Catalá afronta el examen del vandalismo

El bando fallero lo dice bien claro, al referirse a todo tipo de instalaciones que deben guardar una distancia mínima con los monumentos. Ni siquiera taparlos visualmente, citando como ejemplo la Lonja, el Mercado Central, las torres de Serranos o las de Quart. Tampoco espectáculos pirotécnicos.

Todo eso está muy bien sobre el papel, pero después del desastre que supuso este aspecto para el anterior gobierno de Compromís y PSPV durante unos años, hay interés en conocer las medidas concretas que ordenará Catalá para evitar por ejemplo que el botellón afecte a los monumentos.

Primero toca convencer a las comisiones para que sustituyan las verbenas nocturnas por «tardeos», lo que no debería ser demasiado complicado. Otro asunto diferente es cómo hacer frente al botellón descontrolado, aquel que deja el cubata o el bote de cerveza en la repisa de una ventana de la Lonja, mientras su propietario orina respetuosamente sobre las piedras centenarias.

Los vendedores del Mercado Central están hartos de pagar de su bolsillo limpiezas extraordinarias alrededor de todo el edificio. Ya no hablo de los libreros de la feria abierta en la Gran Vía Marqués del Turia o de los jardineros que trabajan en algunos tramos del viejo cauce. ¿Conseguirá Catalá y por extensión el concejal de Policía Local, Jesús Carbonell, reducir el vandalismo este año? Al margen de que el calendario juega a favor al caer los últimos días en mitad de la semana, si algo estará bajo el foco estas Fallas será ver cómo el PP y Vox lidian con este problema.