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Así ha sido la Crida de las Fallas de 2025.

«ACÍ ESTEM, PER A ALÇAR-NOS DE NOU»

Crida 2025 ·

Berta Peiró y Lucía García destacan que la riada «no se ha llevado nuestro amor por las Fallas»: «Los casales hemos sido una luz en medio de la oscuridad»

Domingo, 23 de febrero 2025

Que no, que no. Que no se empeñen. Que de verdad que no hay manera de hundirnos. Que vivimos en la ciudad que llora con sus pueblos en la peor tarde de nuestra historia y que luego, cuatro meses después, es capaz de prepararse para una de las fiestas más especiales del mundo. Que puede parecer que hincamos la rodilla entre el barro, pero luego es la tarde de la Crida y aparecen Berta Peiró y Lucía García, que no son más (ni menos, ayer se vio) que falleras mayores de Valencia, y nos recuerdan que eso de rendirnos no va con nosotros. «Aquí estamos, para alzarnos de nuevo», clamaron las máximas representantes de la fiesta, que entre lágrimas se acordaron de l'Horta Sud, de la Ribera y de la Hoya de Buñol y les abrieron los brazos de par en par. No en vano somos «la ciudad de la solidaridad infinita». Quienes el día 1 de noviembre cruzaron el río para ir a ayudar a familiares, amigos o completos desconocidos estaban ayer con polos de colores reunidos en torno a las Torres de Serranos. Con muestras así de resiliencia, es difícil pensar que habrá algo, en algún momento, que nos doblegue por completo.

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Deberíamos huir de la épica en esta crónica, pero es difícil. Lo es porque los actos de catarsis colectiva, como el que este domingo ha tenido lugar frente a las Torres de Serranos, tienen el don de hacerte sentir parte de un todo. Así que intentaremos transmitirles lo que se vivió en una tarde electrizante, coronada por un discurso impecable (apenas hubo una referencia al turismo que hizo fruncir algún que otro ceño) y con unas acrobacias a cientos de metros de altura que hicieron que 80.000 valencianos, según la Policía Local, alzaran la cabeza hacia el cielo. No es mala metáfora, por tanto, para un pueblo que necesita volver a mirar al futuro con orgullo.

Lo tenían claro Berta y Lucía, Lucía y Berta, que firmaron un discurso que empezó con un sonoro, y aplaudidísimo, «pueblos de l'Horta Sud». Las falleras mayores recordaron los municipios que han sufrido la dana y recogieron el testigo de la alcaldesa de Valencia, María José Catalá, que habló de que la ciudad tiene que ser «más que nunca» cap i casal. En un discurso casi íntegramente en valenciano, destacaron que, «en uno de los años más difíciles de nuestra tierra, la fiesta vuelve: «Aquí estamos, levantándonos de nuevo, porque la riada no se ha llevado nuestro amor por las Fallas». Como en Navidad no se había llevado las ganas de volver a juntarnos. Porque si hay algo imbricado en el alma de los valencianos es ese sentimiento de comunidad, de reunión, en torno normalmente a una mesa, para sentirnos más cerca de los demás. La ciudad, y sus pueblos, necesitan volver a bailar. Y Berta y Lucía lo saben.

Durante el discurso, a la fallera mayor se le rompió la voz en un par de ocasiones. La alcaldesa le cogió la mano para transmitirle calma. Uno de esos momentos fue cuando habló de su generación, la suya y la de Lucía: «Las 13 mujeres que este año os representamos también formamos parte de esa generación que ha sido un ejemplo para todo el mundo. Hoy, delante de nuestros falleros y falleras, sólo puedo deciros que sois mi orgullo fallero». «Hace más de setenta años que estas históricas Torres de Serranos nos acogen para dar la bienvenida a nuestra fiesta que ya llega, como cada año llega la primavera, que este año también llegará», clamó la fallera mayor.

Por su parte, Lucía, que aguantó las lágrimas mejor que Berta, se acordó de los afectados por la dana, «especialmente niños y niñas». «Desde el corazón de esta fiesta, seáis o no del cap i casal, os enviamos nuestro calor y nuestra fuerza. Quiero dedicaros un mensaje de esperanza: el sol siempre vuelve a brillar en Valencia, como el fuego siempre vuelve a nuestras Fallas». «El pasado nos inspira, el presente nos une y el futuro es nuestro. Hagamos que la gente de todo el mundo comprenda que las Fallas son el reflejo de nuestro pueblo y el alma de nuestra ciudad, y que cada fallero infantil es la promesa de que nuestra fiesta no se acabará nunca», dijo Lucía. «Alzad los estandartes tan alto que lleguen hasta los que no están aquí», dijo Berta para terminar, después de tener también un mensaje para más allá de las tierras del fango: «No os olvidéis de Valencia. Los valencianos y valencianas os necesitamos. Estaremos esperándoos para daros la bienvenida a Valencia, la ciudad de la solidaridad infinita».

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Posteriormente, en declaraciones a los medios, la primera edil ha mostrado su deseo de que las Fallas de 2025 sean «más 'germanor', más solidaridad y más esperanza que nunca». También ha valorado el papel «espectacular» de la Escolanía y del resto de grupos participantes en el espectáculo y el mensaje «muy claro» de las falleras mayores a los afectados por la dana. «No serán unas Fallas como siempre, serán diferentes», ha apuntado.

Porque este año no ha habido 'Potra salvaje' ni Taylor Swift. Habrá quienes las habrán echado de menos, pero en su lugar la Banda Municipal de Valencia y la Escolanía de la Mare de Déu dels Desamparats, así como un grupo especializado de danza y la representación teatral de «la xicalla arreplegant els trastos pa la falla», fueron tremendamente aplaudidas. La sensación, sí, es que estamos de fiesta, pero que tampoco es cuestión de desfasar. Lo haremos, claro, pero ayer no era el día. Decenas de miles de personas pasaron horas esperando y disfrutaron de su música y de sus celebraciones. Hubo manteos, hubo charangas, hubo juegos. Hubo de todo, porque al fin y al cabo estamos preparándonos para bailar, pero fue algo mucho más alejado de las verbenas en que se había convertido la Crida en últimos años para vergüenza hasta del anterior concejal de Cultura Festiva, Carlos Galiana, que en su último año ya habló de repensar el acto. El PP, claro, le cogió el testigo. Como muestra, el botón de ayer.

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Un momento del espectáculo. Irene Marsilla

El discurso fue el broche de oro para una tarde que contó con uno de los espectáculos más sorprendentes que se recuerdan. Cuando todos, hasta los que sabían que este año no había videomapeo en las Torres (era un secreto, lo que, en el mundo fallero, obviamente significa que lo sabía todo el mundo), teníamos la atención fija en la estructura situada frente a la puerta, de lo más alto de la torre oeste se elevó una estructura metálica redonda donde un grupo de personas se elevaron sobre la multitud para hacer acrobacias en el aire durante diez largos minutos, que dejaron boquiabierto a más de uno. Y de dos. Y de diez mil.

El espectáculo, amenizado con una versión épica de los pasodobles 'El fallero' y 'Valencia', que este año cumple su primer centenario, estuvo protagonizado por gente que hizo lo imposible o, como decimos en Valencia, simplemente hacer las cosas. Porque de verdad que intenten ustedes explicarle a alguien de fuera que la ciudad que hace cuatro meses lloraba amargamente y pedía ayuda a gritos a un país que se volcó con ella está ahora poniéndose guapa a las puertas de una fiesta que dará, como siempre, la vuelta al mundo. Que no, hombre, que no. Que no tiene explicación. Y, sinceramente, tampoco queremos buscársela.

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LP

El presidente de la Generalitat no asiste al acto en las Torres

El presidente de la Generalitat, Carlos Mazón, no acudió ayer al acto de la Crida como sí lo hizo el año anterior. El líder del Consell tiene este lunes, a primera hora de la mañana, una cita muy importante en Madrid: a las 9 horas interviene en el desayuno informativo organizado por Nueva Economía Foro. En su agenda oficial para el domingo no aparecía su asistencia a la Crida, aunque Junta Central Fallera (JCF) sí lo había anunciado. Para la alcaldesa de Valencia, María José Catalá, la no presencia de Mazón se justificaba por ese compromiso en la capital de España. «A veces han venido autoridades y otras, no. El acto se ha desarrollado con normalidad», según Catalá.

Alcohol pese a los férreos controles policiales

«Ni latas ni cristal». Es lo que se oía a los agentes desplegados este domingo en los accesos a la Crida. Revisaban mochilas y bolsas para evitar que el alcohol hiciera su aparición en las Torres. Pero pese a intentar evitar el consumo dentro de la celebración, fue inevitable ver ayer a muchos de los asistentes haciendo botellón y bebiendo en las horas previas al espectáculo. El año pasado fue el primero en el que el entorno fue blindado para evitar, precisamente, que la Crida volviera a ser el 'betollódromo' que había sido en otras ocasiones. Y aunque algunos agentes se afanaron en pedir a la gente que dejara las bebidas en los contenedores situados en los accesos, muchos entraron el alcohol e, incluso, lo compraron en los bares.

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