J. BATISTA
Sábado, 18 de marzo 2017, 00:39
valencia. La Ofrenda de Flores es el paréntesis perfecto en el caos festivo que se adueña estos días del centro de Valencia. Los ríos de gente de la plaza del Ayuntamiento o la calle Xàtiva, el tardeo que gana enteros en el Carmen, los espectáculos callejeros y la ropa de batalla de la mayoría de transeúntes chocan con el orden sereno que desprenden los recorridos que desembocan en la plaza de la Virgen, con comisiones esforzándose para que el paso de las filas sea espaciado y homogéneo, trajes de valenciana cuidados al detalle y silencio respetuoso que sólo se rompe cuando alguien, desde la valla, lanza un piropo que la destinataria (o destinatario) devuelve con la sonrisa dibujada en el rostro. El contraste es sugerente, hasta el punto de que el visitante, si se esfuerza, siente que el perfume del clavel en la plaza se impone a la pólvora que impregna los alrededores.
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La primera jornada de la Ofrenda se desarrolló sin incidencias, dentro del horario previsto según Junta Central Fallera y bajo un cielo azul y despejado que diluyó cualquier sospecha de mal tiempo. La participación fue multitudinaria, con miles de falleras de unas doscientas comisiones portando sus ramos a la Mare de Déu, regalándole un manto rojo y blanco a cambio de ruegos y peticiones que se murmuraban a sus pies, con el mentón alzado y dando rienda suelta a las emociones.
«Salud para la familia, que es lo importante», responde Paqui Picazo cuando se le pregunta por su ruego ante la Mare de Déu. Pasó por la plaza con su familia, y aunque suma decenas de participaciones, la de ayer fue especial: por primera vez lo hizo con su madre. «Es una emoción muy grande», explica esta integrante de la falla Conserva.
Aunque suene a lugar común, es la respuesta habitual cuando se pregunta a falleras y falleros qué sienten al atisbar el perfil de la Virgen. «Es algo que no se puede describir con palabras, se te hace un nudo en la garganta», dice Vicente, de Manuel Candela-Avenida del Puerto, que acumula diez Ofrendas a sus espaldas junto a su mujer Mari Camen. «Se hace duro, pues hemos salido a las cuatro de la tarde desde la falla -llegaron alrededor de las seis y media-, pero vale la pena», añade.
El esfuerzo se manifiesta en los rostros de los participantes, y sobre todo, en los falleros más pequeños, los niños, que muchas veces acaban dormidos en los carros o en brazos de los padres una vez las comisiones enfilan las salidas del recorrido por Caballeros o Navellos. En esta última calle estaban Victoria Escalera, su hija y sus padres. «La pequeña no ha dormido nada, y justo ha caído cuando estábamos en la Paz», relataba la madre. Es su segunda Ofrenda: la primera la hizo con ocho meses y esta con 20.
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«Es un acto religioso, pero también tiene un carácter familiar muy marcado. Acudes con tus seres queridos, con tu falla, que también es como una familia, lo que hace que sea especialmente emotivo. Y más si vives fuera», explica esta valenciana residente en Alemania. Fallera de Duque de Gaeta, siempre se reserva vacaciones para disfrutar de las fiestas en Valencia. Tampoco se olvidó de su ruego a la Virgen: por sus abuelas, delicadas de salud, «y para que ayude a que todos podamos llevar bien la distancia».
En el acto más emotivo de las Fallas no faltó la representación municipal. A lo largo del itinerario se pudo ver a los concejales Sandra Gómez, Carlos Galiana, Amparo Picó, Narciso Estellés o Manolo Camarasa acompañados de sus respectivas comisiones falleras.
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El ambiente que se vive a la salida del recorrido también es prueba del contraste de la Ofrenda con la realidad caótico-festiva de las Fallas. Una vez termina lo emotivo las filas se rompen, se mezclan familiares con participantes, las bandas entonan piezas ligeras y muchos zapatos de valenciana se cambian por calzados cómodos para el camino de vuelta. También es el momento de reponer fuerzas. O el de la recompensa. Bien lo sabe Andrea, una pequeña de seis años que gozaba con el típico globo de helio comprado por sus padres tras el recorrido. «He visto a la Virgen», alcanzaba a explicar con los ojos bien abiertos tras vencer la timidez frente a un extraño y ante la insistencia de su padre Javier. «Es nuestra segunda Ofrenda. El día ha empezado pronto y con nervios, pero es bonito. Por el ambiente, los sentimientos y la compañía. Repetiremos siempre que podamos», decía el progenitor.
El dibujo del manto comenzó a vislumbrarse avanzada la tarde: una serie de motivos ornamentales cuyo significado, según Junta Central Fallera, no se desvelará hasta hoy por expreso deseo de los Vestidores de la Virgen, los 39 artistas de entre 22 y 58 años que se encargan de recoger las flores, organizarlas y colocarlas con precisión milimétrica. Ayer fueron una de las atracciones de los turistas, que gozaban viendo cómo 'cazaban' al vuelo los ramos que se les lanzaban desde el suelo.
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