'Quemados por el sol' es una película que suelo confundir con aquella otra cinta de los Cohen, 'Quemar después de leer'. ... Que por otro lado es un título que me lleva siempre de visita a mi tierna mocedad, cuando vi por la tele única 'Farenhait 451' de Truffaut y me enamoré de esa clase de cine cuya magia reside en que no comprendes nada. Es un embrujo eterno, porque sigo cerrando los ojos y su recuerdo me quema en la memoria como sólo te abrasa el fuego de verdad, un fenómeno que me fascinó de crío y cuyo hechizo también es perenne: veo unas llamas y me quedo noqueado, ensimismado. Una palabra que me encanta, tanto como otro fenómeno que también asocio al fuego y que tampoco entiendo: el mar. Las olas rompiendo contra la orilla, ese sinfín hipnótico que yo vinculo con el crepitar de las llamas y me lleva de regreso a todos estos rincones de Valencia donde este domingo se depositará su propia magia: la del fuego. El arte de lo efímero.
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Así como de ciertas construcciones nos emociona su vocación de sobrevivir a los desmanes del tiempo (y de la mano humana, a menudo igual de homicida), de las Fallas nos conmueve su antónimo: que llevan la fecha de caducidad en su ADN. Las veo todavía enhiestas, flamantes, mientras las imagino al mismo tiempo convertidas en cenizas: siento su fragilidad y detecto en esa condición el elemento central que emparenta estas extrañas Fallas tan vulnerables con nuestra pobre condición pandémica. Pasear entre ellas induciría a la melancolía si no fuera porque todos (falleros, peatones de la historia y curiosos en general) aceptamos que como nosotros también ellas nacieron para morir.
Arde lo que será, cantaba el poeta: este domingo su profético verso cristalizará en las calles de Valencia y no habrá más excusas para los humildes mortales, porque morirán las Fallas mientras casi expira el verano y la normalidad, vieja o nueva, será obligatoria. Y porque en la Cremá también arderá lo que será de nosotros, o al menos nuestra vertiente sentimental, igual que cada verano acabamos quemados por el sol. Igual que se achicharrarán todas las páginas que conviene quemar después de leer. Ya lo avisó Cortázar en aquel librito que debería ser lectura inexcusable para las Fallas. 'Todos los fuegos: el fuego'. Que traducido a valenciano equivale a todos los juegos. El juego. El juego de nunca acabar.
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