de ciencia ficción preconizaba hace unos años. El futuro promete nuevos departamentos para los armarios donde tendrán sitio las prendas y complementos inteligentes: con conexión a internet, sensores de actividad, pulsómetros, GPS, etcétera. La unión de avances tecnológicos continuos y la fiebre por el deporte ha convertido a las pulseras de actividad en uno de los 'gadgets' más demandados en todo el mundo. Una pulsera que controla la calidad de nuestro sueño, las calorías quemadas, la distancia recorrida, monitoriza actividades deportivas y hasta el ritmo cardíaco. La promesa es seductora: cuantificar para mejorar nuestra salud y bienestar.
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Gary Wolf y Kevin Kelly le pusieron nombre en 2007 en la revista Wired: el 'yo cuantificado'. La idea de medir y analizar los datos arrojados por nuestra actividad diaria es sumamente potente. En el ámbito personal puede suponer incluso un cambio de paradigma. Aunque pueda parecer algo muy novedoso, estas prácticas para tomar conciencia de uno mismo nos acompañan desde hace tiempo. Michel Foucault las denominó 'Tecnologías del Yo' en la década de los 80. «Permiten a los individuos generar por sus propios medios o con ayuda de otros una serie de operaciones en su cuerpo, alma, pensamiento, conducta y modo de ser; de manera que puedan transformarse con el propósito de alcanzar cierto nivel de felicidad, pureza, sabiduría, perfección o inmortalidad», decía el filósofo francés.
Este registro ayuda a algunas personas a tener mayor control sobre su vida, más seguridad incluso. Para otros es un incentivo para ganar en salud o productividad. Hay quien lo hace por ganar 'likes' y reputación en las redes sociales. En cualquier caso, parece ser que la condición física, la salud y la superación personal son los acicates principales para el empleo de estos aparatos conectados.
El mercado, como siempre, busca tendencias que vengan para quedarse. Así que actualmente podemos optar por una gran variedad de pulseras de actividad de diferentes marcas aunque su funcionamiento es bastante similar. Básicamente se conectan con nuestro teléfono móvil inteligente a través de bluetooth y una aplicación -diferente según la marca- transforma los datos registrados por el sensor de la pulsera en estadísticas y ofrece distintas opciones y funcionalidades según el modelo.
Los modelos más básicos registran parámetros de actividad física, como los pasos y la distancia mientras que los más avanzados también miden la frecuencia cardiaca y las calorías quemadas, detectan actividades deportivas, hacen un seguimiento del estado del sueño, calculan el número de largos durante la natación, integran un GPS para registrar el recorrido durante los entrenamientos al aire libre. Algunos dispositivos tienen pantalla y ofrecen posibilidad de controlar algunas funciones del 'smartphone' desde la propia pulsera, como el aviso de llamadas y mensajes o la reproducción de música.
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Antes de un boom, siempre hay un valiente que da el primer paso. En este caso la empresa pionera que se dio cuenta de la potencialidad de cuantificar nuestros datos fue Fitbit. En 2007, James Park y Eric Friedman crearon esta 'startup' en San Francisco con el objetivo de aplicar el avance tecnológico y la miniaturización de los componentes al campo de la salud y la actividad física. La empresa empezó con tres trabajadores y le costó varios años generar beneficios. Actualmente son líderes de un mercado cada vez más competitivo al que también han llegado los 'smartwatches' o relojes inteligentes.
La diferencia básica entre estos dos productos es que las pulseras siempre incorporan un sensor de movimiento para determinar la actividad diaria mientras que los relojes no suelen hacerlo. Por otro lado, las funcionalidades de una pulsera son más modestas que las de un 'smartwatch' y suelen limitarse a la monitorización de la actividad física. El tamaño y peso de una pulsera es menor y más ligero que el de un reloj. De todas formas, ya hay marcas que ya han sacado relojes que poseen todas las funcionalidades de las pulseras de actividad.
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Por supuesto, este mundo digital que intenta cuantificarlo todo tiene detractores. Algunos estudios aseguran que el cálculo de las calorías y pasos de estos dispositivos muestra ciertos errores. Otras investigaciones donde participaron varias personas que intentaban bajar peso -unas con dispositivo y otras sin él- afirman que el uso de la pulsera fue irrelevante en este experimento. Pero como siempre, todo esto depende de la persona y esta herramienta solo nos ofrece datos, lo que resulta una buena base para saber el nivel físico en el que nos encontramos. A partir de ahí, cada uno decide y hace. Eso sí, la mayoría de encuestas aseguran que los participantes se encuentran satisfechos con la compra de estos dispositivos.
También hay tener en cuenta que el potencial de esta tecnología en la medicina del futuro. Daniel Kraft, médico y director de Medicina y Neurociencia en Singularity University (Estados Unidos), destacó las posibilidades de los 'wearables' en medicina por su capacidad para controlar parámetros y anticipar diagnósticos. Estos 'gadgets' todavía tienen un largo camino por delante, ya que deberían ofrecer garantías similares a las de los dispositivos médicos y establecer protocolos. Pero la tecnología ya está aquí y es sorprendente. El doctor Kraft señala que en unos años los 'wearables' se conectarán a través de teléfonos con agentes de inteligencia artificial, que a su vez estarán conectados a supercomputadores como la IBM-Watson y esto ofrecerá a las personas un diagnóstico instantáneo y preciso. Ya existen aplicaciones para ciertas enfermedades como la diabetes a través de medidores continuos de glucosa -menos precisos que los medidores tradicionales ya que no miden la glucosa en sangre-. También existen dispositivos que monitorizan de forma constante el ritmo cardiaco, sensores de úlceras, tensiómetros, escáneres y un largo etcétera.
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Con la miniaturización de los dispositivos y los avances tecnológicos, se vislumbra un futuro con pulseras inteligentes que registren diferentes parámetros sobre nuestra salud. No hará falta ir a la farmacia o al hospital y el papel de los profesionales de la salud cambiará de forma revolucionaria. Según Kraft, los médicos no solo recetarán medicamentos, también aplicaciones. Y va más allá cuando habla de la integración de los datos y los servicios sociales: «Si haces un buen trabajo, es posible que bajen las primas de tu seguro o que la asistencia pública te dé algún incentivo».
Recientemente, la Sociedad Española de Médicos de Atención Primaria (Semergen) puso en marcha el proyecto 'Efectividad del ejercicio físico monitorizado con 'wearables' en pacientes EPOC'. El estudio pretende analizar el impacto del ejercicio físico mediante el uso de pulseras de actividad en pacientes con una enfermedad pulmonar obstructiva crónica (EPOC). «De este modo, podremos saber si nuestro programa educativo y el uso de pulseras de actividad contribuye a mejorar el control de los parámetros clínicos y de función respiratoria de nuestros pacientes», explica Beatriz Yuste, residente de Medicina Familiar y líder del proyecto.
Los autores de este trabajo se han basado en la idea de aplicar el ejercicio físico para el tratamiento de patologías crónicas «porque habitualmente centramos demasiado nuestros esfuerzos en la terapia farmacológica, y debemos poner más atención en el poder que tienen los cambios en estilos de vida saludables para la mejora de la salud de los pacientes, midiendo el efecto del ejercicio gracias a las oportunidades que las nuevas tecnologías ponen a nuestro alcance», han destacado.
La comunidad médica está de acuerdo en los beneficios del deporte moderado, tanto en lo físico como en lo psicológico. Pronto las administraciones se darán cuenta de que una sociedad deportista es una sociedad con menos enfermos y, por tanto, una sociedad económicamente más sostenible y menos envejecida. Las pulseras de actividad no son la panacea, ni mucho menos, pero al menos son un obstáculo al sedentarismo, un recordatorio de que es mejor moverse que permanecer quieto, una señal de alerta para los que no descansan suficiente. Es simplemente una herramienta que te empuja hacia el autoconocimiento. Y eso es bueno.
Tienen sus peligros al igual que toda tecnología que emplea información y datos personales, pero vivimos en una economía digital donde la información lo es todo y lo mejor que se puede hacer es sacarle partido a las aplicaciones tecnológicas que fomentan hábitos saludables. Las pulseras inteligentes quizá no sean todavía muy precisas pero si los objetivos que nos ponemos son realistas y están bien establecidos pueden ser unos instrumentos muy motivadores, tanto para los usuarios como para la comunidad científica y médica.
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