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DANIEL MUÑOZ
Domingo, 1 de febrero 2015, 00:10
A pesar del paso del tiempo, la huella islámica en el territorio valenciano es indeleble. Numerosos elementos arquitectónicos y culturales nos recuerdan esta herencia, aunque esta realidad se hace más evidente en los momentos de conmemoración. Es el caso de la fundación de la taifa de Dénia y su expansión por el Mediterráneo (1013-1015), de la cual se cumplen mil años.
De todos es sabido que durante el siglo XI la ciudad de Dénia fue capital de un pequeño estado independiente, conocido como la taifa de Dénia, fruto de la disgregación política del Califato de Córdoba. El proceso de desaparición del califato cordobés no fue inmediato, sino que se prolongó durante varias décadas, debido a la lucha entre diferentes grupos guerreros por imponer a sus candidatos a Califa. Este proceso condujo a la lenta aparición de las taifas andalusíes independientes, sin una autoridad política superior. Dénia se convirtió en la capital de uno de los miniestados más florecientes de la época, gracias a la acción de personajes clave como el califa omeya Al-Muaiti y, especialmente, su poderoso gobernador Al-Muyáhid y, tras la muerte de éste, su hijo y sucesor Alí. Su dinastía fue una de las más cultas de la época, alcanzando un gran desarrollo económico y una notable expansión territorial, tanto por tierra como por mar.
Las conmemoraciones por los 1.000 años de la taifa de Dénia comenzaron en julio de 2013 y se han prolongado hasta este mismo año, con el Congreso Internacional celebrado hace pocos días en esta ciudad, bajo la coordinación del arqueólogo municipal, José Antonio Gisbert, y el catedrático de la Universidad de Alicante, Francisco Franco-Sánchez. En este encuentro científico se abordó el periodo en el que esta ciudad llegó a ser una referencia en el mundo mediterráneo. Se conmemora la llegada de Muyáhid a Dénia y la fundación de un reino que mantuvo su independencia durante buena parte del siglo XI; concretamente hasta el año 1076, momento en que la mayor parte de su territorio fue incorporado a la taifa de Zaragoza, gobernada por Al-Múqtadir.
La taifa de Dénia se extendió por las comarcas meridionales valencianas, lindando, al norte, con la taifa de Valencia y, al sur, con la de Tudmir, considerándose la primera entidad política que unificó el territorio y dibujó los contornos de la actual provincia de Alicante. Sin embargo, su expansión no se limitó a esta región, sino que continuó extendiendo sus dominios hacia las provincias de Albacete y Jaen. Del mismo modo, el reino de Dénia tuvo un marcado carácter marítimo (recuperado a partir del siglo X, tras un largo decadencia), convirtiéndose, a tenor de los estudios, en la taifa más internacional de todos los reinos de Al-Andalus, no sólo por su expansión mediterránea, sino también por las intensas relaciones comerciales y culturales que mantuvieron con el Mediterráneo Oriental.
Tras la llegada de Muyáhid al-Âmiri y sus gentes a la ciudad, su apoyo supuso la proclamación del Califa Al-Muaiti en 1014. En poco tiempo, Madînat Daniya se transformó en la sede de un floreciente reino, con una doble vertiente (terrestre y marítima), con una imponente flota de navíos, que, dirigida por Muyáhid, se extendió por el Mediterráneo Occidental, conquistando las islas Baleares y las Pitiusas. Pero la expansión no se detuvo aquí, y Muyáhid, apoyándose en los territorios recientemente ocupados, llevó a cabo la efímera conquista de Cerdeña durante los años 1015 y 1016, que obligó a intervenir al Papa Benedicto VIII. Éste, con el fin de defender las fronteras de la cristiandad, convocó a las flotas de las potentes repúblicas italianas de Génova y Pisa, las cuales reconquistaron Cerdeña e hicieron prisioneros a la mujer y al príncipe heredero de Muyáhid, Alí Iqbal al-Dawla, que no pudo ser rescatado hasta el año 1032.
Tras su humillante derrota en Cerdeña, Muyáhid regresó a Dénia, destronó al califa y ocupó el trono hasta su muerte en 1045, sucediéndole posteriormente en el cargo su hijo Alí. Ambos gobernantes crearon a su alrededor una potente corte de intelectuales, hombres de letras y ciencias, en la que convivían la función militar y el mecenazgo cultural. Muyáhid manejaba con destreza tanto la espada como la pluma. No por casualidad, fue educado en la corte cordobesa de Almanzor, donde recibió una depurada formación militar, que combinó con un perfecto conocimiento de la lengua árabe y un interés especial por la filología coránica.
El estudio de María Jesús Rubiera Mata, publicado hace treinta años, sigue siendo una obra de referencia en los estudios sobre la taifa de Dénia. Esta autora hizo hincapié en la relevancia de la vida cultural desarrollada en torno a la Corte de Muyáhid y su hijo, comparándola con las repúblicas italianas del Renacimiento, donde convivían, sin contradicciones aparentes, militares, funcionarios, artistas, teólogos y comerciantes. Sin embargo, la república dianense era musulmana, y en ella destacaron literatos de gran fama en todo el mundo islámico, como el coranista Ad-Dani (el deniense), junto a muchos otros intelectuales emigrados desde Córdoba a consecuencia de la fitna o guerra civil andalusí. Sin duda, a pesar de la destrucción que ello produjo, esta descentralización cultural, producida por la caída de la capita califal, contribuyó al enriquecimiento de ésta medina andalusí, definida por Rubiera como «una Florencia hispanoárabe del siglo XI».
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