La resistencia de las fallas mínimas

valencia. Siete familias y tres falleros más componen la comisión de la falla Padre Luis Navarro-Remonta, en El Cabanyal. Son 37 enamorados de la fiesta, con miembros de entre 7 y 88 años que encarnan el espíritu de resistencia y ajuste económico de las fallas más pequeñas en los tiempos más difíciles.

A años luz de las grandes rivalidades de Especial, para estas comisiones la 'guerra' no está tanto en los premios como en el reto de continuar. De sacar adelante la falla con sacrificio, ajuste económico, autogestión de monumentos o eventos y la fuerza que dan los lazos familiares.

Como rememora su presidenta, Mari Carmen Gurrea, la comisión nació en 1983 como resultado de una escisión de otra falla de la zona. «Hubo un conflicto. Por tonterías... ¿Qué más da ya». Se gestó así una comisión que llegó a agrupar a casi 200 personas. Hoy ha empequeñecido hasta los 37 miembros. Es uno de los censos más bajos de Valencia y la cifra más reducida en la historia de esta agrupación después de que dos falleros se marcharan por razones laborales antes de la crisis pandémica.

«¿Dificultades? Muchas. La principal, la de apretarse el cinturón en todo lo posible. Para abaratar este año nos hemos hecho la falla, con orgullo e imaginación», resume. Artista: la comisión, algo que no sucedía desde hacía media década. Para ello ha sido clave el fallero Juan Lucena, un fresador de profesión que asume varios roles: vicepresidente, diseñador de la falla grande e infantil y creador del llibret. Un «hombre para todo» a la par que padre de la presidenta infantil.

El monumento principal, de 1.800 euros, se llama 'La llum es la vida' y se ha alzado con el 5º premio de la Sección Octava C. «Pero también hemos logrado primeros de falla y de ingenio y gracia», matiza orgullosa Gurrea.

Lucena hizo los bocetos de ambas fallas, la infantil con un presupuesto de 600 euros. «Él tuvo la idea, se encargó de diseñarlas, compró el material y algunos ninots y se encargó de componerla y plantarla con la ayuda de una decena de miembros», destaca la presidenta fallera. Ayer todo el esfuerzo sucumbió a las llamas, un año más.

El reto económico

La falla cuenta con subvenciones municipales pero cuadrar cuentas es siempre complicado para las comisiones más reducidas. «Este año todo estaba más caro, la carpa, la luz...», lamenta Gurrea. ¿Lo más complicado? «La captación de nuevos falleros. Aquí la gente paga una cuota de 210 euros al año. Hacemos de todo y disfrutamos de muchas actividades, pero por ejemplo no podemos permitirnos pagar orquesta o discomóvil. Hay quien busca la fiesta y baile y prefiere irse a otra falla que lo ofrezca».

En esta tesitura, «sobrevivimos con cosas más atípicas: la barra del casal, la lotería, la autogestión...». La contrapartida positiva es «ser un ejemplo de familiaridad fallera. Reñimos a veces, como todos, pero acabamos haciendo las paces, como en un matrimonio», ejemplifica la presidenta.

El minimalismo de estas comisiones tiene sus curisidades. «Somos tan pocos que repetimos cargos honoríficos», explica Gurrea. De este modo, hay dos mujeres de la comisión que ya han sido en cuatro ocasiones fallera mayor. Además, una de ellas ha sido fallera mayor infantil dos veces y la otra, una. En esta edición, y por primera vez, la cúpula de la falla ha sido al cien por cien femenina, pues la presidencia principal e infantil corresponde también a mujeres.

Como sentencia Gurrea, «siendo tan pequeños te asalta el miedo de desaparecer algún día, pero aquí hay gente muy fiel entre nosotros y creo que sobreviviremos muchos años más».