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No es sólo un ninot. Es una historia. Son múltiples historias. Es la pasión que se pone en cada detalle. Es el querer transmitir a ... través de él mucho más que mero arte. Es la metáfora de lo que debe ser la sociedad valenciana. Es la solidaridad en cartón piedra. Es gritar: «No os vamos a olvidar». Es el mensaje que esconde. Es una crítica a quien no estuvo a la altura; a quien no supo estar; a quien jugó al escondite; a quien se quedó en segundo plano por cálculo electoral; a quien aún esperamos. Es una manera de convertir en poema visual, lo que debería ser una simple explosión artística con un mensaje encriptado -a veces sátiro, a veces nostálgico-. El delicado ninot de Duque de Gaeta-Pobla de Farnals que el viernes se alzó con el título de ninot indultado infantil es un maravilloso verso esculpido que homenajea a los voluntarios que cruzaron aquella pasarela de la solidaridad. Aquel puente que fue, dentro del angustioso y demoledor drama que vivimos, un atisbo de esperanza para todos. Como es esa maravillosa escena de Convento Jerusalén que nos adentra en un horno de pan 'Forn Pa i Porta'. Un retablo lleno de melancolía que susurra un canto al renacer. Volver a ser.
Ambas obras, como tantas otras que estos días hemos comenzado a ver en las decenas de monumentos que ya toman la ciudad, son ventanas que nos trasladan a lo vivido en los días más trágicos de nuestra historia reciente. Pero son ventanas que, en realidad, representan mucho más que una expresión artística propia del tiempo fallero. Son caminos que nos llevan directamente al corazón de los valencianos. Ninots con alma que, a veces, son caricias y abrazos que queremos enviar a los afectados; a veces son reconocimientos a los que dieron un paso adelante para ayudar a salir del barro; a veces son hachazos de indignación y de rabia, de ira y de denuncia, ante lo que se hizo mal y ante aquellos que actuaron de forma negligente.
Y esto que es tan simple de escribir es importante recordarlo. Porque cada vez que veamos a esos ninots (indultados o no), convertidos en crítica o aliento tras lo vivido, lo que debemos pensar es que estamos ante el espejo de lo que somos los valencianos. Los hijos de esta tierra que sabemos reponernos sin olvidar; seguir, aunque sea arrastrando un trágico lastre; estar juntos en la misma travesía, pese a los que nos quieren dividir. Un pueblo empeñado en que Valencia siga viva. Que Valencia sea ejemplo. Que, pese a todo, seguimos cruzando a diario el puente de la solidaridad. Ese que, una madrugada fría y húmeda, atravesaron de manera espontánea miles y miles de voluntarios. Valencianos que llegaron, para tender sus manos, a donde todo era destrucción. No. No son ninots. Son almas que esperan tu mirada. Y el fuego.
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