Encaramadas a un andamio de madera, las dos palomas que presiden la plaza del Ayuntamiento dejan dudas. Algunos dirán que eso es bueno, que las fallas municipales tienen que hacer pensar, que no están fuera de concurso por nada. Es posible que tengan razón. Pero ... también serán muchos los que digan que sí, que vale, pero que si uno se pasa de conceptual, lo que hace es provocar más levantamientos de ceja que otra cosa. A tenor de lo que comentaban los visitantes a pie de falla este mismo sábado, eso es lo que ha pasado con la obra de Escif y Pere Baenas.
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«Tía, no entiendo nada». Ceño fruncido, gafas en la frente, el móvil con el que pretendía fotografiar la falla en la mano. Las dos jóvenes se miran la una a la otra mientras observan las palomas. No son muchos los que se dan cuenta de que los animales pelean por una rama de olivo, en lo que los artistas plantean como una llamada a la paz. No cabe duda de que es un mensaje poderoso, pero es llamativo que el segundo ninot que más atención genera no pertenezca al proyecto de «Dos palomas, una rama», sino al de la Meditadora de 2020. Las personas migrantes encaramadas a la jaula de la mascletà concentran no pocas miradas, pero son los restos de la falla que no pudo arder por la pandemia.
El monumento municipal de este año es tan tradicional como vanguardista. Tradicional, porque emplea estructuras de siempre, como ese andamiaje sobre el que aletean las dos palomas, y vanguardista porque las escenas que acompañan la estructura central y que, seamos sinceros, no son demasiadas, presentan complejas alegorías que uno no entiende a primera vista.
Por ejemplo, en el lado oeste de la falla, cerca de la calle Barcas, hay un pato que grazna a un patito de plástico gigante, la pieza que entró a la plaza durante la Cabalgata del Ninot. En este caso, representa la lucha de la naturaleza contra la invasión del plástico. Pero en esta falla intelectualmente retadora las explicaciones brillan por su ausencia. Están en unos paneles situados a los pies de la misma, pero muy lejos de los visitantes. «¿Lees algo de lo que pone?», pregunta un chaval a su novia. «No, la verdad es que no, y me da rabia porque...», responde ella, que se encoge de hombros, como diciendo que no entiende nada. Sin esas explicaciones, entender las múltiples capas de una falla de estas características se convierte en tarea casi imposible.
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«A ver, no tengo ni idea de qué va, pero las palomas son bonitas», dice una mujer mientras le pide a su marido que la fotografíe. Tiene razón: quien no entienda la falla puede disfrutar igualmente de las dimensiones y la belleza de una falla que tiene los pies en tiempos distintos: está tan en el pasado (por cómo se ha hecho, porque recupera el andamiaje a la vista) como en el futuro (con alegorías complejas que superan con mucho lo que se ve en otros monumentos).
La falla de Escif y Baenas no deja a nadie indiferente. Eso es lo que ha de hacer la falla municipal. Está bien que capitalice el hecho de que va a ser la más vista de las Fallas por su ubicación, pero quizá falta explicación para permitir que todos los visitantes entiendan la alegoría, sobre todo en tiempos donde el canto a la paz que representan las dos palomas son más necesarios que (casi) nunca.
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