Laura Garcés y Jesús Signes (fotografías)
Valencia
Sábado, 17 de febrero 2024
Semana Fallera. Valencia y muchos pueblos viven conquistados por ninots, la manifestación artísticas que son las fallas. Pocas esquinas de la ciudad y de los pueblos carecen de las suyas. Rostros caricaturizados para vestir de ironía la más fiera actualidad junto a grandes ojos desorbitados que miran lo que otros no quieren ver. Manos desproporcionadas se alzan sin que uno sepa qué buscan. Hablan con el lenguaje del histrionismo al estilo del más puro teatro al no querer dejar pasar la oportunidad de anotar en su guion que es capaz de arrancar la carcajada y al mismo tiempo emocionar al esculpir los más delicados detalles de las escenas más dulces de la vida. Lo dicho, obra de arte que no lo sería si no fuera efímera. Eso es lo que se ve, lo que el lenguaje popular llama monumento, y ante lo que propios y extraños nunca dejan de asombrarse. ¿Y lo que no se ve? ¿Cómo trabaja el artista?
El taller guarda las respuestas que van desgranando cómo se levanta hasta llegar a la 'plantà' un conjunto escultural en cuya realización intervienen tantos saberes que adentrarse en estos peculiares estudios de artista acerca a un rincón propio de aquellos hombres renacentistas que todo lo sabían hacer. Nos recibe Miguel Santaeulalia vestido con mono de trabajo y las manos manchadas de polvo y pintura. Es el creador quien relata que lo primero, claro, es concebir la falla, lo que todos llamamos el lema. Viene después «el boceto, y a continuación la maqueta», que si se opta por método artesanal puede situarnos ante una figura minuciosamente esculpida en escayola o en plastilina, aunque «ahora casi todo se hace con soportes digitales», puntualiza Santaeulalia.
Escaleras de madera, un compresor, una mesa que podría ser la de un carpintero muy cerca de otra repleta de botes de pintura, el largo brazo de un personaje, una pareja de ninots que bailan, una cabeza de gran tamaño, el gigantesco cuerpo de un ninot que el primer día de visita dos operarios están lijando y que en el encuentro siguiente ya tiene a un miembro del equipo subido en lo alto de una escalera dándole una primera mano de pintura. Tablones de madera de distintos largos, hasta los plásticos que envolverán las piezas una vez terminadas, ocupan el espacio en el que el polvo resultado del lijado se expande perfumado por el aroma de la pintura que pondrá fin a la obra.
«Cuando ya está la maqueta pasamos al modelado de corcho», cuenta el artista para explicar una acción que lleva a pensar en el escultor que con el cincel extrae el arte de la piedra. Ante el corcho, la destreza del operario con la lija perfila los rasgos de la pieza. Después, el empapelado, trabajo que ya permite al curioso adivinar los detalles. Cubiertos de papel los ninots, la escultura efímera ofrece el aspecto de una estructura de tono blanco grisáceo, el que concede la fina capa de escayola que se le ha dado para darle consistencia para que la pintura agarre como mandan los cánones.
La contemplación de la playa de ninots en que se va convirtiendo el taller, desvela el área del rostro –el triángulo de la muerte– de ninots que se extiende desde los ojos hasta la comisura de los labios empapelada con hojas de revista, con panfletos de publicidad de supermercado. La imagen concede un especial atractivo a la figura que de esta manera parece mostrar sus intimidades. ¿Por qué ese papel? «Es más fino que el otro y resulta mejor a la hora del lijado de los detalles», explica el operario. Miguel Santaeulalia añade un detalle: «Antes se usaba mucho el papel de periódico».
Y cuando esté seco y cubierto a pistola de una base de pintura, llegará el momento de la brocha fina, del color. A los ninots hay que tratarlos como si fueran a salir de fiesta, maquillados a la perfección para ofrecer el impecable aspecto que exige presentarse en sociedad en las mejores condiciones. Para que así sea, sobre una escalera se encuentra Miguel Santaeulalia con pincel en mano muy cerca de una mesa repleta de botes de colores. «A veces utilizamos pistola, según para qué. Otras pincel para los detalles». ¿Algún secreto en la paleta? «Utilizo sobre todo colores básicos que voy mezclando», advierte. Tal es la minuciosidad y el cuidado que el artista imprime en el color, que en ocasiones «hasta tengo que contar con el óleo».
Hay ninots de grandes dimensiones, deben ser el cuerpo de la monumental escultura que arderá el día de San José. A pesar de su peso y de su altura no se caen. La conclusión es fácil: desafían a las leyes de la física, lo que hace pensar que también en el artista se reúne alguna condición que le acerca a la de un ingeniero que en el interior de cada figura ha tendido un entramado de tablas que la sostiene para que el viento no la venza. «Aquí se ve un taller de carpintería y también de bellas artes, como el de cualquier artista», apunta Santaeulalia para después señalar que «esto es lo mismo que se hace con la imaginería para los pasos de Semana Santa. La diferencia está en que en las fallas las figuras son monumentales», circunstancia ésta que acerca el trabajo de dibujantes, diseñadores, carpinteros, escultores y pintores al de una especie de ingenieros que tienen que luchar contra los elementos.
Ya fijados los colores con impermeabilizante, perfilados los ojos y los labios, y delineados los contornos, sólo queda cubrir de plástico cada pieza para que el polvo de los días no manche la obra de arte que tomará la calle el día de la plantà para servir desde Valencia el arte de la más grande de las fiestas.
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