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F. P. PUCHE
Domingo, 31 de enero 2021, 00:09
En estos primeros compases del Año Berlanga, parece conveniente dedicar al cine alguna de estas páginas retrospectivas de los domingos. La ciudad que vio nacer a Luis García Berlanga ha sido cuna de muchos talentos de la pantalla y escenario, además, de numerosos rodajes de películas. En 2021, cuando se va a cumplir el 125 aniversario de la llegada del cinematógrafo a nuestras vidas, vamos a buscar en las páginas de LAS PROVINCIAS fechas, datos y huellas que nos ayuden a reconstruir la historia valenciana del llamado Séptimo Arte.
La histórica llegada del cinematógrafo a Valencia se produjo el 10 de septiembre de 1896 en el teatro Apolo, situado en la calle de don Juan de Austria. Patentado en febrero de 1895, el invento de los hermanos Lumiere fue presentado al público el 28 de diciembre de 1895, en el Salón Indio del Gran Café de Paris. De modo que lo primero que llama la atención es que aún no se habían cumplido nueve meses de la presentación mundial del invento cuando estuvo al alcance de los valencianos.
La difusión del cine de los Lumiere en Europa fue muy rápida. A Madrid llegó muy pronto, en mayo de 1896, y a Barcelona en diciembre. Distribuidores de la casa cuna se lanzaron a recorrer ciudades, llevando a cuestas los proyectores y el primer paquete de ocho o diez películas; de modo que el invento estuvo en Alicante en noviembre y en Castellón en diciembre, antes de que la novedad cumpliera un año. Sevilla y Bilbao lo tendrían más tarde, en 1897.
Antes del cinematógrafo de los Lumiere el mundo del espectáculo dispuso de diversos sistemas de proyección y «linternas mágicas»; e incluso disfrutó desde 1892 del kinetoscopio de Edison. Pero no hay constancia en la prensa de que ese tipo de visión pasara por Valencia, ni en teatros fijos ni en los ambulantes de Navidad. La llegada a las salas de la innovación de los Lumiere, que se proyectaba ante numeroso público, como en el teatro, terminó con cualquier formato antecedente, incluido el de Edison, que requería visión individual en un complejo aparato envuelto en un mueble.
Al empresario del teatro Apolo, señor Roig, le cabe el honor de haber traído el cine a Valencia. Nada recuerda el hecho en la calle de don Juan de Austria, donde estuvo la sala hasta los años setenta. El caso es que Charles Kall, o Calb, o Kalb, que de todas maneras se ha escrito su apellido, fue el primero en llegar con su proyector y sus rollos para una temporada que abarcó del 10 de septiembre al 26 de octubre de 1896.
El Apolo, que funcionaba como circo acrobático parte de la temporada, se adaptó con facilidad a la proyección, que gustó al público desde el primer día. Tras el estreno, nuestro periódico habló de un «éxito espontáneo y ruidoso conseguido en la primera exhibición a la que acudió numeroso público, que irá en aumento a medida que se conozca el espectáculo». Porque «los cuadros vivientes, que copian fielmente animadísimas escenas, grandiosas unas y graciosísimas otras, fueron muy aplaudidas por la numerosa concurrencia, a la que Mr. Kall correspondió con otra vista como torna».
Nacido en 1866, se supone que Kall murió hacia 1909. Era un exhibidor ambulante que desde Valencia, llevó el gran invento a Murcia. Pero en su escaso historial conocido figura haber rodado al menos una película, la «Llegada de un tren a Segorbe», del mismo año 1896, estrenada en octubre en Apolo. El 15 de septiembre ofreció tres cintas nuevas: «No se permite fijar carteles», «Desfile de tropas» y «Noche terrible». Y el día 16 los valencianos pudieron ver una película en color --sin duda pintada a mano-- donde la bailarina Louise Tullier movía una cinta de serpentinas de colores; pero «no resultó de muy buen efecto a causa sin duda de la escasa potencia del foco eléctrico que alumbra el aparato», según dijo LAS PROVINCIAS. Las primeras sesiones tuvieron problemas técnicos, lo que no fue obstáculo para que el público pidiera ver de nuevo a la bailarina.
Combinado con funciones de teatro, el cine fue ganando público. Especialmente si había cintas nuevas, como «La plaza de la Ópera de París», «El tiovivo de las Tullerías» o «Músicos callejeros», que agotaron localidades. Un gran éxito de los días iniciales fue «La coronación del zar en Rusia», documental de un hecho que se había producido el 26 de mayo, apenas cuatro meses antes. Mayor velocidad de distribución tuvo «La llegada del zar a París», que se ocurrió el 6 de octubre y fue exhibida en Apolo el día 20. Kall, que a finales de septiembre ofrecía ya diez cintas, anunció el 1 de octubre nuevas producciones compradas en Londres y París y repitió todo el repertorio para que los valencianos que habían estado de veraneo se pusiera al corriente de la novedad.
El 17 de octubre, mientras los teatros elegantes se acicalaban --el Princesa reformó su platea y el Principal introdujo el alumbrado eléctrico para la nueva temporada-- otro teatro, el Ruzafa, anunció que introducía el cine en su popular programación. Coincidió con el primer anuncio de que Kall tenía que dejar Valencia y seguir su jira, hecho que se demoró un par de semanas. Pero quedó claro que la destreza técnica tenía importancia: al proyector del Ruzafa «rompiósele un tornillo» y la segunda vez que el incidente obligó a parar y dar teatro, el público arremetió contra los pobres cómicos. «!Y aquí fue Troya!», dice LAS PROVINCIAS. «El público prorrumpió en una gritería espantosa» y empezó a pedir que le devolvieran el dinero. Salió el actor Llorens a escena tres veces pero no le dejaron ni hablar; el empresario Rafael Díaz corrió la misma suerte y solo al final, cuando se ofreció dar una contraseña para la devolución del dinero se calmaron los ánimos de una noche de escándalo.
Con todo, Ruzafa implantó el cine y, como el Apolo, lo fue simultaneando con el teatro, en días de reconocido éxito y funciones de tarde y noche. Porque hasta diciembre de 1896 no empezaron a funcionar en Valencia dos salas --mejor sería hablar de barracones provisionales-- dedicadas a dar una programación exclusiva de cine. La primera, el Cinematógrafo Lumiere abrió sus puertas el 20 de diciembre en la calle de Zaragoza; la segunda, el Eliseo, estuvo ubicada en Barcas, número 3. De modo que el 28 de diciembre de 1896, al cumplirse un año de la primera exhibición de los hermanos Lumiere en Paris, la cartelera valenciana nos dice que esas dos salas estaban activas y que el Ruzafa y el Princesa, mezclaban cine con teatro. La campaña navideña sirvió para que los valencianos se familiarizaran con el invento, que se exhibía en Ruzafa a dos reales (50 céntimos de peseta) pero que en el Elíseo apenas costaban 25 céntimos. En sesiones que iban de tres de la tarde a nueve de la noche..
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