Son obras de arte. Tejidos hilo a hilo. Envueltos en la más exquisita seda y los más cotizados filamentos de plata y oro. Realizados a mano, en un excepcional y centenario telar que los convierte en objetos únicos. Son espolines. La tela que toda fallera quiere lucir y que está al alcance de muy pocas por su valor económico. Pero pasan de generación en generación y tienen nombres tan evocadores como 'Reina', 'Carpio', 'La Rica', 'Espigas de Montserrat' o 'Desamparados'. Para su confección, cada día se destinan horas y horas para tejer, como mucho, unos veinte centímetros. Beben de la más alta tradición sedera y nacen de unos diseños, de unos bocetos, con más de un siglo de historia. Un paseo por los talleres manuales de la Compañía Valenciana de la Seda nos descubre no sólo la forma en la que estas creaciones ven la luz tras meses de trabajo sino también que, como los grandes cuadros, requirieron antes de un boceto previo, de un dibujo, para luego tomar forma a través del telar.
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