F. P. PUCHE
Miércoles, 11 de marzo 2020, 01:23
Solo en dos ocasiones -1896 y 1937- se han dictado órdenes de suspensión de la fiesta. En ambos casos ha sido la guerra la causa. Pero no se puede asegurar que una enfermedad extendida provocara el cese: la falta de Fallas en 1886 no se debió a la epidemia de cólera del año anterior, sino a la fuerte tasa municipal por plantarlas.
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Cuando la epidemia mató a unos 5.000 valencianos en otoño de 1885 el Ayuntamiento ya llevaba seis fiestas de San José pleiteando con los espontáneos falleros, que detestaban pagar 30 pesetas por sacar su catafalco a la calle. La norma se había impuesto en 1879 en el marco de una ordenanza que cobraba por hacer verbenas e incluso por «empinar el cachirulo».
En 1886, tras el cólera, un Ayuntamiento necesitado de recursos subió la tarifa fallera al doble, 60 pesetas, una medida que hizo desistir a las comisiones. Hubo una rebelde excepción: un carpintero de la calle de Cervantes plantó falla clandestinamente y sin licencia.
Fue un periodista y político progresista, Félix Pizcueta, el que salió en defensa de una fiesta popular que tenía pocos amigos en las corporaciones de corte conservador. Abogó por la alegría de marzo y logró que la tarifa bajara a solo dos duros, una medida que reactivó el número de comisiones que plantaron.
El origen del veto dictado en 1896 hay que buscarlo el año anterior, cuando unos vándalos promovieron una algarada en torno a la falla de la plaza de Pellicers. Los mozalbetes decapitaron a los ninots del general Martínez Campos y el político Sagasta, pusieron sus efigies en un palo e hicieron con ellas una manifestación. Hubo detenidos y escándalo en la prensa. Se consideró un episodio intolerable y se razonó que los políticos no debían ser asunto fallero. Fue la causa de que en 1896, estando ya abierto y sangrante el conflicto de Cuba, se declarara en Valencia un estado de guerra. El capitán general cumplió la orden del Gobierno y las Fallas de ese año quedaron prohibidas.
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En marzo de 1937, con la guerra civil en marcha y el Gobierno ubicado en la ciudad, el consejo municipal acordó «no autorizar la celebración de fiesta alguna ni la colocación de las fallas dadas las circunstancias por las que atraviesa la nación». Es la primera vez que se puede localizar una decisión municipal tan clara y taxativa, que fue cumplida solo a medias porque Pepe Renau y otros artistas, entre ellos el joven Regino Mas, andaban trabajando en la Lonja, a las órdenes del departamento de Propaganda, para hacer una falla antifascista. Es bien conocida por sus críticas a Franco y a Hitler, a la Iglesia y al bando nacional. En los dos años siguientes Valencia no tuvo Fallas.
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