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Las Fallas son muchas cosas. Tantas que no caben en esta crónica que hoy se pasea por las calles de una Valencia encendida de fiesta. Y entre todo cuanto traza su composición, qué duda cabe, la creatividad artística tiene espacio preferente. Como lo tiene también esa condición de cronista sin complejos ni ataduras que alienta la esencia de cada monumento. Una forma y un contenido que con los años, tal vez no a la velocidad que algunos desean, avanza para adaptarse a las nuevas exigencias del arte, a los emergentes modos de contar ninot a ninot la historia de una ciudad. Las llaman fallas innovadoras y experimentales. Siembran las calles con maneras de expresión plástica de nuevo cuño que parece beber en las fuentes del arte urbano -qué si no son estas reinas de la calle- sin perder la esencia de afiladas observadoras de la vida y de la sociedad.
Un gato negro que juega con la suerte en la comisión Corona; la biblioteca circular plantada en Lepanto-Guillén de Castro; una gráfica de madera que indica el ritmo al que ha avanzado el calientamiento global en la esquina fallera de Borrull-Socors; el espantapájaros con el que los falleros de Ripalda-Beneficencia quieren alejar del barrio a los especuladores o el contenedor de escombros que han levantado en la plaza del Árbol para advertir del riesgo de esos derribos que se llevan consigo signos de identidad de las casas de un barrio.
Crítica, compromiso social, sátira. Incluso hipérboles de un hecho. Sí, sí, lo de siempre, pero con estilo distinto. Con una estética que queda en manos de creativos de vanguardia que como Escif han puesto en la calle Corona un gran felino negro ante el que tal vez alguien pueda pensar que es una figura no apta para supersticiosos, pero lo cierto es que la reflexión deja la puerta abierta a ese nunca se sabe dónde reside la buena o la mala suerte.
Una vez más la comisión Corona-Mossen Sorell ha contado con el artista urbano Escif para su trayectoria de innovación en la que empezaron a cabalgar en el año 2000. Su apuesta estética es clara, pero advierte su presidente, Miguel Ángel Pérez, que «abogamos mucho por los contenidos más que por la estética». Eso sí, dando cabida a las más diversas manifestaciones de la creatividad. Allí caben el diseño, la ilustración, el arte urbano y todas las nuevas concepciones del arte.
Estas comisiones, como las aproximadamente veinte que se inscriben en el concepto de innovadoras y experimentales, son un buen campo de trabajo para los artistas. Algunos lo apuntan. Ana Ruíz Sospedra, la creadora de 'Biblioteca', el monumento de Lepanto-Guillem de Castro, lo reconoce: « A mí me interesa muchísimo». De hecho, aunque es artista plástica, también en las fallas lleva tiempo trabajando porque le interesa «actuar en el espacio público». Pero la innovacion avanza muy poco a poco convertida en apuesta de comisiones «de poco presupuesto, algo que no beneficia a los artistas» y en un universo «donde pocas comisiones se atreven a dar este paso». Ana ha levantado una falla en la que invita a la reflexión en torno a sus escritores, artistas y falsos de referencia. La suya es una biblioteca circular, un monumento que puede llevar a pensar en el deseo de encontrarse con una sociedad en la que las ideas giren. Pero, claro está, ante el arte caben las interpretaciones que cada espectador observe.
Y Ricard Balanzá, el creador del monumento infantil de esta comisión, tiene una opinión similar. También le interesa este escenario creativo donde se citan el arte urbano y la concepción efímera del mismo, corrientes de vanguardia que corren por las venas de estas fallas experimentales e innovadoras. El trabajo de Balanzá, bien podría considerarse metaarte. Su monumento para los niños habla de Europa y lo acerca a su público con la técnica del puntillismo. Puntos y líneas, los primeros trazos de la infancia se convierten en el instrumento creativo para diseñar originales ninots que trasladan al arte de vanguardia con referencia a Miró, Picasso, Marina Mayo o Juana Francés entre otros.
El arte sale así de los museos. Está en cada esquina de la ciudad. En la plaza del Árbol lleva firma de otro artista plástico, ilustrador y cartelista. Esta comisión, que este año se ha estrenado en esta categoría de fallas experimentales e innovadoras, ha apostado por Miguel Hache tanto para el monumento grande como para el pequeño. Aquí, de nuevo la creatividad se detiene en la creatividad. Miguel Hache bajo el lema 'Derribos Carmen' llama la atención con una falla perfectamente integrada en el escenario de un decadente edificio del barrio sobre la pérdida de identidad de nuestras calles. Llama la atención del espectador cómo se han reproducido los suelos Nolla y las baldosas hidráulicas que pisaron generaciones pasadas y hoy. con demasiada frecuencia aparecen en contenedores.
Ahí ha mirado Miguel Hache para denunciar con su mirada vanguardista que quitar esos suelos, diseño y arte de otros tiempos, «nos despoja de nuestra identidad». La suya es una obra «urbana», que como todas las que se enmarcan en nuestra visita fallera de hoy, sólo se sirve de materiales de desecho o reciclados, apuesta que también ha trasladado al monumento infantil, un laberinto que se convierte en metáfora de la vida para enseñar a los niños la importancia de escoger el camino acertado y viajar al mundo de la literatura clásica infantil de la mano de La Casita de Chocolate o Caperucita Roja entre otros títulos de la tradición del cuento.
A los falleros de Ripalda-Beneficencia les duele observar que el barrio del Carmen pierde personalidad. Que el comercio tradicional cierra sus puertas en un viaje hacia el anonimato urbano, cuando no hacia la uniformización de las calles. Y de eso habla su falla: la especulación, la búsqueda de oportunidades para quienes no están interesados por respetar esas formas de vida y sus manifestaciones creativas. El presidente de la comisión, Alberto Gay, y su fallera mayor, Eva Royal, explican que para el monumento grande han apostado por Ricardo Alcaide Lluch, y para el infantil por Julia Navarro. Los dos han trabajado con materiales de desecho para levantar dos fallas que les mantienen unidos al movimiento de la innovación en el que se introdujeron hace ya una década.
El recorrido se detiene ahora en la comisión Borrull-Socors, una falla que a partir de una acuarela del artista Didac Ballester ha llevado a los miembros de la comisión a construir y plantar los dos monumentos. Josep Delgado de Molina y Marina Marín, representantes de la comisión, hablan de sus monumentos. Dos composiciones que tienen continuidad. La representación de una gráfica de líneas rectas y colores que van del azul al rojo incandescente advierten del calentamiento global para después saltar a esa falla infantil que pintada de verde habla de un futuro esperanzador. Ya llevan unos cuantos años volcados en la innovación y la experimentación. Plantan al tombe y si se mantienen fieles a la experimentación es porque en los últimos años las nuevas generaciones de falleros empezaron a pensar en que había que emprender nuevos caminos.
En Valencia hay más fallas que siguen los pasos de las que hoy ha visitado LAS PROVINCIAS en el que ha sido un recorrido esclarecedor, un encuentro con una realidad que llama la atención: vanguardia y tradición cabalgan juntas.
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Melchor Sáiz-Pardo y Álex Sánchez
Patricia Cabezuelo | Valencia
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