Las churrerías ya toman las calles de Valencia

Este año el concejal de Fallas, Santiago Ballester, ya anunció que no van a permitir que los puestos de alimentación y masas fritas superen los 3,5 metros de altura, ya que en años anteriores se registraron críticas porque los voluminosos carteles de estos puestos tapaban escaparates o la visión de edificios.

Estos puestos han comenzado a trabajar este viernes, y la Policía Local de Valencia ya ha comenzado a hacer las primeras rondas por las paradas para informarles de que deben de respetar las medidas, ya que de lo contrario, este año se procederá no sólo a sancionarlas, sino también a la clausura temporal de la parada hasta que resuelvan los requerimientos.

En principio será el próximo lunes cuando los agentes empiecen a realizar las inspecciones por distintos puntos de la ciudad.

En un recorrido por el centro este viernes, si se podía observar que la churrería que se monta en la plaza dels Porxets, sigue instalándose cerca de la escultura creada por Nassio Bayarri en homenaje a Blasco Ibáñez. En la calle Colón, por segundo año, la churrería que se instala en el entorno de Jorge Juan sí ha mantenido la distancia con un edificio tan significativo, como es el caso de la Casa de los Dragones. Y es que ya se cerró un acuerdo para que se montara en la acera de enfrente y así no tapar la visión.

En cuanto a los precios, faltará ver cuánto se paga por estos suculentos dulces en los días centrales de Fallas, pero este viernes por ejemplo la docena de churros estaba entre 7 y 8 euros, según la parada, y la docena de buñuelos, por el mismo precio. Las porras rellenas de pistacho cuestan 3,50 euros y el vaso de chocolate a tres euros.

En la buñolería que se instala en la calle Ribera, cerca de la Plaza de Toros, Maite González, madrileña que regenta el negocio explica que «nosotros hemos mantenido los precios, pero hemos tenido subida de precio del aceite y también de las calabazas».

Y es que, tal como añade, «resulta que muchas cosechas de calabazas quedaron arrasadas por la dana en los campos o en los almacenes, y hay poca producción y están más caras».

Empar Puchades, de la asociación de vecinos de Castellar, confirma que tanto «en Castellar y en puntos como Catarroja y los terrenos que hay entre Sedaví y el acceso al El Saler se cultivan y almacenaban muchas calabazas y han quedado pocas. El día de la dana se las llevó el agua y hay poca oferta».

En cuanto a la venta de estas masas fritas, este viernes ya había clientes haciendo cola para degustar estos productos. «Tenía ganas de probar ya los primeros que hacen y estoy decidiendo qué compraré», explica Raquel Montés, vecina de Requena.

Otro cliente, Elías Gutiérrez, detalla que es madrieño «pero antes de irme para casa he parado a comprar buñuelos para llevar a la familia porque en Madrid no tenemos».