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Morante de la Puebla.

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Morante de la Puebla. Iván Arlandis

Morante se descalza y Aguado se rebela ante los juanpedros

La creatividad del torero de la Puebla y el temple acariciante de Pablo justificaron la desabrida climatología

José Luis Benlloch 

Jueves, 17 de marzo 2022, 22:02

La corrida del arte se convirtió en un acto de fe de principio a fin. Y de paciencia. Prohibido enfadarse era el lema. O eso parecía. Que tardan en empezar, paciencia. Que no comparece la bravura, paciencia. Que llueve, paciencia. Que a los artistas ... no les llega la santa inspiración, paciencia. Y así hasta tres toros o más. Esa era la postura del gran auditorio, más de media plaza que en aquellas condiciones climatológicas se puede considerar puro milagro. Y si alguno levantaba la voz lo hacía con resignación. Sin ira. ¡Juanpedrooooo! Se traba de disfrutar con los artistas, especialmente con Morante, que motivos viene dando para tan distinguido trato y como bien está lo que bien acaba, casi tres horas después de la hora de comienzo, la gran mayoría dio por bien empleada la desconsideración de la espera, veinticinco minutos de deliberación previa nada menos -toreamos no toreamos, toreamos no toreamos- y hasta la crudeza de una tarde fría, desapacible e inclemente, de las que se soportan solo desde la fe ciega en los dioses. Y como, insisto, bien está lo que bien acaba casi se nos olvida el frío, el agua y hasta el boicot a que sometieron todas las ilusiones de los aficionados la torada, me resisto a decir la corrida, de Juan Pedro, otra juanpedrada más en Valencia. Descastada, fondona, bonitos en la primera parte si quieren rescatar algo positivo, pero lejos de los mínimos que se deben exigir a un toro bravo. En realidad bravos no hubo ninguno, ni siquiera el pastueño sexto.

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