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ISABEL DOMINGO
Sábado, 13 de diciembre 2014, 00:02
Valencia respira las huellas de San Vicente Ferrer por muchos rincones de la ciudad, aunque la mayoría sean poco conocidos para los ciudadanos. Capillas, retablos, estatuas, pinturas o reliquias reflejan la impronta que el Pare Vicent, una de las figuras más importantes del pensamiento, la cultura y la política de la Valencia de finales del Medievo, dejó en el 'cap i casal'. Un consistorio, con Rincón de Arellano al frente, que le dedicó una escultura en la plaza Tetuán aunque no siempre estuvo allí.
De hecho, se colocó en la puerta de San Vicente Mártir a finales del siglo XVIII y posteriormente, cuando se derribó, estuvo en los almacenes municipales y en el patio del Museo de Bellas Artes. Fue en 1960 cuando se instaló en su actual ubicación, previa restauración de las partes perdidas o deterioradas.
El emplazamiento no está elegido al azar pues enfrente se alza el antiguo convento de Santo Domingo, donde el santo valenciano fue prior. Incluso la iglesia que alberga recibe el nombre de Capilla de San Vicente, a pesar de que es conocida popularmente como de Santo Domingo. De hecho, el altar mayor cuenta con un talla policromada y dorada con dos de sus atributos: un libro entreabierto y una azucena.
No es la única capilla que existe en la ciudad bajo su advocación. En el Colegio del Patriarca, por ejemplo, está presidida por un cuadro de Francisco Ribalta con la aparición de Jesucristo a San Vicente en Aviñón. Se pueden contemplar también los frescos que la decoran en los que se representa la procesión organizada en Valencia para recibir la canilla del santo. Se conserva en el relicario del Patriarca aunque no en el de plata original, que fue expoliado con otros durante la Guerra de la Independencia.
En la Catedral, además de conservarse el púlpito desde el que habló al pueblo en varias ocasiones y de haber explicado Teología en la capilla del Santo Cáliz, la capilla de San Vicente Ferrer alberga la imagen procesional. Mientras, en el relicario se guarda un manto del dominico y en el archivo de la Seo se custodia la biblia que utilizó para sus predicaciones con anotaciones en los márgenes.
Ya en las afueras, en dirección a la plaza de la Almoina, hay un panel de azulejos que recuerda el V centenario de su canonización. Mientras, en la puerta barroca o de los Hierros de la Seo hay una escultura dedicada a San Vicente Ferrer.
También la hay, de mármol y en una hornacina, en la iglesia de San Agustín. La razón radica en que este fue el primer emplazamiento del Colegio Imperial de los Niños Huérfanos de San Vicente Ferrer, que conserva una reliquia del santo (el hueso radio de su brazo derecho).
Las huellas del patrón de la ciudad están también en la parroquia de San Nicolás, donde hay una capilla bajo su advocación con una talla de vestir del santo dominico, o en las iglesias de San Juan de la Cruz y de Santa Mónica y en la plaza del Miracle del Mocadoret, donde se conservan retablos cerámicos. Son, además, algunos de los puntos que forman parte de una ruta en bicicleta por la ciudad que puso en marcha el pasado abril la asociación cultural Vía Vicentius-Gogistes valencians.
Tampoco falta la Basílica de San Vicente, en la calle Cirilo Amorós, que actualmente forma parte del conjunto del Convento de Predicadores de la Orden de los Dominicos. La iglesia, por ejemplo, cuenta con vidrieras que representan escenas de la vida del Pare Vicent.
En el recorrido no puede faltar la iglesia de San Esteban, con la capilla y la pila bautismal del santo valenciano, donde existe la tradición de que quien es bautizado en ella no muere de accidente o de forma violenta. O la casa natalicia en la calle del Mar, en cuyo vestíbulo destacan los azulejos de Manises con su bautismo y los 'miracles', además de la pila con los cuatro grifos.
Relata fray Alfonso Esponera, director del Centro de Estudios de San Vicente Ferrer de Valencia, que a mediados del siglo XIX, con la segunda epidemia de cólera, hubo gran afluencia de gente hacia el Pouet para beber o llevarse su agua. Ya en la zona de la iglesia el altar cuenta con una imagen de San Vicente tallada en madera que lo presenta en actitud de predicar, con el dedo índice hacia arriba.
Para cerrar la ruta vicentina, cerca de la calle Castán Tobeñas y el paseo de la Pechina, se encuentra l'Hort y Alquería de Juliá, donde, según la tradición, San Vicente Ferrer predicó junto a una encina de su huerto, que desapareció durante la Guerra Civil.
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