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Rafa Muñoz
Viernes, 18 de marzo 2016, 21:56
Marc, Alejandra, Roque, Leo, Pere Todavía no saben andar ni hablar, tienen menos de un año de vida. Sin embargo, ya han participado en su primera Ofrenda. La devoción de sus padres por la fiesta josefina les fue transmitida desde que nacieron, y en la jornada del viernes debutaron en la Plaza de la Virgen. Son falleros desde la cuna.
Ellos son la raíz de esta Falla; yo soy fallero desde que nací, y aquí llevo 45 años; espero y deseo que todas las nuevas generaciones sigan igual, porque son la continuidad de la comisión, aseguró Manuel Ferrer, presidente de la falla Montortal-Torrefiel (Falla del Cudol).
En esta comisión del barrio de Torrefiel ocho bebés de menos de un año participaron en la Ofrenda este viernes por primera vez. Unos emocionados padres les llevaron en brazos gran parte del trayecto.
Es muy emocionante; el embarazo no fue fácil, tuvimos muchas complicaciones, la mami pidió mucho por él, y al final salió todo muy bien y hoy vamos a darle las gracias a la Virgen, comentó Javier Gómez, padre de Leo, que con sólo mes y medio de vida desfiló bajo el manto de flores de la Virgen.
Mi hijo mayor vivió la primera mascletà desde el vientre de su madre, y desde entonces ha vivido las Fallas; pienso que al estar por aquí desde siempre, ya les corre por las venas, aseguró Paco Moliner, padre de Pere y Guillem.
Esta falla, de casi 600 integrantes, recorrió a paso lento pero incesante los seis kilómetros que dura su trayecto hasta la Plaza de la Virgen. Los más pequeños acapararon los piropos de las miles de personas que les observaron y aplaudieron durante toda la calle de la Paz y plaza de la Reina.
Ha ido muy bien; ella es muy risueña y tranquila, así que se ha comportado muy bien, comiéndose el lazo todo el camino; es un sacrificio, porque llevas el traje y la niña, señaló Esther Sánchez, madre de Alejandra.
Pasadas las seis y media de la tarde llegó el momento cumbre, el paso bajo el manto de flores de la Virgen. Unos lo vivieron con emoción, otros con solemne silencio. Una experiencia que, dicen, no se puede explicar, y que se acentúa cuando lo compartes con tu hijo pequeño en brazos.
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